What's Up, Doc? (1972) es una de las mejores películas de Peter
Bogdanovich, una obra por la que se inmortalizó en la comedia, en la historia
del séptimo arte, y es una screwball comedy, una película alocada, una película
de enredos. La película de Bogdanovich se hace algo complicada de seguir
exactamente, en querer saber cómo 4 maletas idénticas terminan mezclándose entre
sí y generando un estado de locura, de caos, de tremendo desorden. Pero eso no importa,
lo que interesa es reírse con esto. El filme se reta, va al extremo de la
anarquía y eso gracias a una simple maleta de cuadrados que llevan distintos
personajes.
Otro punto capital del filme es la presencia de una genial Barbra
Streisand, que puede parecer que la mueve la sinrazón, porque genera el caos de
la nada, más allá de que desde el arranque se ve que le produce a todo mundo accidentes
o desperfectos por naturaleza, pero su andar lo motiva en realidad una simple
atracción, un flechazo profundo, un amor a primera vista, o quizá un capricho, por
Howard Bannister (Ryan O'Neal), un profesor estudioso de unas rocas ígneas musicales
con las que ha formado una teoría y lo llaman un arqueólogo musical. Bannister
es un tipo de lentes, un hombre formal, digamos que aburrido, pero es su
atractivo físico el que hace que Judy Maxwell (Barbra Streisand) lo persiga,
hasta hacerse pasar por su esposa e incluso a “obligarlo” a que acepte esto.
Lo gracioso viene a ser también que Bannister tiene una
prometida, Eunice Burns (una muy graciosa también Madeline Kahn), que hace de
la típica esposa dominante y poco agraciada. En un momento con ella llegaran a
la apoteosis cuando un televisor se incendie y destruyan una habitación de un
hotel, uno de los puntos de máximo desorden de la propuesta. Ya para eso la
confusión con las maletas estará sembrada. No solo Bannister y Judy tienen cada
uno una de las maletas endemoniadas, sino también una vieja rica llevará sus
joyas en una igualita, desatando la codicia y corrupción de los empleados del
hotel a donde todos irán a parar. A su vez la cuarta maleta le pertenece a un
sujeto que parece un espía, seguido por alguien que quiere hacerse con los
documentos secretos del gobierno que lleva encima.
El filme de Bogdanovich realmente es alucinante apretando los
botones hacia el caos, hacia el absoluto despelote, hay ratos en que la
confusión es enorme y, desde luego, la risa abundante. El incendio en el hotel
no es nada, viene mucha más diversión. Salen a la calle y como en una película
de acción surge una persecución en vehículos con hasta cuatro autos siguiéndose.
Pero antes sigue la buena broma con el robo de un triciclo que produce una de
las imágenes más clásicas de la historia de la comedia moderna, con Streisand y
O'Neal subidos en éste. Entre ellos hay lugar para destellos de comedia
romántica. Existen momentos tiernos, aunque no es la típica comedia romántica,
es más una comedia de enredos.
Hay dos movimientos clásicos muy graciosos en el filme que
me vienen a la mente. A un empleado poco agraciado le dan la misión de que
seduzca a la vieja de las joyas, y el hombre no sabe mejor forma de detenerla
para una conversación que ponerle cabe y derribarla al piso, algo que puede
sonar ridículo, pero que también se puede ver de manera seria en el debut en el
cine de Tom Hanks que en el slasher He Knows You're Alone (1980) recurre a éste
artificio. El otro es que una cruel Judy manda a Eunice –su designada
competencia en el amor- a una casa de miedo donde aguardan unos gángsters por
las joyas de la anciana. La imagen de Eunice es impecable, aunque sea en buena
parte un estereotipo; toda ella produce mucha gracia. Igualmente el actor Kenneth
Mars como un malvado musicólogo engreído y celoso de Bannister es sumamente entretenido.
En la casa del director de la fundación, de Frederick
Larrabee (Austin Pendleton), llegamos hasta un segundo momento de frenética locura.
Una persecución muestra un triciclo de repartidor convirtiéndose en dragón
chino y otra desnuda su esencia como un festival de disfraces, tal como lo son
las maletas. En el juicio se manifiesta todo de lleno, como última gracia, se
dicta que no se entiende nada, cosa que el filme de Bogdabovich maneja
perfectamente proponiéndose anárquico, libre,
potente, práctico y muy humorístico, en la que es una de las mejores screwball
comedy que ha dado la gran pantalla, una hazaña moderna teniendo a genios como Ernst
Lubitsch y Howard Hawks como antecesores, y manipulando nada menos que el show
de Bugs Bunny.