domingo, 23 de febrero de 2025

Juror No. 2

Éste luce como un pequeño filme, pero está muy bien hecho. Tiene tremenda claridad y da para pensarlo bastante. El guion original es de Jonathan Abrams. Clint Eastwood dirige en el estilo de los buenos clásicos, con todo a la vista y con profundidad. Es un drama judicial. Un hombre es acusado de matar a su novia tras discutir en un bar. Tenemos de abogados muy bien interpretados a Toni Collette como la fiscal Faith Killebrew y a Chris Messina como el abogado público defensor Eric Resnick. Resnick y Killebrew son amigos y se entiende, ambos creen en la verdad, en la honestidad de sus profesiones, aun cuando Resnick menciona que la justicia es imperfecta, pero hacen lo que pueden. Killebrew (una gran Collete) empieza a dudar de su propia postura, hasta ahí llega su compromiso con los ideales de su cargo y la fe en el sistema. Es una película que se desarrolla mucho en la corte, en un juicio local, con pocos asistentes, poca publicidad, no obstante Killebrew se está jugando la atención de un puesto político. El hermoso carro que maneja da a entender que es una mujer con dinero, exitosa. Nada parece corromperla, y eso se percibe en la última toma de la propuesta. El filme se pone picante, entra en debate, cuando nos enteramos (desde el comienzo) que el jurado del título, Justin Kemp (Nicholas Hoult, quien actúa bastante bien también, alrededor de la culpa que le mortifica), es el verdadero culpable. El filme se debate entre culpar a alguien que tiene un largo record criminal y alguien que es el ideal nuclear americano. Pero la justicia es la justicia se diría. Sin embargo aceptar el castigo es demasiado. No va a faltar que se entrometa el cinismo. En el trayecto Kemp se debate entre salvar al acusado, con el que comparte background de esperanza y redención. El jurado es uno común y corriente y no quiere hacerse problemas y es el mismo Kemp quien cae en movimientos contraproducentes para sí mismo. El filme juega al tira y afloja. Poco a poco empieza a parecer fácil detectar la verdad. Hay muchos errores en la investigación inicial, porque todo luce rutinario y nadie quiere ahondar mucho, hasta se emparenta el asunto con la actualidad, el latente feminicidio. Culpar al novio se ve como lo que va a contentar a todos en la ciudad. Pero ¿dónde se halla la justicia?, ¿dónde queda la verdad? Un hombre repudiado por su pasado reciente y quien dice haber cambiado va a pagar por un acto que no cometió. Pero a Kemp le esperan 30 años de cárcel. Eastwood se maneja siempre coherente, como es habitual en el gran cine clásico, pero la gran disyuntiva otorga mucho espacio a lo impredecible. Las respuestas de Killebrew son diáfanas, es el jurado No2 quien representa ir a tientas. Es una película entretenida, que demuestra austeridad, pero igualmente nivel en todos los apartados. No todo tienen que ser fuegos artificiales y grandilocuencia. Muestra actores secundarios reconocibles, como J.K. Simmons o Kiefer Sutherland. Los principales son Collette y Hoult y sostienen perfectamente el filme. Los menos conocidos dan la talla. El actor Cedric Yarbrough tiene una gran escena frente al puente, donde cuestiona a Kemp. Le hace sentir mucho miedo con sus palabras. Hasta ahí llega la inteligencia del filme, del dúo Eastwood- Abrams, con diálogos filosos que manejan buen suspenso. El temor a ser descubierto atraviesa todo el filme. Es así que en la banca surge mucha audacia en cómo queda expuesto el panorama. Hay gente que no puede mentirse, la esencia del cine americano, la esencia del cine clásico. Killebrew representa el amor americano por la verdad. Eastwood siempre ha sido intrépido tratando de ser muy realista, poniendo/trabajando las decisiones siempre difíciles, anteponiendo los poderosos afectos o la sobrevivencia frente a las normas estrictas o a lo que puede pasar muchas veces por sonar poético-superficial, como quien cree que a veces las reglas hay que romperlas como individuos o parece no quedar alternativa o la lucha es demasiado fuerte para decir que no, sobre todo si cargamos con otros que dependen de nosotros. No obstante no se puede obviar que es el idealismo lo que hace que el ser humano haga que el mundo no termine habituado a nuestra natural decadencia, a nuestra natural corrupción, que hace que no nos acostumbremos a lo podrido, a vivir en el barro. Es como creer en algo superior a la naturaleza del hombre, algo que lo hace más grande, siempre en pos de evolucionar y ser mejor. Cuantas personas pueden ver destruidas sus vidas por un error, ahí hay tremendo dilema (que se puede leer como una injusticia existencial, y lo peor que el contexto inicial es de melancolía). El filme pone desde diferentes ángulos y versus uno con el otro a las segundas-terceras oportunidades, aun cuando te la estás proporcionado tú, si bien todas llevan eso como pilar. Por ambas partes aunque de manera diferente se siente como la pelea de un individuo contra el mundo. Uno que tiene que aliarse al sistema, respetarlo; y el otro paradójicamente sacarle la vuelta. El mundo y sus distintas percepciones. Dos bandos opuestos enriquecidos de argumentos (un juicio de ponerse en los zapatos del otro), una persona inocente que ha perdido la vida (cuando su marido la ha puesto en peligro; sola, de noche bajo la lluvia, alcoholizada, ciega de enojo).