viernes, 23 de noviembre de 2018

Expectante


Segundo largometraje de ficción del peruano Farid Rodríguez Rivero. Recuerda los filmes de Eduardo Quispe, en su economía, sencillez formal y austeridad, pero la realización de Rodríguez Rivero tiene tomas y, en especial, seguimientos de sus personajes, mucho más competentes. Tiene tomas sencillas, pero bien ejecutadas. Conceptualmente es muy básico. En los filmes de Eduardo Quispe se tiende a hablar mucho, a tratar de profundizar en algún tema o simplemente dejar volar la mente en diferentes puntos. Digamos que Farid prefiere lo puntual y común, lo intrascendente, el diálogo del día a día, que imaginar un cine intelectual. El filme es un logro técnico en comparación al llamado cine indie nacional en general, pero en las coordenadas de lo esencial. El protagonista camina con sus amigos a comprar unos sanguches y más tarde acompaña a dos amigas. En estos trayectos la cámara se luce eficiente, ágil y estética. Ésta pasa al frente o los sigue por detrás sin crear secuencias o encuadres imperfectos. El filme gira alrededor de la inseguridad de nuestra ciudad, Lima. La propuesta abre con el muchacho protagonista observando por la ventana; logra mirar a la distancia a una patrulla. Se encuentra solo en su hogar, de un rato a otro coge un fierro –lo que suena algo un poco irónico, o extremo- y camina por dentro de las habitaciones. En estos momentos uno puede imaginar que tratamos con una película de terror, pero es por un breve lapso. Luego pasa el filme a la intrascendencia, con los amigos, chiquillos aficionados a los juegos de vídeo que escuchan la música bailable que les ha tocado vivir. Hacen chacota, se toman el pelo mutuamente, escuchamos un lenguaje coloquial, pero no demasiado vulgar. Pertenecen a la clase media o media alta, dentro de un distrito seguro, con sus incontables rejas y guardias nocturnos –la ubicua noche imprime su misterio-. Pero aun así la atmósfera va de la mano de aquella experiencia real que cuenta una compañera. Ella describe un asalto en plena calle, lo mismo que articulará esa caminata solitaria del protagonista en su regreso a casa, donde cada vehículo que pasa cerca o cada persona apoyada en un poste generan expectativa, ¿ocurrirá algo? Ésta propuesta alienta ese pequeño estado de conciencia en el espectador, de temor, que bien apunta el título, aunque resulta algo obvia en sus postulados. El filme en su parte gruesa narrativa nos muestra a chicos comunes, chicos felices, muy bien descritos en su afición al anime, a la modernidad. Se ve una película relajada (humilde), fresca. Es un buen inicio, para pasar a un filme más atrevido, más original; pensemos que no demasiado lejos tiene tampoco el cine de Hong Sang-soo, en cuanto a economía, austeridad y a sencillez formal, solo que éste despliega mucho más recursos.