Como la mayoría en su estreno esperaba muy poco de ella, pero es una película no solo muy bien hecha, tanto como entretenida –visualmente cautivante, aun adhiriéndose a articular éstos juguetes en sus características-, también llena de mensajes muy positivos para la existencia común y para el mismo séptimo arte. Cada parte encaja perfectamente, lo que suele generar un entusiasmo justificado, de cara a la audacia y genialidad en conjugar varios niveles de lectura, de lo que todo pervive con suma elocuencia y hasta sabiduría popular, esa a la que se enfrenta y trata de renovar de forma simpática, relajada, incluyendo a lo sanamente cómico.
El filme nos habla de una continua “renovación”, es decir, de una apertura que rompa (ciertos) moldes, no trabaje tanto como un manual, o en lo noble o ideal no se trate solo de mercantilismo o negocios, como la representación del “villano” -Lord Business, voz de Will Ferrell- al que se trata de humanizar; con lo que al llamado hombre de arriba, padre, jefe, empresario, se le consigue hacer ver el beneficio en darle una oportunidad o espacio a un niño, al hijo, y a lo que significa, al nuevo, a la continuidad, al complemento, y al juego/sentido que permite aparecer a la novedad, a la alegría/éxito compartido y a la inventiva. El filme busca el equilibrio, como invoca la broma con la llegada de la hermana y la ñoñez, que bien lo escenifica el personaje de Unikitty en su felicidad impoluta, forzada y molesta. En pocas palabras implica la convergencia de la autoría con lo mayoritario, permitiendo sobre todo al pequeño –la metáfora principal- o al hombre de a pie –liderados por Emmet Brickowoski, en la voz de Chris Pratt- ser el tipo especial, el héroe, el salvador, apreciando la libertad creativa y la imaginación del que viene después (véase el llamado a lo distinto, lo original y lo personal que se hace directamente), en creer en que todos podemos ser la opción central como el icónico, cool, ganador y simbólico Batman (habiendo una idea irónica como descargo, en linterna verde, el superhéroe arribista).
Otro punto interesante es el llamado -al hombre común- a salir del letargo, apreciar y ser más capaces con nuestra libertad, (intentar) ser excepcionales (un sentir muy contemporáneo, sumamente optimista), o mejor, poder sentirse como tal y alcanzar metas personales; como con la crítica ligera a comprar el café caro (representación del materialismo y consumismo absurdo), al ente domesticado visto a través de la música pop (la falta de adrenalina, riesgo e intensidad en cada vida; si bien la película destaca lo familiar, pero permitiendo la broma como con la obligación y seriedad que le exige Wyldstyle a Batman como pareja), a la dependencia de un trabajo metódico que nos vuelve monótonos y austeros (implica innovación en lo nuestro, más que patear el tablero; vencer la frustración contra todo pronóstico, acotando que no es ninguna opción), peleando contra una sobredosis de orden, en un despertar que utiliza sólo de partida a una mezcla de Total recall (1990) y Matrix (1999) pero sin demasiada paranoia, que nos dice que al encajar tan bien en el sistema –visto desde abajo- nos volvemos invisibles, desprovistos de personalidad y de verdaderos anhelos y búsquedas propias, y eso hay que cambiar para brillar en verdad; como en el universo real del niño -y el desdoble mental- con el lego (el más dotado maestro constructor), ser parte de, tener sueños, conciencia, explotarnos y participar realmente del mundo, como si estuviéramos metidos (y administrando) en el mejor de los juegos.