martes, 7 de mayo de 2024

By the law


El relato nos ubica en el Yukón, Canadá, donde se ve un fuerte invierno, muy bajas temperaturas y congelamiento por doquier. Más tarde feroces deshielos. Es un lugar difícil y solitario como observamos en sus grandes puestas de escena, en sus secuencias, y a través de su poderoso realismo, donde el lugar para lo que se nos cuenta es muy representativo y trascendental. Así en la misma línea observamos que es la época del descubrimiento de oro en la zona, una época llena de leyenda y aventura, fines del siglo XIX. El director del filme es el soviético Lev Kuleshov, un hombre importante para el cine, no sólo de su país sino del mundo, fundó una de las primeras escuelas de cine del planeta, inventó valiosos métodos de edición y montaje, hizo que el cine sea más dinámico, más psicológico, más empático y más profundo, fue un teórico del cine, sentó las bases para otros, fue pionero en el cine. Ésta película se basa en cuentos del americano Jack London quien era un humanista, un hombre que se preocupaba por el prójimo, y puede leerse en parte lo presente como cine social por la impronta del escritor y por ser un filme soviético. Pero Kuleshov y London van más allá, y hacen cine y literatura por la puerta grande, ese que es más que ideas políticas. Construyen una historia que juega con el terror, con el thriller. Presentan una narrativa que trasciende, como análisis del ser humano en general, estudian su psiquis. Para esto tenemos además mucho histrionismo, a falta de poder hablar, al ser cine mudo. Éste histrionismo orbita alrededor del cine de género, precursor e infuenciador de los Jack Torrance que vendrían después. Muchos de los gestos faciales que observamos en By the law (1926) parecen como propios de un demente, aunque también se plantean expresiones ligeramente cómicas (donde el histrionismo se ve más normal o menos antinatural). Pero como justamente tratamos con la patología, con el desequilibrio mental, éste histrionismo queda perfecto en esta historia de terror. Tenemos solo 5 personajes, una sociedad, que van en busca de oro al Yukón y quedan aislados en una pequeña casita de madera, una que por buen tiempo quedará a la deriva del inclemente frío, de las lluvias, lluvias que simbolizan varias cosas, que imprimen tensión, que reflejan estados de ánimo y hasta ayudan a pensar y concebir la idea de lo paranormal. Ver la casita con los personajes en el interior dentro de medio inundamiento -bajo una memorable escenificación- invoca ese caos en que se hallan, ese momento tan difícil donde la ley oficial está ausente y tienen que enfrentar el desequilibrio, alguien que parece animalista y actúa como empleado, cuida de los otros y hasta halla oro para ellos. Pero surge bullying, aprovechamiento, abuso de la bondad, de la humildad, de la pasividad, hasta se roba y se engaña, se humilla, desde cosas que parecen simples expuestas abiertamente y con una cierta inocencia infantil pero que esconden que una persona no se alimente cuando se halla en condiciones adversas. Entonces pasa lo que nadie espera, lo más extremo, lo que concibe terror mas que noir, produciéndose un lujo de escenas a esa vera y una formidable interacción. Vemos que las cosas que quedan regadas por el piso simbolizan sangre. Late la muerte con tremenda fuerza en escena como el cuento de Poe del corazón. La tetera anuncia que todo está hirviendo, en ebullición, se han metido en tremenda tensión, en tremendo dilema, han tenido (y tienen por adelante) que solucionar lo impensable, lo extraordinario. Se ha desfigurado y entremezclado entre todos el bien y el mal. La maldad y la crueldad ha engendrado más maldad y hasta peor crueldad. Se nos está diciendo que la falta de humanidad, la falta de compasión y empatía con el prójimo puede engendrar monstruos, a diestra y siniestra. En sí la propuesta tiene muy buen suspenso y perversidad como terror, desde el código del cine clásico, del cine cuidado, del cine mudo, del cine refinado y profundo pero al mismo tiempo empático y próximo con el público. El desenlace es tan siniestro e impactante como presenciar el pico máximo del problema, en que cae la inconsciencia. No obstante como cierre se permite un cierto chascarrillo o acto de liberación que atenúa para bien como para mal su conceptualización, tanto desencadenante. Muy bien todos, en particular la expresividad demencial que manifiestan y no es para menos en ella, Vladimir Fogel y Aleksandra Khokhlova, esposa en la vida real de Kuleshov.