Ésta es la mejor película catalogada del colombiano Jairo
Pinilla. En una primera parte una niña sufre de maltratos por una malvada
madrastra que se queda a cuidarla en una finca en el campo. En la segunda parte
la niña asiste al funeral de la madrasta en su misma casa. La primera parte
muestra a una mujer mayor diabólica, practicante de brujería y hasta homicida.
La segunda todo el odio que anidaba en la madrastra le crea enorme pavor a la
niña que se queda sola a velarla. Pinilla en la parte del funeral hace uso del
suspenso, ¿qué pasará?, te preguntas, pero Pinilla opta por lo básico, como
refleja su cine, carente de mayor originalidad e imaginación, busca ser lo más
correcto posible, y eso le juega bien en el aspecto técnico y estético, pero en
la historia, en el atrevimiento, en la distinción, en la novedad el aporte es
ínfimo, casi nulo, con lo que tenemos entre manos un filme medio soso. No
obstante la niña protagonista actúa muy bien, y esto le da dimensión a la
propuesta siendo ella lo más trascedente del filme, frente a padecer a la
madrastra en dos ámbitos, tenerle miedo a razón de la violencia física y en la
posibilidad de lo sobrenatural. El filme es súper simple, de narrativa escueta,
centrado en un par de actos, otorgando prioridad al miedo como meollo del sufrimiento
de la niña protagonista. Es una historia de abuso, ahí está el terror, es una
película realista, con tintes de excepcionalidad imaginaria, en la brujería y
en lo fantasmal. El filme decide ser sencillo, es cine austero, pero estético,
bien narrado, con ritmo, pero exento de fiesta, de locura. Es un cine
convencional, clásico, humilde, ligero, amable y formal. Tiene algo de gracia,
aunque sea poco. No es una propuesta revolucionaria, ni muy original, pero
Jairo Pinilla debuto con éste filme, consagrándose como pionero del cine de terror
en Colombia. Tiene un aire leve a realismo social, con la ambición de dinero
fácil como leitmotiv, pero con mayor amabilidad y soltura.