miércoles, 21 de noviembre de 2018

El infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman)


Éste filme de Spike Lee se ubica en el pasado, es una historia de mediados de los 70s, una historia real, pero se emparenta con el presente, con el gobierno de Donald Trump, que incluso al final vemos en imágenes reales cómo neonazis americanos generan disturbios y no son rechazados firmemente por el presidente del país. Una línea de diálogo señala que no cree que un presidente como Trump fuera a existir, hablando en general, pero el filme de Spike Lee pone la mano sobre la llaga, ironiza un poco también a ese respecto.

En el filme hay un trabajo conjunto, entre dos héroes, uno judío, Flip Zimmerman (Adam Driver), que no es muy practicante de su fe, pero con la investigación se sentirá identificado; y un afroamericano, Ron Stallworth (John David Washington), el primer policía negro de Colorado Springs. Ambos logran infiltrarse en el moderno Ku Klux Klan. Stallworth es la voz en el teléfono y en las negociaciones y tratos; y Zimmerman es el cuerpo, la figura en el lugar. El filme habla del abuso policial que también remite a la época y gobierno de Trump, pero Spike Lee como su personaje aún guardan fe, distinguen, entre los buenos policías y los corruptos y violentos, que asesinan afroamericanos, por estereotipos o por racismo. En ello Harry Belafonte, en su labor de activista, describirá al mínimo un brutal asesinato de éste tipo.

La propuesta de Spike Lee presenta varias aristas y puntos de vista alrededor del racismo. Esto admite discutir la mirada del resentimiento y la violencia como respuesta a los supremasistas, que deja en claro la presencia y el discurso de un joven intelectual al estilo de Malcolm X,  Kwame Ture (Corey Hawkins), dirigiéndose a los estudiantes de color que están que se debaten en qué hacer, en cómo reaccionar ante la discriminación. A la cabeza de los estudiantes está una activista y bella mujer, Patrice (Laura Harrier), que aparte de ser la sección romántica del protagonista, será el punto medio o decisivo finalmente de cómo piensa el director. Ahí entra a tallar Ron Stallworth que enfrenta al racismo, no es un ente pasivo, pero tiene la mente abierta y es tolerante, sabe separar el grano de la paja, como policía y como ser humano, está abierto a llevarse pacíficamente con los blancos, pero luchando contra los racistas, por eso su intervención en el KKK es capital, cosa que sucede producto de su iniciativa, porque también es un policía emprendedor.

Por un lado tenemos a un extremista y estudioso afroamericano en Kwame Ture, y por el otro a un doctor racista interpretado por Alec Baldwin, ambos exponen sus discursos brutos, peligrosos y oscuros o agresivos. En la práctica el líder, la mano dura, del KKK, la representa Felix Kendrickson (un magnifico Jasper Pääkkönen), ya que Walter Breachway (Ryan Eggold), el líder formal de Colorado Springs, es un tipo suave, de poco carácter, y quien es el que le abre la oportunidad de integrarse a Ron Stallworth en la figura de Adam Driver, pero con la personalidad de la interpretación de John David Washington, lo que genera una gran ironía cuando el máximo líder, David Duke (Topher Grace), es engañado, burlado, por Ron con quien suele tener conversaciones racistas sin percatarse Duke que sólo sabe de estereotipos, y que Stallworth representa un afroamericano inteligente, educado, sano y ganador.

Lo interesante del filme también es que Spike Lee recurre a gente común, no a grandes estructuraciones de protagonistas, en esa línea tenemos a la esposa robusta de Kendrickson, una sencilla ama de casa, pero una extrema racista, producto también del amor e influencia que siente por su marido, aun cuando éste es un salvaje, un criminal. Ella es Connie (Ashlie Atkinson), que es determinante en la conclusión del filme, uno que tiene un final abierto porque ésta situación racista sigue en pie gracias a un gobierno como el de Trump, según nos indica el director, ya que Spike Lee es muy notorio en dejar ver sus ideas políticas y sociales.

Aunque el grupo político estudiantil tiene mucha ira y se le percibe propenso a entusiasmarse con figuras como la de Kwame Ture, a ser manipulados hacia la violencia, el policía afro Ron es más abierto a trabajar con blancos, a integrarse, a generar inclusión y compañerismo mutuo. En la policía hay un mal elemento, un tipo racista y abusivo, un tipo con poder manejado negativamente, el filme de Spike Lee lo distingue, y hace que el enfrentamiento sea lógico, sea especifico, y no generalizado, esa es la influencia saludable de un héroe como Ron. Éste agente y mal elemento, Andy Landers (Frederick Weller), no es un estereotipo, es más bien del tipo que uno no lo percibe extremista, sino naturalizado, fresco, como muy seguro de sí. Es lo instituido que viene a derrumbar la película, mirando siempre hacia el presente, no tanto en la obviedad del asunto que ya cae por conocimiento, por ello Felix Kendrickson más que discurso y efectismo representa primitivismo y furia, aunque su criminalidad tiene poco de exageración.

El filme no genera demasiado humor, no es que sea especialmente gracioso, pero es bastante entretenido, muy ágil, muy relajado, muy ligero. John David Washington es un policía efectivo, valiente, pero de esa consistencia –tal cual sus movimientos de karate, cuando se fastidia-, igualmente Adam Driver, que como actor representa el relajo por antonomasia, y que va meditando su judaísmo de manera ciertamente inocente –muy opuesto a la inteligencia de un Philip Roth-, quizá hasta lleve una leve ironía muy contemporánea. Topher Grace sí produce gracia intrínsecamente, como líder máximo del KKK, aun articulándose seriamente, de manera ofensiva o sofisticada. Laura Harrier también es una gran pareja, forma con David Washington un dúo perfecto, redondo. Sus diálogos sobre Blaxploitation son cool e interesantes, así mismo su percepción de dos filmes indicados de racistas, El nacimiento de una nación (1915), que es una mención clásica, y Lo que el viento se llevó (1939), que es más discutible.