martes, 30 de junio de 2020
La diosa arrodillada
La diosa arrodillada (1947), de Roberto Gavaldón, deja ver que María Félix fue una muy buena actriz, no solo para el estereotipo telenovelero, era una buena actriz de cine, que podía ser seductora, sexy, y dulce al mismo tiempo. Incluso puede ser hasta irónica, no digo cómica. En éste noir hace de mujer fatal, de mujer deseo, haciendo pensar que un hombre puede llegar a amar a dos mujeres a la misma vez y tener al deseo, ese que te nubla por completo, por amor igualmente. María Félix es Raquel, mujer que tiene loco a Antonio, interpretado por un talentoso actor como es Arturo de Córdova. Antonio ama a Elena (Rosario Granados), su esposa, que es una muy buena mujer, pero Raquel lo excita en demasía -la escultura como eufemismo, tal cual esa línea que dice que a los hombres les gusta tener a las mujeres de rodillas-, le quita el sueño, le arrebata el aliento, y no puede contenerse en tenerla por amante. No obstante Raquel es una mujer inteligente y no quiere ser plato de segunda mesa, quiere que Antonio se divorcie y pretende dejarlo si éste no se divorcia por ella. En el camino la película muestra lo impensado, que tiene varias vueltas de tuerca. Antonio se debatirá hasta el final en sus confusos sentimientos. María Félix hace de una mujer fuerte al tiempo que luce como bailarina sofisticada. Arturo de Córdova se presta muy bien para el papel del hombre atormentado. Gavaldón construye un noir sencillo, pero super ameno, que recuerda a sus otras películas, que se hayan hermanadas. La propuesta exhibe una buena explicación sobre el deseo como poderosa tentación y pecado, como imán irresistible. Antonio no duda hasta en convertirse en criminal a la vera de la locura que desencadena el deseo. Pero visionando una película sumamente clásica que no tiene ni un sólo desnudo siquiera, y aun así aborda el deseo en máxima gloria. Por todo muestra gran ingenio, el ingenio de antaño, la hermosura de lo clásico.