Un trasero empieza a agitarse en pantalla, en realidad sólo
un pedazo de él, está bailando al ritmo de una canción de moda, así abre el
documental de la brasileña Juliana Antunes. En éste conoceremos a Negao,
Leidiane y Andreia. Andreia es el centro del filme, y comparte con su amiga Leidiane,
mujer joven de una gran prole de pequeños, el día a día en la favela Vila
Mariquinha, en Belo Horizonte, en el estado de Minas Gerais. Vemos como beben
cerveza y fuman, como se entretienen, como lamentan la violencia de la zona,
dicen que a cierta hora no se puede andar por las calles. Negao, un muchacho de
aspecto bastante relajado, de muy poca meditación, libre y despreocupado, del
tipo hip hop o a lo Snoop Dogg, es buen amigo de Andreia, comparten una línea
de coca. El documental trata de ser lo más descarnado y real posible, pero sus
protagonistas son simpáticos aun así, parecen gente amable a pesar de su
precariedad y llaneza, mantienen la alegría, lucen positivos, no se quejan
mucho como película socialista, más bien piden lo justo, un lugar tranquilo
para poder caminar sin temer morir. Andreia tiene una meta, quiere ir a vivir a
una favela más pacífica, se llama Baronesa, y la cosa es bastante clara, ella
habla de invadir lo máximo posible, la realidad es dura para ella y la mujer simplemente
sobrevive como puede, mientras en el trayecto se relaja, se toma su cerveza en
la puerta de su casa, comparte grandes conversaciones con sus 2 mejores amigos.
El filme es en buena parte como “filosofa” ésta gente
humilde, Andreia en especial. Es darles voz absoluta y escuchar cómo ven el
mundo (a veces sólo a través de acciones, como Negao), sin drama tampoco, no
son gente lacrimógena, es gente fuerte. Oímos de su vida personal, los vemos reír
y tratar de tener una vida satisfactoria a uno que va hasta un sueño de
mejorar, con algo “pequeño”, mudarse, siempre difícil de conseguir. Pero, claro, hablamos también de construir una nueva casa. No es poca cosa. Es el gran dilema de la vida, tener dinero
para vivir decentemente, para ser feliz. Lo interesante del filme es que no
trata de maquillarnos gente impoluta; sí, existe simpatía, no vemos un lado violento
directo en ellos, pero nos acercamos a la sombra de hacer algo delictivo, tomar
drogas, llenarse de hijos que apenas están vestidos. Andreia confiesa sin pelos
en la lengua con fuerza que tuvo que defenderse de un familiar abusador sexual
y pensó que lo había matado. Es una mujer que a temprana edad debió ingeniarse
como subsistir en el mundo. Muy cerca de su casa en una pared brilla la bandera
de Brasil, la favela Vila Mariquinha es también Brasil y en ese lugar hay gente
que voltear a mirar.