sábado, 22 de febrero de 2025

A different man

 


Un hombre con neurofibromatosis pasa su existencia con mucho temor social, con común maltrato a su alrededor, está acostumbrado a ser rechazado y a producir, en muchos, burla. Su apariencia impacta, sale de lo cotidiano. Lo miran como un bicho raro. Como indica el título, es un hombre diferente. En una primera parte vemos a éste hombre interpretado por Sebastian Stan pasar un viacrucis. Lo vemos sumergido en un drama. Incluso del techo podrido por la humedad le cae encima un pedazo de material de construcción en la cara. El momento es breve, pero logra ser incómodo para el espectador, cuando lo oímos llorar a esa vera. Se nos ha presentado una vida de sufrimiento. Hasta aquí parece lo habitual o lo que muy fácilmente podemos imaginarnos o pensar todos. Edward (Stan) conoce a una mujer preciosa, Ingrid (Renate Reinsve), su nueva vecina, y queda súper prendado de ella, pero lo entiende un amor imposible. Él mismo se cohibe con ella, como con todo el mundo. Apenas habla. Es alguien introvertido. Ingrid se acerca bastante, pero en un momento de sensibilidad afectiva de Edward, lo rechaza por reflejo. De pronto el filme da un gigantesco vuelco y se convierte en otra película. Edward se cura como por arte de magia y ahora vemos la apariencia física de Stan donde dentro del personaje se siente (momentáneamente) un triunfador, que la cosa ahora será sencilla. Atrás queda todo el maquillaje y la prótesis para crear a éste hombre con neurofibromatosis, su rostro deforme. El filme tiene momentos políticamente incorrectos, o como dice Ingrid, aspirante a guionista (y con ella sale una profusa narrativa de metacine), momentos explotativos. Aquí se permiten un pequeño jalón de orejas a El hombre elefante (1980). No obstante, A different man (2024), la película de Aaron Schimberg, más bien nos muestra de ahora en adelante la normalidad que plantea un hombre que en la vida real sufre de neurofibromatosis (continuando el relato que no es documental), cómo se comporta frente a ser éste hombre diferente que es en la vida real, como si nos dijeran que lo que antes hemos visto fue imaginación, fantasía, como quien manifiesta que hemos estado participando de la interpretación de un actor con maquillaje y prótesis, y que puede que como parte del relato quizá nunca existió (nunca fue deforme, sino se sentía así, se auto-menospreciaba). Ésta es una lectura, como otra es cómo se comporta literalmente el nuevo Edward frente a Oswald (Adam Pearson), lleno de envidia, tal si hubiera perdido la oportunidad de ser otra persona a la que fue con su neurofibromatosis (y al mismo tiempo la historia/Ingrid/Aaron se hacen preguntas abiertas sobre por donde hacer la obra más interesante), de ser como es él, relajado, indiferente a la curiosidad, a la mala educación, perversidad o ansiedad de la humanidad, alguien que es único/diferente porque ha buscado convertirse paradójicamente en un hombre promedio o semejante a muchos, aún con una notoria deformidad. La justificación de que las búsquedas y percepciones difieren, que el mundo es un lugar de perspectivas. Ha concebido el mundo en base a su propia cabeza, y no al rechazo ajeno, y esto le ha traído finalmente aceptación general (que para muchos puede sonarles más surreal que el mismísimo rechazo y el sufrimiento; un cambio de la mirada del planeta). A hecho que lo vean como cualquier otro, que curiosamente es lo que no quiere nadie. Todos quieren ser o pretenden ser diferentes al común denominador, pero no se reconocen en el esfuerzo, en la dificultad, sino se ven en lo poético y bonito, en lo cool, y en lo reconfortante, cuando ser diferente implica a menudo algún tipo de carga de cierta manera, un lugar de confrontación, no de confort. Lo que más quiere Edward es lo que pudo ser y no fue él (Oswald). El amor siempre es inesperado, hallar esa persona especial va más allá de todo. Perderlo define perfectamente el trastorno de Edward. En lugar de ir por el camino de la pena, Edward indica curiosa admiración. Ese acto de violencia que sucede por el final y que parece descabellado es semejante a defenderse a sí mismo, a ese otro yo que no pudo ser. Esto más que literal expresa ser en extremo positivo frente al mundo. Se trata de firme autoestima (sin banalidad). Generar fuerza en el alma, así como cuando oímos cantar a Oswald. Se ve que físicamente le es complicado, que no va a tener buena voz y que no le es fácil pararse enfrente de la gente, pero igual lo hace, hasta con chispa. No mira alrededor, como si lo hace Edward buscando lo habitual. Es una película no solo enfocada en la neurofibromatosis, sino una reflexión para cualquiera, en un empaque original, llamativo. 

