Ginger Snaps (2000), la dirige un hombre, John Fawcett, pero
el guion lo escribe Karen Walton, y se nota la mirada femenina en la película,
con los trances y traumas que pasan las mujeres en la adolescencia. Incluso llega
hasta la adultez femenina, poco más de la mediana edad; hay una línea que
señala que de todo se culpa a las mujeres, con la madre de las hermanas protagonistas
sintiéndose maltratada por éste lugar común. Ginger snaps emparenta la
transformación en hombre lobo –mujer lobo- con éste trance difícil de la
feminidad. Brigitte (Emily Perkins) y
Ginger (Katharine Isabelle) son éstas hermanas adolescentes que son marginadas
en sociedad, son outsiders, vistas como freaks, y suelen pegarse a hacer sangrientas
escenografías amateurs de asesinatos con ellas mismas, sueñan con el escapismo
del suicidio. Pero una vez que Ginger es atacada por un hombre lobo y se
empieza a convertir en uno, el meollo del filme, las hermanas quedan separadas.
Brigitte ya no querrá morir y Ginger se volverá violenta, cada vez más salvaje
traducido a cierta maldad o una transformación que no le deja salida con sus
instintos animales, con una sed de sangre, y excitación que parte de lo sexual.
En adelante hay un festín gore, de terror, donde se nota ahora sí mucho más la
mano de Fawcett, una mirada mayormente masculina, más intensa, pero propia no
del movimiento sino del fotograma artístico, del acomodo para la imagen estática,
pero llena de vida, impactante, clásica del cine de género. Pero también hay
grandes secuencias, como la del final con el hombre lobo –una bestia, un
monstruo- asechando la casa de las hermanas, o la del ataque relámpago y
frenético que transforma a Brigitte. Además sobresale en la memoria la audacia
de hacer heroico a un dealer, aunque anclado a la adolescencia, al relajo de la
imagen, a la despreocupación y a cierta simpatía. Éste filme es canadiense y es
un muy buen filme de terror, tiene sustancia y potencia. Ginger
Snaps 2: Unleashed (2004) en cambio no es buena, suena bien en el papel, pero
verla es hasta aburrido, es casi el opuesto total malo de la primera.