lunes, 23 de marzo de 2015

Poseídas

Hay como una pequeña movida en el cine nacional dentro de lo comercial con las películas de terror, a razón de Cementerio general (2013) que es una de las películas más taquilleras de nuestro séptimo arte. Ha pasado por la cartelera La cara del diablo (2014), de Frank Pérez Garland; del interior habiendo un background regional llegó a salas El Demonio de los Andes (2014), de Palito Ortega; Secreto Matusita (2014), de Fabián Vasteri; La entidad (2015), de Eduardo Schuldt; y ahora llega Poseídas (2015), de Sandro Ventura, su quinto filme.

Estamos ante una película que no está recaudando mucho en taquilla y que parece exhibir un cierto agotamiento del público, de cara a la falta de novedad formal de la propuesta, notando que estamos observando una obra de aspecto muy peruano, en el sentido de muy casero, si bien no es que sea demasiado precario a lo llamado indie nacional, sino es lo que implica su concepto, más allá de lo literal, su alcance artístico. Se trata de cuatro jovencitas guapas y un muchacho seductor, integrados por actores de televisión y modelos ocasionales, que tras un trabajo universitario de uno de sus integrantes deciden experimentar con la sugestión, como ellos mismos suelen decir de su proyecto, y pasan la noche en una casa embrujada, idea que juega con lo universal, sin salirse de sus estrictas coordenadas, siendo lo de siempre, aunque pareciera que Sandro Ventura pretende crear un nuevo cuento con un monje perverso y una secta, alguna frase ininteligible de oscurantismo y las posesiones del título.

El filme hace uso de hasta cuatro líneas narrativas, una en un estudio de televisión en que se desarrolla una pequeña crítica al periodismo sensacionalista, el que hace show del sufrimiento, en donde predomina el rating por sobre la ética; otra en la búsqueda de información que vender, por un asistente metido en la casa maldita con la ayuda de un policía miedoso en el actor Roger del Águila; una tercera en la de la familia de una de las victimas; y por último la base de todo el conjunto, en el  proyecto mismo.

Como se aprecia, es elogiable que haya cierta complejidad estructural. Sin embargo no se provee de buena sustancia con dicho ingenio ni los sustos llegan a ser contundentes o solventes. No todo es malo al respecto, es cierto, pero no logra contener una obra de gran valor en el género, quedando en algo pobre en general, donde se intenta mucho asustar pero se repite mil veces el mismo método, hasta el risible del final que parece sketch de programa cómico.

Y, ¿cuál es la fórmula?, echar a gritar a cada rato como unos locos moviéndose por los recovecos de la casa, haciendo uso de cambios de humor, un vaivén continuo entre el relajo y la tensión; ir tras alguien y separarse, sin escapar, aun enterados del asunto, quedándose por algún pretexto ocasional; el más fácil y directo es que uno los tenga aprisionados con la llave teniendo intenciones sin tino de no ver en medio del temor, atrapados en cuatro míseras paredes. Al mismo tiempo se instaura la falsa alarma, el susto de engaño, en una de verdad y otra de mentira, nuevamente haciendo gala de un recurso "ilimitado". Éstas dos son las herramientas principales: gritar y falsear.

Existen algunos momentos salvables, está un único rato de supuesto gore, sólo que habiendo mucha oscuridad, otro punto en contra, que fuera de conseguir una atmósfera tenebrosa fastidia la mala visibilidad, una constante que produce que muchas veces no se llegue a identificar a los protagonistas, aunque uno los pueda ver como carne en el asador. También el efecto es muy rápido, aun generando alguna derivación interpretativa. Pero el mejor rato de horror en cuanto a manera de El Exorcista (1973) es cuando arrojan a alguien por la ventana y ríe el homicida sin control; en ésta escena uno siente maldad con cierto aire inocente, sólo aquí se atrapa plenamente, viendo que hay otros intentos pero caen en el ridículo. Otra cosa es que si se intensificaba el aspecto del cuarto rojo (en lo lujurioso) ganaba mucho más el filme. Todo se mezcla con paganismo pero bajo demasiada brevedad explicativa, poco sostenimiento, recurriendo solo a lo básico y visto. Tanta redundancia y andar en on/off hacen que uno sienta que el filme se hace eterno; tampoco se puede negar que de raíz la propuesta está huérfana de creatividad argumental. El filme divierte algo, pero termina agotando.