jueves, 22 de diciembre de 2022
Foolish Wives
Foolish Wives (1922), de Erich von Stroheim, tiene una traducción inteligente digamos,
Esposas frívolas, esposas que no saben valorar (a sus maridos, hombres convencionales,
más simples) por amantes y Don Juanes o seductores por naturaleza, gente que se ve
más vistosa digamos también. Pero el significado literal o más específico del filme de Stroheim indica en realidad de título Esposas tontas, o Esposas fáciles de engañar, lo que lleva más ironía o algo más de perversidad. Uno de estos hombres llamativos y falsos es el conde ruso Sergius Karamzin (el mismo von Stroheim), un tipo que solo quiere dinero de las mujeres tontas. Lo curioso es que von Stroheim no es un tipo pintón, pero, claro, representa a un aristócrata, a un hombre refinado, de paso a un militar, pues aquí en Monte Carlo, donde estamos, está lleno de militares, con la guerra tan próxima detrás, la primera guerra mundial. Stroheim es un tipo muy seguro de sí, con su monóculo clásico. En el filme se presenta como un hombre sofisticado y muy masculino, un hombre de acción y al mismo tiempo un intelectual, un oficial de alto rango, como salido de una historia de Tolstoi. La mujer a engañar es esposa de un diplomático americano, Helen Hughes, es una mujer muy simple. Ella incluso aparece leyendo una novela -de mismo título del filme- donde es como una telenovela de mujeres tontas o básicas seducidas por hombres interesantes. Stroheim es un truhan que llora y se
manifiesta sensible con las mujeres (frívolas o tontas) y al descuido ríe de
medio lado de sus trucos para engañarlas. El personaje que escoge ser Stroheim
lo sindican como un actor de los grandes, no sólo un excelente director. Es un filme mudo muy simpático con su comedia suave, pero como con aquel final del conde ruso puede tener su toque duro de realismo crudo, aun siendo todo un clásico. Lleva el aire del pasado más allá de lo evidente, como ponerse en el lugar de defender el matrimonio y a la figura del marido, cuando hoy en día se
apunta al amante, al seductor, al chico
malo o a la aventura. Lo hace de manera que maneja una gran historia ante todo más que un mensaje idealista, proyectando mucho con poco, valiéndose de los detalles. Por todo ello me parece una genialidad Foolish Wives, aparte de
mil y un virtudes q posee. También me parece un tipo de rebeldía (positiva) valorar
Foolish Wives hoy en día porque se puede entender como de cierto aire católico
si se quiere, sin dejar de ser respetuosos de la libertad que puede limitar cierta religiosidad. Stroheim escoge ser un malvado absoluto, ahí lo vemos tratando de aprovecharse de una mujer-niña, de mente infantil, y hasta de la empleada, a quien no duda en quitarle su dinero con malas mañas, pero como le pasa a los perversos de los cuentos terminará padeciendo el karma de su seducción mentirosa. El filme maneja dos escenas épicas, impresionantes para la época del cine, una cuando hay una tormenta y otra un incendio. Éstas escenas tienen potente naturalidad, aun cuando el cine mudo le pide a sus personajes histrionismo, cierta exageración gestual, ya que no hay sonido directo y hay que expresarse mediante otros medios, aparte de los muy acertados intertítulos. El conde Sergius tiene dos compinches, sus "primas" amantes. Destaca de ellas la Princesa Olga Petchnikoff (Maude George), otra gran malvada y estafadora. La empleada Maruschka (Dale Fuller) tiene cara de loca y esto agrega genialidad visual en cada acto de revancha que ejecutará. Lo mismo con la anciana de la posada pobre tras la tormenta, es un escenario curioso y un personaje entre siniestro como una bruja y humano de cine social dependiendo la luz, en sí el filme tiene una estupenda producción de arte. Hay ratos donde vemos aristócratas perversos, arribistas y estafadores; pero también gente sencilla con poder y dinero como con el diplomático americano que no es en lo práctico muy relevante, más mero objeto para que el filme trabaje tranquilamente y bastante con el conde y la esposa tonta. Stroheim se roba el show con su personaje, pero tanta injerencia es pura maestría, es la gracia del filme, el demonio que empuja a que la gente buena caiga en desgracia, sean desfalcados. También el incendio se ve simbólica y literalmente como oprobio para el marido, la vergüenza de saberse dentro de una infidelidad, pero aquí lo que importa es salvar a la damisela en peligro, de ese demonio aprovechado en todo sentido. La mujer del diplomático en éste filme es un ser inocente, opuesto total de las primas amantes. La propuesta también plantea buenos ratos de ironía, como cuando el conde le dice al diplomático lo que pretende con su mujer, como quien dice la verdad y no crees que algo así tan infame, tan abiertamente, suceda.