martes, 22 de noviembre de 2011

Una noche con Sabrina Love

Basada en la novela del escritor argentino Pedro Mairal nos cuenta la historia de Daniel Montero (Tomás Fonzi), un joven de 17 años que vive en Curuguazu, un pueblo en el interior de Argentina, y que tras enviar una carta cargada de ternura logra ganar el premio mayor en un concurso televisivo auspiciado por un programa erótico, el cual es acostarse con la actriz porno Sabrina Love, la bella Cecilia Roth, que contaba con 44 años de edad muy bien llevados.

En una naturalidad característica nos despliega un personaje que debiera ostentar vulgaridad y en cierta medida no le falta, sin embargo en su lugar predominantemente se pega a la franqueza y transparencia de su personalidad como a la de su quehacer laboral cotidiano, trasmitiendo sensualidad y superficialidad sin caer en la mala broma imitativa teniendo algo de matiz que cae en un romanticismo, inocencia y un deseo de no juzgar con demasía a su modus vivendi, a fin de cuentas es lo que es sin tapujos y sin vergüenza, un ser humano más rodando en el mundo aunque es clara la intensión de otorgarle dignidad, sobrellevar la realidad y hacerla simpática pero otorgándole una que otra seña de identidad que remitan a su verdadera esencia, en ese sentido es un personaje entre verosímil y maquillado para que funcione con el juego admirativo y la ilusión afectiva que presenta Daniel. En eso quiere basarse el filme y suponemos que también la novela, brindarle sentimentalismo a la propuesta, es la iniciación sexual y el descubrimiento de la madurez de un muchacho despierto como bastante sensible.

A la par, con la esperada noche de sexo con su ídolo resolviendo la aventura del viaje a la capital y la hazaña de amoldarse a su modernidad y liberalidad, está el hecho de comulgar con un vinculo con su hermano mayor, quien ha defraudado el futuro que prometía, pasando de recriminar a su padre su poca aspiración en el trabajo de vidriero para venirse a Buenos Aires en busca de su desarrollo personal a terminar siendo un mantenido por una pareja amorosa de mucho mayor edad, Julia (Norma Aleandro), fotógrafa profesional que no es eje importante en la historia y que no genera mayores controversias y es que el filme no pretende ninguna.

Todo el contexto está expuesto como que yace en la perfecta normalidad, como que no hay nada que discutir ni reflexionar, es tal como se ve en un ambiente pacífico, realizado y muy aceptado en la sociedad sin problemáticas, limitaciones o enemistades alrededor salvando al celoso productor que en exhibición de doble moral estando casado y explotando a Sabrina tiene algunos ataques de celos frente a la promiscuidad de su pareja.

En resumidas cuentas es asistir a la noche de iniciación sexual bajo especiales exigencias de un chiquillo pueblerino aunque poco lento a razón de no minimizarlo sino hacerlo artífice activo de un periplo nada sencillo realmente, que no ha perdido su calidez humana que es la base de la historia sino sería más fría, poco identificable y simple de lo que pretende, que además ostenta mucha suerte y tino para resolverse, ya que las circunstancias lo favorecen constantemente siendo licencias que ayudan a mover los hilos que se desean manifestar y es que tampoco se trata de hacer el asunto difícil más que familiarizar al espectador con el protagónico y entretenerlo con una anécdota magnificada.

Vivirá tres relaciones contradiciendo en parte la idea de su naturaleza de buen hombre que se le adjudica muchas veces -o en todo caso tiene carácter muy indulgente emotivamente- ya que se comporta como un lobo con piel de oveja aunque sin notarlo ni queriendo que sea tal pero que sus acciones lo sindican de esa manera o es que simplemente actúa sin pensar llevado por sus inclinaciones más básicas, la gracia de un bobo santamente afortunado, fuera de que se fuerce a volver al cauce ideal poniéndolo alterado cuando ve a Sabrina filmando una escena para adultos, para más tarde en última consecuencia mantenga su admiración en la despedida, dando a entender la verdadera cara de la película, la banalidad.

Daniel está entusiasmado con una actriz pornográfica más dulce, centrada y comprensiva de lo que debería y no solo se trata de evitar el estereotipo, a la vez de una relación veloz y efímera que solo se puede entender si la atracción y la desinhibición han perdido su elaboración tradicional para convertirse en cuestión de tomar lo que uno quiere sin ningún protocolo o seducción de por medio, lo que parece ser ya que un personaje, el extraño escritor vagabundo de poemas al estilo de Bukowski, dice que en Buenos Aires las mujeres son demasiado liberales, en la reportera idílica que vive como rica, y por último la chiquilla cándida y dulce que alimenta el lado humano del que se le quiere revestir.

De la cinta dirigida por el cineasta argentino Alejandro Agresti solo se puede sacar que parece el sueño del autor, no se trata más que buscar el placer pero como reza el filme sin perder los valores y creciendo, es la incongruencia más grande ya que no se evoluciona sin ver, sin entender, si no se observan responsabilidades, si no nos desengañamos, si la vida no nos presenta su rudeza. En el plano intelectual es ampliamente vacía pero vista como un periplo sensual tiene gracia, observar a Cecilia Roth en semejante personaje tiene gancho aunque incluso la noche prometida sea no solo rauda en el acto sino propia de un cuento de hadas y es que no queda más que dejarla con éste rótulo, atributo que la libera de cualquier carga que deje con absolutamente nada a la película teniendo a favor el ritmo, el retrato del padre de Daniel, la ambientación urbana (en la sala de baile con el tango, en el espectáculo con la música tropical), el cameo con Charlie García o la idea del encuentro sexual con la actriz porno.