Es una propuesta que huele a ganadora, se nota que tiene el
ánimo de agradar como arte y tiene méritos de sobra para conseguirlo (trata
sobre las iniquidades hacia los judíos; como pone en la balanza la identidad y
el libre albedrio que incluye lo cultural y familiar, en qué religión se profesa, o ninguna),
con un tino y buena mano ejemplar, aunque no yace exenta de cierta intrínseca polémica,
solo que dentro de un trato delicado, pero transparente, donde se respetan
puntos contrarios, se evita el cebarse en la crítica, o consensua porque ya se
habla de una mano dura en los juicios del gobierno comunista de los representados
60s del filme que implica el personaje de Wanda (una prodiga Agata Kulesza), la
que ostenta detrás ciertos datos biográficos reales.
Moviliza muy bien sus temas, en la que es una obra redonda
diría, a través de la sencillez y la claridad, sin que todo esté dado por hecho,
ya que te permite reflexionar por cuenta propia, trabajando perfectamente un
asunto que ya debe tener cansados un poco a los polacos (pero que abordarlo merece
toda la atención, y a esa vera el reproche nacional que se hace), en el colaboracionismo
de la población de Polonia con los nazis durante la segunda guerra mundial. Con
éste el director Pawel Pawlikowski toca a su vez el aspecto sexual, de
libertad, frente a la vocación religiosa o los parámetros de limitación
producto de las convenciones de la fe católica; escoger entre éstos dos caminos,
marcados en la presente película, de la mano de la aun sensual, solitaria y de fuerte
carácter de la tía y único pariente vivo de Ida llamada Wanda que representa la liberalidad, la aventura casual, la
promiscuidad (como por su lado lo hace el jazz en el filme), a la vez que se le
dibuja como un ser complejo que tiene de vulgar como de excepcional en una
cotidianidad digna de una autoría privilegiada. En medio de la falsa seguridad
de saber quién uno es o que estamos haciendo bien las cosas, porque todo se
pone a discusión, en una propuesta que articula distintas vertientes, dentro de la oculta
duda que logra ver la luz o nos quiebra, el concepto general del filme.
Otro tema es la ideología política, tratada sutilmente, dejando
mucho quehacer elíptico al espectador, en que como hecho histórico contextual
permite refractar pensamientos o hacer de espejo a la vera de los otros elementos escogidos como centrales,
más trabajados, y es que la huérfana Anna/Ida (Agata Trzebuchowska) que pronto
va a ser monja, descubriendo antes dos mundos que se abren ante ella (sus orígenes
y el concepto familiar a través de la sexualidad), alberga suma
complementariedad analítica con la época tanto como el pasado del país, con lo
que la labor de Pawlikowski se hace muy rica intelectualmente, aparte de la apariencia
de ser una obra cautivante que se deja entender muy bien, no obstante con
características de autor que la hacen un poco trabajosa para el espectador
promedio, que se enfrenta al blanco y negro, y a cierta (mínima) carencia de ritmo.