jueves, 30 de noviembre de 2023

Bandidos en Milán (Banditi a Milano)

Bandidos en Milán (1968), del italiano Carlo Lizzani es una gran película de asaltantes de banco, basada en hechos reales, en asaltantes y asaltos célebres reales, con tremendo actor protagonista en Gian Maria Volonte quien hace de un ladrón y líder que se jacta de su perversidad, de ser criminal, y goza leyendo que lo creen un asaltante culto. El filme de Lizzani abre con una parte que luce a documental, que con actores recrea a modo de documental la idiosincrasia criminal de Milán, una de las ciudades más pobladas, más industriales y más modernas de Italia. Ésta parte documental es bastante realista, partiendo del modo de informe analítico criminal tal como mencionar que se queman vivas a mujeres -modelos principiantes, actrices noveles- como castigo a finalmente no aceptar ser prostitutas de alto vuelo, tras inicialmente ser engañadas. Se dice que antes había códigos criminales, que los criminales eran más elegantes y más conscientes o digamos que, dentro de su criminalidad, más justos, como si hablaran de la mafia. Se nota que éste filme le ha servido de inspiración a Francis Ford Coppola con su magnificente The Godfather (1972). Incluso se menciona con admiración a un sugerente Marlon Brando. Se deja ver, lo dice supuestamente un criminal ranqueado de antaño, que ahora la criminalidad se ha vuelto un lugar demasiado violento, bruto, salvaje, vulgar. La propuesta de Lizzani tiene además un arranque bastante caótico, super intenso, desenfrenado, donde una muchedumbre en plena calle quieren linchar a alguien y llega la policía y se lo lleva en auto. Luego de éste lapso hiper histérico, arrebatado, potente, entramos en un racconto y nos contaran sobre una banda de 4 asaltantes. Conoceremos profundamente quienes son los 4, su vida personal, y como con el liderazgo de Piero Cavallero (Volonte) montan incluso una fachada de una empresa. El racconto contará la cotidianidad y los trasfondos de quienes son los asaltantes. También veremos sus tácticas de robo, cómo se preparan. Lo curioso de ellos es que suelen robar 2 bancos muy próximamente en el tiempo, cada vez que salen a hacer su labor criminal, como para desorientar a su enemigo. La parte policial representa también efervescencia, bastante intensidad, un quehacer popular, muy campechano, muy italiano, con Tomas Milian como el jefe de policía a cargo de la investigación. Milian es otro actor famoso del spaghetti western, como Volonte; quien curiosamente paso del cine arte al cine de género con bastante solvencia, como decir de lo arty a lo popular (con talento, con trascendencia). El racconto pasará por una secuencia que es de las mejores persecuciones de robo que ha dado el cine y que por la fecha, finales de los 60s, muchos habrán tomado nota. La secuencia explicará perfectamente lo del momento clímax caótico del anhelo de linchamiento. Antes tendremos carros persiguiéndose (en pequeños Fiat), disparos por doquier. Cavallero, un tipo muy frío y cruel, un sujeto imprevisible, empezará a disparar intencionalmente contra la gente para generar desorden y pueda así deshacerse de la policía que le pisa los talones. Los agentes harán una gran persecución policial donde no darán ni un milímetro de ventaja y seguirán al pie del cañón a los bandidos que generan bajas en las fuerzas de la ley. El filme hará pequeñas presentaciones dinámicas de las victimas, serán entre 3 o 4, y cuando se topan con Cavallero, manejando y disparando desenfrenadamente, sabremos quienes son. El enardecimiento de la gente tendrá mucho sentido, también la imagen de odio que genera éste tipo de criminalidad al pueblo italiano y a la gente común en general. No son ningunos Robin Hood, aunque es por quien es Cavallero, porque los otros 3 no se le parecen en el grado de violencia e irreflexión vulgar que éste manifiesta y lidera abiertamente (aunque él se pretende de mayor inteligencia). Incluso hay un joven asaltante de 18 años (Ray Lovelock) quien en el momento donde las papas queman se quiebra y quiere renunciar. Cavallero, dentro de una gran interpretación de Volonte, representa también una imponente tenacidad, aunque lo hace dentro de la perversidad y es de temer, aunque lo haga con una sonrisa de jolgorio. El escenario apunta a la derrota, pero Cavallero no se doblega, llega hasta amenazar sutilmente a uno de su compañeros, se ve que ofrece una fuerte influencia, es un líder innato (aunque deleznable), todo un personaje, y Lizzani lo hace sin obviedad o cliché, aunque su imagen se le reconoce dentro del criminal medio loco, apasionado por lo que hace. Ahí se puede ver y referir querer ser de cierta manera excepcional o vivir una especie de vida fantástica, sueños que habitualmente la tv, el cine, las revistas, la literatura, etc o, aquí se menciona (a manera de crítica), los cómics, pueden generar, pero que esto no exista -estos sueños de excepcionalidad, no de crimen- sería temer al corrupto o perverso y no dar cabida al soñador o emprendedor positivo, que quiere rebatir la crueldad existencial de la normalidad del vivir. El filme no sataniza del todo a Cavallero, es como ver a alguien tal cual, en un momento ve a una joven mujer hermosa -de esas impresionantes italianas que parecen modelos- y trata de enamorarla con atenciones y no se le ve agresivo, sino hasta hay suave ironía, simpatía. Igual vemos que tiene familia y ahí se comporta muy amable y normalmente, es como que el robo lo energiza, saca lo peor de él, la ambición de tener mucho dinero fácil, la vida que no le es accesible por vía natural, como puede dejar ver que tiene familia que trabaja industrialmente. Muchas cosas pueden corromper a un hombre y también hay clases de gente y distinta personalidad y proclividad a cruzar límites, es como las drogas, unos las toman o prueban -los comunes-, otros -los realmente más audaces- no, otros no les destruye-no les pasa mucho, a demasiados sí. La parte documental no pretende ni por asomo ser periodística o plana o propia de un noticiero de domingo, sino tiene mucho cine, mucho dinamismo, mucha arte y hay momentos donde en el quehacer de mostrar policías y criminales, Lizzani, juega con su exposición analítica y muestra a una bella italiana (Carla Gravina), parte del imaginario nacional, llamando a la policía para que un agente haga de sueño húmedo y galán. Es una inserción curiosa-simpática, aunque no es muy extensa, hay otras así en ésta parte.