sábado, 22 de mayo de 2021

Masacre ven y mira y La Ascensión

Dos obras maestras bélicas pertenecientes a la URSS y hechas por separado por un matrimonio, Shepitko fue esposa de Elem Klimov, ella murió temprano, a los 41. Ambos hicieron su respectiva obra maestra como su última película y tienen mucho en común. Hablan del ataque brutal de la Alemania nazi sobre los soviéticos; la película de 1985 contextualizada en 1943, la de 1977 sin fecha pero por el mismo tiempo. Se ubican en Bielorrusia, es la lucha de los partisanos soviéticos por sobrevivir y triunfar. 


Masacre ven y mira (1985)

La presente obra la dirige el director Elem Klimov y es una película que puede pasar fácilmente por una película de terror, es una propuesta sobre la locura también, sobre el trauma psicológico de un niño de 13 años, Flyora (Aleksey Kravchenko), al verse tan de cerca ante el horror del ataque nazi que destruyó 600 aldeas bielorrusas y masacró una enorme cantidad de seres humanos. El momento donde Flyora atraviesa el pantano es locura en estado pura, es un momento intenso, como toda la película. El trato con Glasha está también lleno de emociones y de una demencia palpable en medio de una lluvia de bombas y una tormenta infernal, para más tarde mostrar una horrible violación. Es un filme sobre el dolor, sobre el sufrimiento físico, mental, sobre lo más abominable del ser humano. Flyora padece todo, con la vida en un hilo. Vive incluso la traición de algunos compatriotas -traducido en muertes- y cómo los propios partisanos se hacen cargo de la misma manera, de forma atroz. Se da una gran escena cuando las balas, fosforescentes, mismas laser de luz, atraviesan el cielo y muere una vaca. Los bombardeos por doquier también dan la sensación de un poder sobrenatural constantemente acechante, dando a entender que la vida no vale nada. Es un filme un poco machacón con la violencia y super claro en su mensaje, los nazis son el demonio mismo. Pero es notable haciéndote sentir todo el horror de una guerra, el mensaje antibélico también es poderoso. El niño Kravchenko soporta bastante tensión, momentos muy fieros y traumáticos, éste sostenimiento es de principio a fin. Su leva es chocante, aun por su bando llamado patriótico; incluso pisa unos pichones a punto de nacer augurando todo el infierno que vendrá y no lo dejará jamás en paz. Éste filme fue hecho en conmemoración de los 40 años de la gran victoria de la URSS sobre los nazis. El guionista y novelista de la obra que adapta Masacre ven y mira, Alés Adamóvich, vivió esto y convenció a Klimov de seguir con el proyecto cuando él temió estar haciendo una obra demasiado dura, cómo es que se vive, muy intensa, que te mueve, te impacta; es toda una experiencia cinematográfica, una experiencia muy especial, y es cine en estado puro, como cuando Flyora va en busca de su familia y pasa por un lado de su casa y la toma deja ver al espectador -no necesariamente a Flyora- cadáveres desnudos apilados en una esquina. Luego viene un túnel propio de un shock


La ascensión (1977)

Dirigida por Larisa Shepitko. Aquí vemos el horror a través de mucha actuación, incluyendo un poco de melodrama; es un lugar para que los actores nos llenen de emociones, para que se trabaje el miedo y la valentía a fondo, no un registro extremo de presión, sino algo más propio de Shakespeare. Dos partisanos soviéticos van en busca de comida para su gente y son atrapados por los nazis, nazis que no son ilustrados de manera rígida -como se suele hacer-, estos exudan vida, aun siendo crueles. Uno de los partisanos, Sotnikov (Boris Plotnikov), representa la valentía, el sacrificio y la convicción, es el ideal humano, un hombre casi santo, el héroe fantástico soviético, pero lleno de grandes momentos, como cuando es transportado en un carro alemán y su cabeza sobresale sobre el paisaje, sobre esa nieve tan fría y dura, tan simbólica. ¿Qué pasa por su cabeza en ese momento?, en esa propia interpretación de cada espectador yace uno de los momentos más mágicos del cine, ésta actuación es soberbia. El otro partisano es Rybak (Vladimir Gostyukhin), un hombre débil, humano, pero visto como trapo sucio, como una rata de la peor calaña, un judas para la causa soviética, un hombre que tiene demasiado miedo encima, aunque luego muestre consciencia y arrepentimiento. Entre los dos hay una interacción shakesperiana de lujo, lo mejor del filme, y no dejan de haber actuaciones así en ésta propuesta, sobre todo cuando aparece el traidor máximo, un soviético hecho jefe policía nazi, Portnov (uno de los más grandes actores del séptimo arte, Anatoliy Solonitsyn). De esto surge tremendo interrogatorio, una clase de la mejor actuación. Solonitsyn tiene una manera de mirar, de expresar con la mirada, de quedarse pegado en el aire, que es maravillosa, muy natural. El filme articula mucho la toma en las expresiones de los actores, cuando hablan tan potentes, sin caer en la obviedad. Es un filme que puede tener personajes muy marcados, pero aun así hay riqueza en las performances, hay momentos de mucha sensibilidad, de mucho detallismo. Es una película que trabaja con lo que quiere la URSS, pero al mismo tiempo hace un cine memorable, muy humano.