En nuestra alicaída cartelera del 2014, lo de siempre, donde
es como estar a cuentagotas en el infierno, buscando a ver si algo notable cae,
lo cual sucede una vez cada tiempo,
aparece ésta película, la que por su cualidad de críptica y surrealista es todo
un logro que se haya encontrado en nuestras salas de exhibición, siendo un
simpático “descubrimiento”, al ponerme al día con las que se me pasaron o se
postergaron demasiado, pero que llamaban mucho la atención, sorprenden y valen harto
la pena. Y es que el director canadiense Denis Villeneuve no es una novedad en
cuanto a seguirle el paso, como a su talento y al interés que provoca, ya que Incendies
(2010), que fue nominada al Oscar, lo dio a conocer al mundo con una excelente
película.
Así vemos que en su filmografía estila la autoría irreverente. En Maelström
(2000), con la historia de una joven, bella y fresca mujer caótica, tras la extrema
lucha existencial. La cual se hallará a sí misma en el amor, no sin antes enfrentarse
a sus trágicos errores. Y la profundidad, seriedad y reflexión de la fragilidad
de la condición humana en Polytechnique (2009), sobre la Masacre de la Escuela
Politécnica de Montreal a manos de un desquiciado que asesina a más de una
docena de compañeras de estudio arguyendo odio al feminismo como causante de injustas
ventajas, disparidad aprovechada y muchos daños sociales que lo incluyen. Éstas películas son menores a un punto pero valiosas, como para echarles una satisfactoria mirada.
Habrían que pasar 3 años para que vuelva, no con una sino con
dos propuestas muy atractivas que nos lo pone muy claro, Denis Villeneuve es un
estupendo director. Una de ellas es Prisioneros (2013) donde la perversión, la sombra
de la contaminación de un pueblo –por medio del abuso y el miedo- y la deformación
moral o esencial, y las salidas anti-éticas por presión, frustración o desesperación
son el camino común a seguir en medio de una lucha por subsistir bajo éste tipo
de impiadosas -hasta sucias y deplorables- reglas, en un contexto muy duro en
que se da pie a la tortura de un retardado, rol del eficiente y exigente actor Paul
Dano, tras ser un posible pedófilo, o cómplice de secuestro, habiendo un manejo
delicado pero seguro e incluso osado que sortea temas espinosos con el ánimo de
implicar una rabiosa intensidad y el mejor suspenso, que el canadiense consigue
en muy buena medida en sus propios términos, a la par de un sencillo pero contundente estudio
en lo que invoca el título. Con esto hay razones para odiar tanto como para amar el filme en
su libertad funcional.
Posee gran ritmo, varios giros, dos grandes protagonistas. Uno, el infravalorado pero bastante mejor de lo que se le concede, Hugh Jackman, con una interpretación de sumo carácter, y el otro, Jake Gyllenhaal, con una prominente sugerencia
expresiva y un quehacer fuerte y gravedad, sin forzarse como policía de acción. Con
ellos muy bien la irreconocible Melissa Leo y el convincente, fuera del
estereotipo, Terrence Howard. Muchas audacias y una elogiosa imprevisibilidad hacen que caiga preciso en su categorización de thriller criminal, asegurando un gran momento
de entretenimiento, mientras trabaja mucho el misterio y cierto intrincamiento,
aunque lleva de trampa en el proceso, que en ese sentido vemos que Villeneuve
toca el límite de lo arbitrario o inverosímil, pero sabe ser finalmente
coherente, como con la otra película que nos llega de él, y es la que tratamos,
Enemy (2013), que se basa en una obra de José Saramago.
En Enemy se sirve el misterio desde el arranque con ese
cuarto de libertinaje y perversión que recuerda a Requiem for a Dream (2000). Con
ello el plato está servido. Son las reglas del juego que seguirá y desilusionarse
es culpa de uno, porque cumple lo que promete, siendo un cine que en lo
personal confieso que me cautiva, filmes que son un especie de laberinto que nos
dejan mucho que pensar, en cuanto a armar un rompecabezas. Y no se trata de
dejarse llevar, asunto al que suelo oponerme por lo general, sino prestar
atención y entender cada pieza.
La atmósfera es vital, gana puntos el filme con ello tanto
como “molesta”, para entrar en las coordenadas del asunto. Busca no solo inquietarnos,
también desconcertarnos. Predomina un aire
de anormalidad, de suspenso, da la impresión de que algo malo va a pasar, asoma
la sensación de una ruptura perenne. Nos ponen en un espacio geográfico
lúgubre, apagado, desértico, de cierto mal estado, indeterminado a un punto.
