domingo, 13 de noviembre de 2022

María Candelaria (Xochimilco)


Perteneciente a la época de oro del cine mexicano y a uno de los más grandes directores de cine que ha tenido México, Emilio "El Indio" Fernández. Tiene a la famosa actriz mexicana Dolores del Rio como musa de Fernández, como María Candelaria, representación de la máxima belleza indígena y la mayor representante femenina de su país. Al mismo tiempo es representación de la belleza en general, como objeto de estudio. María Candelaria carga un estigma familiar, a su madre la mató todo el pueblo en que vive, en la demarcación de la capital mexicana de Xochimilco, por mujer pecadora, por mujer fácil, por mujer traidora a su gente y a su honra y costumbres, teniendo a la religión católica como muy pegada y dominante a su folclore y tradición. El pueblo estima mucho su honra y devoción religiosa, aun cuando paradójicamente ajustician a los pecadores. Como María es martirizada por su estigma se desprende una critica al fanatismo religioso y a la belleza emparentada con la vida lujuriosa y fácil lo cual es en gran parte injusto y arbitrario. La lujuria depende de los individuos, no de su belleza o la atracción que generan intrínsecamente, ni siquiera producto de su sensualidad natural, y María es una mujer muy honrada, muy tranquila, cero lujuriosa, muy humilde, pero tiene ese estigma familiar encima, que también se lee como envidia, celos de que los hombres la deseen y en especial que el tipo más prometedor del pueblo, Lorenzo Rafael (Pedro Armendáriz), se haya vuelto su pareja; y él también por ello tiene el rechazo de su gente. María sólo cuenta con Lorenzo, las mujeres la vigilan, no la dejan ni vender sus flores, todo esto acarrea infelicidad y pobreza, aun cuando la pareja es el ideal romántico entre ellos. Encima, el patrón del pueblo, un cowboy mexicano, un criollo, un terrateniente y dueño de casi todo en la zona deseaba, como todos, a María y como ella eligió a Lorenzo, él lo detesta y también quiere castigarlo(s) con su poder y dinero. Los actos de hombría, machismo, hasta salvajismo, y posesión sobre las mujeres que ejemplifica el patrón son otra muestra de la genialidad de ésta obra. Es un melodrama en toda majestuosidad, dentro del mundo indígena, tratado por Fernández con una delicadeza, belleza y sabiduría práctica y atrapante que es sumamente notable. Cuántos en Perú, país que se parece -aunque no somos iguales- al México indígena, quisieran tener la maestría para hacer cine del Indio Fernández. No solo tratar con lo indígena, sino hacerlo en el nivel de arte que él tiene en ese trayecto, y lo hace desde un cine amable y entretenido, y al mismo tiempo interesante. Lo indígena pasa por el uso de especie de canoas, vemos de ello mucho transporte en el río, incluso la pareja protagonista se ama a la luz de la luna en una escena hermosa llena de sentimiento. Hay mucho melodrama -asoma la enfermedad y la muerte, la desesperación- pero también mucho amor. Participamos de escenas de amor que calan tremendamente. Así mismo, tenemos en el mismo level de gloria escenas de melancolía, como cuando Lorenzo toca la flauta o va a la iglesia a pedirle paz a Dios. Se exhibe mucha interacción con la religión en distintos niveles. En un momento, en plena iglesia, María se molesta con la Virgen y enseguida emotiva le pide perdón, se da comprensión hacia la crueldad y el silencio de Dios. Éste es un filme triste, finalmente pasivo, y al mismo tiempo impone leyenda romántica, propone la redención al conocer la fatalidad y la injusticia de la historia que nos cuentan, guiada por un pintor que rompe con el lugar común y presenta una relación original con la historia. Aun cuando lo criollo puede ser brutal, con Don Damian (un talentoso y que se ve bien mexicano, Miguel Inclán), el patrón del pueblo; el pintor implica torpeza y no maldad, y se presenta un cierto halo de perdón en general o no se quiere meter a todos en la bolsa. El Indio Fernández luce sabio, luce muy enaltecedor de lo indígena, con un talento gigante en su retrato. Muestra también al pueblo como castigador, como cruel, pero dentro de cierta exageración de devoción, es decir pretender el bien -para la comunidad- pero que se halla equivocado. Siempre es notable ver matices en la humanidad, en colectividad no faltan, es parte de retratar con realismo, es difícil que el mal no exista de cierta manera en toda comunidad, así sea como advertencia o como tentación. Lo indígena también enfrenta la propia crueldad, y esa es la lección de la vida de María, un aprendizaje colectivo, porque aun ahí se ve que el cura también tiene culpa -su palabra tiene fuerza y respalda- y tiene de errado, aun cuando parece pura bondad, porque justifica la muerte de la madre de María y el proceder del pueblo. Todo esto tiene un lado muy campechano y también curioso, porque hoy en día puede leerse como políticamente incorrecto, pero es un buen retrato de nuestra imperfección natural y una gran ilustración del pueblo. La belleza como estigma de una mujer honrada, envidiada su hermosura por las demás mujeres, aunque aludiendo a la madre, como pretexto, es, sin duda, algo original de ver, o más pegado a lo clásico. Qué tal manera de auscultar la humanidad que tiene El Indio Fernández que también es guionista de sus filmes, dentro de una propuesta que está plagada de escenas maravillosas. La secuencia de la persecución del final no solo es impresionante visualmente sino inaudita, terrorífica a su modo, para cerrar éste melodrama maestro.