sábado, 4 de febrero de 2017

Aquarius

En un edificio denominado Aquarius vive una mujer sesentona aún muy guapa y sobre todo libre en todo sentido, de espíritu rebelde pero bien definido. Se llama Clara (Sonia Braga). Ella lucha contra una empresa constructora que quiere comprarle su apartamento y construir un edificio mucho más moderno en el lugar. Clara que ha desarrollado muchos recuerdos en esta zona de Recife, como vemos en el inicio, no quiere irse ni vender por nada del mundo, quedando como único obstáculo para la empresa y su proyecto económico. Pronto la empresa empieza a molestarla cuando no pueden convencerla y el filme proyecta de contexto esa lucha, la de una empresa con harto poder adquisitivo contra una mujer de buena sociedad pero “ordinaria” (su belleza a su edad y súper temple no lo es tanto), una ex crítica de música de gusto juvenil, viuda, madre de tres hijos ya adultos e independientes, salvo por una hija (la prometedora Maeve Jinkings) que pasa problemas económicos y se comporta medio traidora por la necesidad.

El segundo filme del brasileño Kleber Mendonça Filho es como si se tratara de una lucha socialista, donde el pequeño ciudadano se enfrenta al poder o statu quo, aunque Clara es una mujer bien relacionada, como veremos más adelante. El filme no se queda en solo la lucha entre David y Goliat, se enfoca en quien es, como se comporta y vive esta mujer mayor. Doña Clara es una mujer que ha sufrido un cáncer, y le falta una mama, se mantiene tal cual se la sacaron, mostrando un estado de fuerza expresiva poco común, el que no la inhibe de tener relaciones sexuales casuales, como vemos que tiene con un gigoló, al poco de excitarse con una orgía que se presenta como método de disuasión, sólo que no conocen a Doña Clara y su modernidad.

Doña Clara, en la impresionantemente natural Sonia Braga, quizá en el papel de su vida, aunque en un filme no del todo glorioso, es el intermedio. Por una parte trata con mucha dignidad y respeto a la gente humilde, como cuando va a una fiesta de su empleada doméstica y cruza a pie la playa a la zona donde esta vive. Y por el otro tiene una idea y sueño recurrente de que una criada negra le roba por lo bajo, cosa que lo ve muy normal. Lo curioso es que aquella pesadilla le hace pensar en otro posible atraco, mucho más peligroso.

En cuanto a la línea general del filme decae por el final. Se maneja decentemente –a ratos de forma intrépida- aunque con cierto toque infantil –tanto como vulgar y efectivo- de parte de la empresa que trata de molestar horriblemente a Clara para que se vaya. Sin embargo la trama llega hasta el cuento, y esto tiene su originalidad y también su tontería. En ese momento Sonia Braga trata de ser creíble, pero resulta algo ridícula. Lo mejor del filme es ver al personaje de Clara en su rutina diaria, dentro de una construcción sencilla, pero interesante y con encanto. A ese respecto Mendonça Filho ha fabricado cierto paradigma de la mujer mayor, de la mano de una actriz precisa en el papel. Doña Clara contiene muchos atributos y todos los sobrelleva con frescura, como cuando escucha música, duerme en su hamaca o decide ir a bañarse a la playa. El personaje compagina lo bueno de distintos mundos, uno joven y otro viejo, con un 1980 de introducción que se mantiene incólume.