sábado, 22 de febrero de 2025
The seed of the sacred fig
The seed of the sacred fig (2024) de Mohammad Rasoulof es una película atractiva para conocer Irán, cómo es allá, y es curioso ver que la vida en Tehran, la capital del país, se parece bastante a cualquier otra ciudad del mundo. Pero no obstante es cierto que un gobierno teocrático que es quienes los rigen suena a cosa del pasado, a una forma de gobierno arcaica, y puede conminar a hacer sentir a sus ciudadanos dentro de un sistema rígido en cuanto a sus derechos civiles y comunes, y cómo se sabe por ser una república islámica, estar muy anclados a la religión que tiene poder y control sobre el país, las mujeres viven sojuzgadas por una forma de vida muy restrictiva, sobre todo si la comparamos con Occidente. La propuesta se contextualiza, y es además un drama político a esa verá, en las protestas del 2022-2023 de las mujeres por la igualdad de derechos, acusando de dictadura al gobierno. La película de Rasoulof utiliza material de archivo o documental sobre las protestas como pequeño complemento social-político. El filme se pone más interesante porque la familia protagonista está muy ligada a la república islámica, al gobierno teocrático, ya que el padre es un abogado que aspira a ser juez dentro de ésta forma de gobierno. Es investigador y pertenece a las cortes revolucionarias, pilar de la teocracia y dirigencia islámica de Irán. Imán (Missagh Zareh), inicialmente, parece sufrir con aceptar el dictamen de la pena de muerte que tiene que dar contra los enemigos de la teocracia, que incluye a los/las jovenes que protestan. Imán parece una buena persona, en un filme que se cocina bastante lento. Se da así mismo mucha presencia de la esposa, Najmeh (Soheila Golestani). Pero la percepción de cómo es irá mutando, siendo esto trabajado meticulosamente. Llegará hasta lucir como un especie de asesino en serie. El filme en última instancia se descubre como un thriller, como un lugar de entretenimiento o más ligero narrativamente cuando el escenario es una zona aislada, desértica y montañosa. Se pone cine de acción, pasando del drama familiar que es la mayor parte del relato. El disparador es el miedo que engendra en Imán ir preso. Es entonces que descubre su verdadera piel, sólo piensa en si mismo, bajo la devoción al gobierno. Anida en él una lucha que llega a la violencia literal. Es particular ésta confrontación, que rompe con toda natural lealtad y afectos, desde varias partes. De manera tangencial y gradual, hasta llenar el conocimiento, entendemos qué trabajo realiza Imán específicamente y por ahí va la crítica, señalando cierta perversidad y extremo cinismo. Es como si toda mujer en Irán le hiciera frente -como si se tratara de bandos opuestos- a todo hombre que defiende la teocracia, puesto que coarta su libertad y esto puede señalar amarlas o no realmente, en lugar de amarse a sí mismos -o cuidarse- por sobre ellas. Es el control y confort masculino frente al derecho moderno, si bien occidentalizarle por completo puede dar pie a que se caiga en el otro extremo, en la liberalidad, como cuando se dice que las muchachas en contra de la teocracia son las que están buscando salir desnudas a la calle que sirve como generalización sexual que es lo que teme el régimen, quienes lo apoyan y ampara su religión. Las hijas de Imán son parte de la modernidad, se identifican con las protestas. La madre es la bisagra entre los dos mundos. Apoyar a su marido y seguir éstas reglas rígidas islámicas que incluyen el futuro familiar o abrirse a la libertad e igualdad del mundo occidental. Hay muchos momentos donde Najmeh hace de fuerte soporte de Imán a quien inicialmente se le ve un poco pusilánime, lo ponen muy bondadoso, pero sus decisiones lo van transformando (o desnudando). Es una película que tiene una narrativa muy cuidada aunque austera. Se toma su tiempo en todo, hasta con detalles simples. Es de aquellas películas que se manejan muy expresivas en las emociones, que pueden pasar por algo efectistas o híper sensibilizadas. Se ve que sigue una forma de hacer cine propio, pegado a lo primario, desde coordenadas algo afectadas, no obstante queda como cine, no telenovela. Rasoulof quiere hacer arte, pone estética, pequeñas puestas de escena en detalles, como cuando Imán mira la ventana goteando por la lluvia y después observamos su reflejo en el vidrio que es donde se enfoca la cámara. Se implica un quehacer de paranoia, de miedo a los que protestan, cuando Imán circula en auto con tapabocas, pero le falta fuerza. Aún así el momento en la tienda del grifo salta a lo impremeditado y se sostiene muy bien dentro del cambio a lo tangible. Lo que viene después es un poco la historia de un asesino en serie que teme ser atrapado y tiene su genialidad (dentro de un gran giro), tal cuándo la hija se tapa con el plástico asemejándose a un cadáver.