viernes, 17 de marzo de 2023

Baxter, Vera Baxter

Es interesante ver escritores renombrados participar en el cine, como la directora de éste filme, la gran escritora francesa Marguerite Duras. Inició como escritora en los 40s y cuando decidió participar en el cine, a fines de los 50s, ya tenía cierta reputación en el arte, en la literatura. Su primera incursión en el cine fue como guionista y su primer guion fue su mayor éxito en el cine y punto importante de un dotado cineasta como Alain Resnais, con la película Hiroshima mon amour (1959), debut de Resnais en el largometraje. Mientras se adaptaban historias y libros suyos siguió ejerciendo como guionista y logró otro punto alto en cuanto a excelencia como guionista haciendo el guion de una novela del eternamente rebelde Jean Genet, con Mademoiselle (1966), de otro gran director, Tony Richardson. Un año después, 1967, pegaría el salto a la dirección de cine. Adaptaría sus propias novelas e ideas, o habrían historias que publicaría después como la de ésta película, Baxter, Vera Baxter (1977). Es notorio que Duras sería muy literaria en su cine. No obstante en el cine perpetraría su análisis intelectual sobre la femineidad, aquí pensándola desde el matrimonio y la infidelidad. Éste filme es muy humilde cinematográficamente, recurre a tomas básicas, funcionales, y escenarios igual de básicos, prácticamente se mueven los actores por una enorme casa en una villa, con tomas anexas medio tipo turísticas, de la zona. A ratos recorre los cuartos y los personajes siguen hablando, oímos sólo sus voces. Vera Baxter es interpretada por Claudine Gabay quien no desarrollaría una carrera nutrida como actriz. Claudine pone cara de meditativa bajando muchas veces la mirada, en una expresión recurrente. El filme tiene todo para convertirse en una película pornográfica, se percibe una atmósfera como a punto de explotar hacia allá, pero, claro, es un filme intelectual, de introspección personal, si bien sencillo finalmente, aunque sustancial. El filme versa mucho sobre el sexo, pero Vera es la mujer engañada constantemente por un marido millonario, un tipo rico, pero muy simplón, como se le describe, ya que nunca lo veremos, sólo a sus amantes. Lo que hace Mr. Baxter aparte de amasar dinero -mostrando que es su verdadero talento y un talento nada despreciable- es ser apostador y mujeriego. La propia esposa indica que éste hombre no es una luminaria ni alguien excepcional, pero tiene aun así imán para atraer el dinero. No se explica mucho de ello, como quien indica una burguesía vacía, una cierta sutil crítica social. Pero también Vera yace aburrida, agotada de su marido y su situación; lo de rentar la villa, que su marido desaparezca con una amante y llame más tarde por teléfono creyéndola (irónicamente) muerta es recurrente, tal cual una costumbre. Vera en efecto yace en la melancolía y en algún momento piensa en la muerte, pero como dice alguien con quien habla (Delphine Seyrig), la muerte es una salida muy fácil, no solo un alivio; o un exótico efecto placebo dentro de la misma recurrencia mecánica que sigue el ciclo del marido adultero que la mata a su mujer una y otra vez con sus actos, quien tiene tremenda insensibilidad, que raya en la desvergüenza absoluta, puesto quizá que siente que los ata el dinero o los hijos, por ello Vera no quiere alquilar la villa, duda mucho de hacerlo, simbolizando el fin, pero ya el marido de antemano la rentó sin avisarle. Propone seguir en lo mismo. No obstante el marido está consciente de que hace daño y por eso finalmente siempre llama temiendo lo peor, como quien se da cuenta que su mujer en realidad lo quiere de cierta manera o aun ella tiene consciencia. Es ahí que surge una jugada novelesca de Duras y aparece una apuesta, puede que una especie de compensación para su mujer, auto-inmoladora (de auto-castigo), deshacedora de culpas queriendo igualar el panorama; o simplemente se trate de un desliz de un tipo ya sin cuartel. Éste filme pudo ser la gran película pornográfica, producto finalmente de tener el porno una narrativa trascendental. Es un filme un poco exagerado, pero da pie a mucho diálogo y mucha cavilación con una estructura y explicación fácil de coger y entender. Se nota que hay su ingenio literario o de guion aquí y eso se debe a la esencia e inteligencia de Marguerite Duras. Lo malo es que todo el filme es acompañado por una música folclórica sudamericana perteneciente al compositor argentino-francés Carlos d'Alessio que va en loop durante una hora treinta minutos. Ésta música dicen los personajes que pertenece a una fiesta (de foráneos) cercana, que tampoco nunca veremos. Puede querer otorgársele con esto a la obra un cierto toque místico que proviene de la naturaleza (hacia esa gente que habla con el bosque y los animales, que dicen que Vera lleva en el fondo de sí propio de otra vida; o se esté hablando de un emparentamiento con un especie de concepto de tribu femenina), o estar invocando que afuera hay más que la soledad y la sensación de abandono de la casa de campo de Vera (una vida nueva, alegre, festiva), o lo que algunos pueden llegar a pensar que es (o en que se convierte), ruido. Una frase suena a bastante honesta, ésta manifiesta, pensando en la propia Duras, en su atractivo, y en que suele imbuir a su arte de su personalidad: Vera no es bella (físicamente), pero una vez que la conoces esto cambia, se vuelve bella (en todo sentido).