sábado, 11 de marzo de 2023
Mato Seco em Chamas
Mato seco em chamas (2022) la dirige los brasileños Adirley Queirós y Joana Pimenta. Es un filme que se pone de lado de la izquierda, es un retrato moderno de cine social. Proclama identificarse con la gente pobre y criminal de las Favelas. Es una docuficción. Los actores no profesionales medio que se interpretan a sí mismos. Tenemos a 2 medias hermanas de las que el filme en su aspecto documental llega a mencionar que tienen relación con detenciones en la zona sobre venta de drogas, pero en la trama en sí hay un aspecto más de ciencia ficción, a lo postapocalíptico propio del mundo de Mad Max, que pone a ambas a manejar extracción de petróleo y refinamiento para venta de gasolina, y la venta se hace mediante un grupo de moteros. Éstas medias hermanas son Léa y Chitara, a quienes se les reviste de poética y leyenda, poetizando la criminalidad, como un estado de gloria rebelde, y se le atribuye justicia social incluso, poniéndose de lado de los bad boys, desde mujeres bastante fuertes. Una (Léa) yace declarada lesbiana -con varias escenas de ese tipo- y contiene un enaltecimiento atípico, de esas presas homosexuales que se jactan de su rudeza y poder en prisión y de sus mujeres a esa vera; aquí la imagen de ello no es deplorable ni mucho menos dramática, sino es del tipo de una jactancia de barrio, los directores brasileños no temen poetizar cierta sordidez, presentando no obstante mucha diafanidad, mostrar realismo sucio. Léa es una mujer notoriamente ahombrada, harto rústica, muy primaria; Chitara es más articulada, menos barrio, menos lumpen, una morena de amplias piernas y cierta belleza. Léa se ve más propia del documental jugando a ser actriz, y Chitara más propia de la ficción que tenemos entre manos, así el filme oscila entre el realismo y hacia lo más cinematográfico o imaginativo. Mato seco em chamas tiene una producción de arte bastante austera (pero perfecta para recrear un mundo postapocalíptico de bajo presupuesto); a ratos no pasa nada. Es una obra arty, aunque se inspira en una película de mucha acción y mucha velocidad como el universo de Mad Max, incluso tiende estéticamente a los colores del fuego (que le habitan a la saga de George Miller). La propuesta también juega con éste literalmente, y da una visualidad y magnificencia y poder arrollador, cuando lanzan la gasolina y la prenden en total naturalidad sobre varias cosas. La ficción de Chitara es más convencional, pero la realidad social de Brasil y la postura política del filme le otorga originalidad y distinción al producto. Tenemos en la trama elecciones gubernamentales donde los pobres, y criminales, pero también algunos fieles evangelistas en sus características, hacen campaña; prometen la redención de los ex reos, de sus familiares golpeados por la marginación y la cadena baja social, de cara a la fiesta y sus mayores recursos que ofrece la campaña de los Bolsonaristas. Se puede observar a la policía brasileña en una camioneta como de ciencia ficción de bajo presupuesto (cine que le gusta a Queirós), igual a uno de vigilancia distópica; ellos mismos se definen con cánticos, en buena ley. Pero finalmente se opta por quemarles la camioneta, como quienes los manda al diablo pues son el enemigo, no viendo en toda la magnitud del concepto de lo que representan en la realidad sino que muchos solo piensan en lo negativo. Se ve arder a la camioneta, por buen tiempo, en una imponente fogata, proponiéndose el filme en la eterna gloria de la rebeldía y la revolución, manifestando un grito de guerra de los de abajo, liderados por los marginales, a los que se les quiere otorgar voz, aun en su violencia. No obstante el filme más es de conversaciones superfluas que de disparos, la criminalidad es más figurita, tenemos más una película de romantización, como con esa caravana de motos que van paseando por las calles llenas de polvo igual a si estuviéramos metidos en medio del desierto, dentro de un western, no solo en una humilde urbanidad, un lugar de favelas, de austeridad económica. Se va haciendo cada vez más grande la caravana y hay más de un paseo así, percibiendo que simplemente ruedan y ruedan, sintiendo el viento, si bien también es mostrar que estamos vivos, que existimos, más allá de los veredictos. La propuesta es semejante a oír (y retratar) la voz de los raperos afroamericanos, similar a cuando el mundo hip hop inspirado en el gángster negro le canta a su subcultura y barrio; Mato seco em chamas es la versión brasileña o nacional de todo ello pero de sí mismos, cogiendo su modernidad social, dentro también del legado histórico del cine social latinoamericano.