jueves, 20 de febrero de 2025

The apprentice


 La película de Ali Abbasi empieza con un Donald Trump (Sebastian Stan) entre los 24 y 28 años, durante 1969 y 1974 hasta que Richard Nixon dimite de presidente. A Trump se le ve yendo a un especie de restaurante-sala de recepciones lleno de billonarios. Enseguida se muestra su conocimiento y admiración por toda esa gente. Quiere ser a killer, un triunfador, un billonario a los que considera propios de una inteligencia excepcional. No obstante él aún es un perdedor, expresándolo en sus palabras. Su padre vive de alquileres, arrienda edificios. Pero está lleno de juicios. El joven Trump va a cobrar a los inquilinos y es tratado bastante mal. Se topa con un New York de espíritu limón. Pero se ve su carácter, sólo que no sabe como despegar. Su padre es un hombre que humilla a sus hijos. Son de esos padres que hacen que los hijos tengan baja autoestima y como que los guía hacia la frustración y la mediocridad con su manera de educarlos desmereciéndolos constantemente. Es así que Trump conoce al abogado Roy Cohn (Jeremy Strong) y éste prácticamente lo adopta semejante a un hijo, se convierte en su mentor, el guía que no tuvo Trump con su padre para encaminarlo hacia el triunfo profesional y ser ese billonario, ese hombre excepcional produciendo grandes cantidades de dinero, con el que siempre ha soñado ser. Cohn tiene de perverso, de avezado, es un tipo muy astuto, puede ser cruel, intimidante, no teme amenazar o chantajear a los poderosos para que hagan lo que desea. Logra sin dificultad que Trump despegue, a través de hacer que se apodere de la venia de su padre. Todo arranca cuando Cohn siente pena por él, al mismo tiempo que simpatía, y decide transformarlo. Durante la mitad de la película vemos como Cohn le adiestra en ser grande en los negocios. Le subsana todo lo que lleva mal. Además le hace parte de las relaciones sociales de su poderoso mundo. Cohn tiene tremenda escena donde se revela un gran secreto suyo, pero se ve venir desde temprano, yace impreso en cómo se ha mostrado con anterioridad, en la forma que se ha trabajado su personalidad con los demás. Esto implica pensar que es mucho más de lo que se puede pensar comunmente de una persona, sorprendiendo tanto para bien como para mal. Cohn, como Trump a su manera, rompen con los lugares comunes. Esta parte es escencia del relato. Ésta película es súper dinámica, súper entretenida, te atrapa por completo. En un momento se puede leer una lectura del hermano mayor de Trump como Fredo de El Padrino II (1974). Pero en otro momento la película bromea con hacer una referencia cliché a Jacqueline Kennedy. Ésta es una propuesta que denota estar contra Trump, pero está hecha de una manera que como película te seduce, te mantiene atento y entretenido, siempre interesado en saber más, y es un logro porque hacer una película a lo Pasolini, como implicando enojo o un fuerte rechazo y crítica es proclive de caer en excesos o desmerecimientos baratos que pueden matar la obra, pero Abbasi supera esto y hace un filme sólido, más allá de amar o no a Trump, o de entender que todo pasa por criticarlo y habrá una línea expositiva que va a recurrir a ponerlo hacia ahí en todo momento. Para ello recurre a cierta complementariedad de la imaginación anclada a alguna referencia. Se ve un Trump voluble que pasa de la culpa a disfrutar de su popularidad, sin miramientos, al poco de ser dramático (mientras se ironiza con el melodrama). Se diría que Trump no se rompe, sino él rompe gente. En un momento anuncia que no le gusta la política, menosprecia al político clásico, pero bromea que al quedarse en bancarrota se presentaría a la presidencia de EEUU. El filme explica de manera sencilla los trucos a los que recurre Cohn para sacar adelante los negocios de su pupilo. Ahí hay sutil crítica política, y cómo la astucia inquiere en hacer cosas que pueden ser inmorales o contraproducentes para otros, pero no habla de sensibilidades básicas, deja los idealismos afuera, sino de cosas que se necesitan para salir adelante y aunque está mal, inquiere en cierta lógica y necesidad, si dejamos las discusiones de lado. En un inicio de cierta manera el estado detiene el avance de Trump, y con Cohn éste luego se vuelve su propulsor. Esto es pieza clave de su triunfo. Cohn es un abogado de los más astutos, aunque criticables, polémicos, capaz de romper muchas reglas, son de los que pueden poner la moral afuera, en él es vencer siempre. Pero a pesar de todo Cohn es leal a sus amigos y según lo que argumenta éste filme es realmente alguien importante para quien llega Trump en convertirse. Demuestra ser tremendo amigo con él. También proclama amar con convicción a EEUU. Por el final puede que Abbasi exagere. Hace ver a Trump como el monstruo de Frankestein tras ser la creación de Cohn. A partir de la segunda mitad de la película -que se ubica en los 80s, en la llamada era Reagan- ya Trump vuela solo y se vuelve el triple de lo que ha aprendido en cuanto a no detenerse por nada, en sus ambiciones económicas. El filme se parece un poco al Saló (1975) de Pasolini porque puede que se llegue a exagerar la nota. Se llega a hacer notar abiertamente su rechazo. No obstante como cine, como película, se gana al espectador. Hacer éste tipo de biografías críticas es complejo, se suele fallar, pero Abbasi tiene talento como director. Ha asumido un enorme riesgo haciendo ésta película. No por repercusiones políticas sino como obra en sí. Pero lo ha logrado produciendo harto entretenimiento. Stan y Strong también son capitales puesto que llenan sus personajes por completo. Se visten de ellos y lo hacen sin necesitar kilos de máscara o prótesis. Lo consiguen con una imitación pegada a lo natural. Uno ve a Trump en los ademanes de Stan, en sus gestos corporales. Hay hasta una caída cómica en esa vena. Por el final, Abbasi, con el guion del periodista americano Gabriel Sherman, hasta deja ver bien a Cohn. Hace que sintamos cierta empatía en detrimento del otro. Lo de la torta con la bandera americana se siente bastante melodramático que uno puede pensar que ahí hay cierta ficción aderezada, aunque la vida muchas veces se presenta más cutre o más particular de lo que creemos. Puede que por una reacción natural de fragilidad ante la enfermedad pero no parece Cohn ese tipo de persona e igual se ve que siempre rompe el cliché. El momento de la torta como que sugiere que piensa: pobre América, qué he hecho, como las cosas han terminado así. Algunos discursos públicos populares de Trump los vemos previamente en la vida que describe la película.