domingo, 20 de marzo de 2022

Nightmare Alley


Hacer remakes buenos es cosa difícil, y hacer además un remake de una obra maestra o de culto lo hace un reto gigantesco. Nightmare Alley (1947) de Edmund Goulding es una obra maestra y también una obra de culto, es cine clásico con una historia oscura, rara para la época, una verdadera gema. Se basa en la novela de título homónimo publicada en 1946 por un escritor maldito, William Lindsay Gresham. Guillermo del Toro y Kim Morgan se encargan del guion del filme del 2021. Guillermo dirige y han cambiado cosas, explicado y ocultado otras, le han puesto 40 minutos más al metraje y parecen 2 películas distintas, aun cuando tienen el mismo magma, la novela de Lindsay Gresham. Otra virtud es el protagonismo de Bradley Cooper, se ha convertido en uno de los mejores actores de la actualidad y llena de expresividad la pantalla. Tyrone Power hacía de un huérfano que caía en la correccional y se había vuelto un tipo ambicioso, egocéntrico y egoísta. Hambriento de dinero logra convertirse en brujo o adivino, con cierta reminiscencia al popular escapista Houdini, al ámbito de carnaval, espectáculo y circo en general, era un estafador. Cooper es ese mismo personaje, Stanton Carlisle, pero él es un tipo que oculta su perversidad, tiene secretos, rencores que carga como mochila, lo mismo pero en otro lado en el Carlisle de Power con haber otorgado una bebida a un alcohólico de avanzada enfermedad. En Power surge ambigüedad, se dará un factor presentado novedosamente en lo clásico pero muy recurrente en el cine de hoy en día. Guillermo opta por el realismo con especial maestría en el cine negro clásico pero con la brutalidad del cine moderno. Por todo esto los últimos 40 minutos del filme de Del Toro son sublimes, oro en estado puro, entretenimiento y hedonismo a la vena y una hazaña porque es algo nuevo, tan bueno como lo del pasado que luce por esa parte complejo pero despojado de adorno. Richard Jenkins hace tremenda performance, distinto personaje al filme clásico, éste ahora es un asesino (serial quizá) y jefe mafioso; el anterior era un millonario y empresario, pero ambos tienen un amor que quieren ver por última vez de manera sobrenatural y el estafador Carlisle prepara lograrlo. El plan trae sorpresas, ambas producto de su propia lógica. Jenkins en su rol lanza un devastador y literal: ¡voy a destruirte!, desespera la situación, desencadena la ira dormida, así mismo hace brillar magia cinematográfica. Ahí Guillermo pone dinamita, donde Power luce super clásico, remilgado. Pero no solo ahí el dúo Morgan-Del Toro logran lo imposible, vencer la "perfección" -entre comillas porque descubrimos que ahora le pertenece a otro-. La imagen del monstruo -el cierre de éste círculo perfecto- toma más forma en la última Nightmare Alley; la imagen es más dura, más potente, más dolorosa, más melancólica, más destino, ésta se argumenta más además. Esto hace que Del Toro haga una primera mitad bastante calmada, mucho más sutil en el alcoholismo y desaparición de Pete (que en el clásico es más bello su relato); hace uso de una narrativa en general detallista y lenta a un punto. Pero en la magia del mexicano está que al Carlisle de Cooper siempre se le achaca eso que nunca se le dice al exaltado galán Tyrone Power (salvo por las acciones del genial gigante Mike Mazurki como el bruto y básico Bruno que no se compra nada y parece pura envidia oculta), qué se le nota lo estafador por más que lo disimula o le salen bien las mentiras (mejor explicadas las estafas como adivino en Del Toro, aunque lo de llamar clave es una simplificación ingeniosa en lo práctico y lo empático esencial en la de 1947), que huele mal en realidad, que se nota que es de baja calaña, que es un elemento podrido, poca cosa, un mequetrefe, menosprecio que el Carlisle de Cooper siempre ha luchado por vencer, cosa que tampoco está en la de Goulding que está más centrado en lo esencial, aunque sin obviar que igual así logra ser efectivo y resaltante (o en Goulding parece propio del subconsciente). En la de 1947 la psiquiatra hace un uso esencial lleno de audacia que es tan solo mentir; en la del siglo XXI queda bastante patente lo rata que se anuncia la psiquiatra, con una Cate Blanchett exuberante en comparación a una discreta Helen Walker. Sobreviviré sentencia la del 2021, muy femme fatale. El mexicano deja en el ambiente el olor a sangre, a vísceras, un éxito en todo sentido. Bradley lucha con lo obvio, que su físico lo sindica de galán, y triunfa Del Toro, trabaja muy bien con ello, para hacer algo distinto, romper con imágenes preconcebidas con coherencia y habilidad. Ambos filmes giran en base a la fatalidad del alcoholismo y es ahí que Lindsay Gresham dejó el alma y pisó la gloria.