Laguna negra
Perteneciente al peruano, piurano, Felipe Esparza. En algún lugar de los Andes vemos los ritos de un curandero andino, de habla fluida y sencilla, no luce oscuro ni extraño, se presenta muy humano. El corto de 35 minutos abre con él sin poder verle el rostro, expresado como en el cine experimental. Más tarde -pasando a una hechura tradicional- vemos una casa grande pero antigua y a una niña y a un viejo viviendo en ella, su abuelo seguramente. Ésta niña se ve independiente, aunque pequeña, va haciendo sus cosas, se prepara el desayuno o se lava el pelo en un riachuelo junto a una amiguita. La niña es segura, pero trasmite inocencia, es muy flaquita y se comporta tal cual a su edad. Ella hace de ente observador y curioso, frente al curandero. El mundo del Ande peruano se perpetra místico, con su propio folclore y leyenda. Otro punto es el poder expresivo de la naturaleza y de los animales, todo el tiempo están cerca, son parte de un conjunto indisoluble. Naturaleza, representado en bestias o seres de Dios, y rito yacen juntos siempre. Todos los momentos suelen ser breves, incluso alguno como el de las velas rojas que en su belleza estética pudo durar mucho más al regocijo de la vista. El filme es un montón de escenas de fe y devoción por los orígenes, la cultura andina, y la trascendencia espiritual o el nirvana en la tierra.
Down in Shadowland
Dirige Tom DiCillo, cineasta indie que empezó como director de fotografía de Jim Jarmusch. Amante de 2 cultos, el documental y la comedia. DiCillo grabó durante el 2009 al 2017 el metro de New York y construyó un documental dividido en 8 partes creando una narrativa con personalidad; además le ha otorgado mucha importancia al sonido acústico o banda sonora. El filme pone algunos patrones en los distintos capítulos como el descenso de escaleras para ingresar a los túneles del metro o cuando la gente corre para alcanzar el transporte. Es un filme de emociones, tal cual retrata a gente humilde, mucha incluso poco agraciada, gente de las sombras también, vemos drogadictos, locos, slow people, pero también niños, profesionales, familias cálidas, chicas guapas despreocupadas de su físico, entre muchos otros. Por el documental pasan afroamericanos, asiáticos, latinos (en especial mexicanos) y caucásicos. Es una película que aboga por la no invisibilización, ya que se trata en mucho de un EE.UU. no muy bello ni comercial, aunque ahí abajo (alrededor) está muy presente el cine, el videojuego, el entretenimiento. El filme tiene un capítulo donde con música electrónica y adelanto de velocidad de movimiento parece crear un especie de momento sci-fi. El filme también critica cosas, como la facilidad de la venta de armas a ciudadanos americanos y la influencia en la criminalidad de la violencia audiovisual, incluso algo de política entre los opuestos Trump y Obama. La tesis se da con la gente hipnotizada con los televisores subterráneos. Es un retrato de un EE.UU. cero glamoroso, cero turístico, asoma mucha pobreza, como ver gente tirada en el piso o durmiendo en los asientos del metro, hay un entero capítulo dedicado a dormir dentro del tren. Ésta propuesta trasmite emociones, las construye, como ver como se manifiestan distintas formas de amor en los vagones, para pasar a tener presente que quienes vemos también existen, que el mundo no es siempre bello, que la humanidad tiene distintos rostros y acá también hay sentimientos. Es un filme que expone una cierta horizontalidad, todos, bellos y feos, distintas razas y diversas edades, presentan un mismo peso, son nuestra humanidad. Es un mundo duro, exige resistencia, como reza un capítulo la inocencia tiene un límite.