Entonces aparece un descubrimiento, el punto que nos define y nos confronta, por
“accidente” vemos que alguien se nos parece físicamente al punto de lo
idéntico, tenemos un doble, para lo que surge la inevitable figura ¿qué si mi
vida fuera otra?, palpando la noción de un desdoble mental, la proyección de
una fuerte necesidad reprimida, una potente carencia, que yace en lo prohibido,
en lo vulgar, en la simplificación del yo, en el dejarse ir, a la vez que en el
alejamiento de las responsabilidades que es uno de los elementos que une a Adam
y Anthony (tremendo Jake Gyllenhaal, por partida doble), y a todo ser humano, tanto
como las convenciones, el orden, la ética y lo moral, el hastío, el rechazo a
lo que tenemos, el desencanto, la frustración. Empieza o, mejor dicho, retorna el
sueño, mientras sopesamos los pormenores del contexto (hay que recordar que el
espectador vive al personaje a través del misterio y el juego, hay una fusión),
una mujer embarazada –también un ideal de paz que no se tiene; otra proyección
mental en disputa, o una posible salida, de lo que se espera del protagonista y
quizá de sí mismo en una autocensura- y una novia conflictiva que nos rechaza
sexualmente, a nuestro hedonismo descarnado. Atendemos que más que algo literal,
el thriller, la aventura y la historia de los hombres iguales y como chocan
entre sí frente a verse en el mundo reconocidos por el otro, se trata en
realidad de un simbolismo, un mundo mental en medio de un llamado a cierta
corrupción, un especie de limbo psicológico.
La llave es el recordatorio de la tentación que vuelve, como
la carta que “usurpamos” al "doble", si bien es más que compartir la semejanza física,
tienen una conexión psicológica, habiendo una preocupación constantemente
oculta, que sería el leitmotiv en las arañas como demonización o estado de
locura, que remite indefectiblemente al mundo surreal de David Lynch. Pero
aunque a todas luces es un conflicto, nos atrae indeteniblemente en todo sentido de manera subyugadora y determinante, como justifica que sea como una investigación
anónima al comienzo y no algo simple en un encuentro. Hay algo oscuro detrás, siempre latente, que invita a pensar en Eyes Wide Shut (1999), un tema sexual
que invoca el poder y la libertad, que como vemos puede ser principal y más complejo
de lo que creemos.
Son distintos
en lo literal, uno es un profesor académico, racional, convencional; el otro, un
actor de tercera, aventurero e irresponsable, mujeriego, libre de alguna forma para
dar rienda suelta al instinto y a la infidelidad, viendo a la promiscuidad y la
perversión como camino o meta. Me viene a la mente Dead ringers (1988), en el anhelo de libertad en pos del
amor/liberalidad y extremismo sexual, un punto de partida que puede indicar
más, de secreta búsqueda, de cambio, tras una dependencia de imposible desunión,
que puede indicar la vida misma, y que se contrapone con lo autodestructivo
como en ese accidente en auto que significa el rechazo en varios niveles, como
en lo femenino, lo sexual tanto como la desconfianza de la deslealtad, en un difícil
y hasta imposible anhelo de complementariedad, en ambos filmes, dadas las circunstancias.
No obstante son un único cerebro en pugna, ya que el otro aunque más mundano es parte de
su interior, en un sentir que agrede al protagonista que es el catedrático,
viendo que la película es más una representación de la psiquis en conflicto, enfrentándose
a lo contenido y continuamente trunco, tratándose de un opuesto a nosotros y a
nuestras creencias o a las de la mayoría de la sociedad. Puede que esté hasta enfermo
(que sería lo secundario o irrelevante frente a las ideas y el manejo que
destila, cómo se asume), o mejor dicho, sea el encuentro audaz con los
recovecos mentales dispuestos para su entendimiento visual. Nos hace apreciar
una profundidad que aunque en el ecran sencilla al fin y al cabo, permite volar
mucho la imaginación tanto como entretener en su juego críptico y su cualidad
de thriller. Proporciona una pequeña gran oportunidad de reflexión por su
lado, y el final nos lo pone claro. No es en absoluto gratuito. Representa un callejón
sin salida en nuestro laberinto conceptual y existencial. La hipnótica (terrorífica
y deliciosa) tendencia o llamado a la perdición, como en The Wrestler (2008).