martes, 8 de diciembre de 2020

Mank

 


Mank (2020), de David Fincher, irá como cohete al Oscar 2021, va a sacar muchas nominaciones y estatuillas doradas. La produce Netflix y es otro de sus grandes éxitos en la era del streaming. Fincher se basa en el guión de su padre, Jack Fincher, por ello éste filme tiene un halo sentimental para él. Mank es una muy buena película, es cine de autor con composición de cine amable y popular, pero tiene su cuota de riesgo y dificultad. Gary Oldman interpreta a Herman Mankiewicz, un antihéroe en toda regla; trabaja para la industria hollywoodense, pero apoya al socialismo, cuando los productores, empresarios e industria californiana y hollywoodiense luchan contra el socialismo, cuando hay un candidato que puede remecer la economía y la política capitalista y los medios y el cine sueltan newsreels en masa en contra del candidato socialista. Mankiewicz busca la gloria, cuando es un alcohólico y un fracasado, pero lo siguen contratando porque tiene talento para escribir de cine. El mítico Orson Welles lo contrata como guionista y de esto saldría el guión de Ciudadano Kane (1941), pero Mankiewicz tenía que aceptar no aparecer en los créditos. No obstante Mankiewicz hará todo por la gloria y finalmente querrá sus créditos. Traicionará a William Randolph Hearst y a su buena amiga, Marion Davies (Amanda Seyfried). Davies es la pareja de Hearst y una actriz impulsada su carrera por el magnate de la prensa, aunque sucedió lo contrario, e igual se hizo de mucho dinero a su lado. Fincher retrata a Davies y Mank como grandes amigos, hay una relación sólida y notable entre ellos, y no es sexual ni de amor, cosa rara, en el cine no se suele trabajar mucho la verdadera amistad entre sexos opuestos. Los Fincher reivindican a Hearst, que es traicionado, que es comprendido en el filme, y no se ve como una mala persona para nada. También reivindican el genio de Mank, pero al mismo tiempo lo hacen ver como él termina definiéndose, como una rata. Mank como muchos han peleado tiene mucho mérito en la creación de Ciudadano Kane, pensando que este es un hito del séptimo arte, y todo el elogio iba para Welles -que efectivamente hizo cambios en el guión, produjo, dirigió y protagonizó Ciudadano Kane-. Sin embargo Mank es un antihéroe sin tanta simpatía, y ahí anida riesgo; los cinéfilos lights no suelen gustar de su tipo de personaje y protagonismo. Mank ataca a Hearst por gloria y éxito, pero aunque muerde la mano que le alimenta también lo hace por resentimiento. Mank se siente bufón de corte. Entra a tallar en esto la parábola del monito organillero, tan potente y elocuente. Mank deja de verse como el amo al percatarse de la realidad, se descubre un bufón, y esto le duele, y quiere revertir esa condición emocional y existencial y sacrifica todo por el éxito, como un Oscar y la reputación del mejor guionista del medio, venciendo su condición de alcohólico, invisible y segundón. Fincher trabaja el germen y la brillantez del guion que construye Ciudadano Kane, por mucho tiempo la película número uno del cine. El filme tiene su toque intelectual y diálogos y monólogos largos. Pero es una película jugosa. Hay que acotar que hay otra gran rata en la película -en realidad hay muchas como industria tan poderosa-, es Louis B. Mayer (Arliss Howard, quien debería ser nominado al Oscar, es el mejor en toda la película), que luce simpático, pero es muy ladino, mentiroso, falso, aprovechado, tramposo e hiper monetario. Mank medio que lo desprecia, sin tanto disimulo, aunque hay una relación de cierta cercanía entre ellos, pero Mayer es fresco con todo el mundo y le resbala el desprecio por su comportamiento y personalidad, hasta que Mank ataca a Hearst y Mayer lo hace polvo con un pequeño ataque de palabras; paradójicamente él sí lo hace sentir terrible, ya que Mayer le es fiel y agradecido a Hearst, que en la película es un líder respetado, honorable, es un hombre que gobierna, pero también ayuda, es generoso y amable y sienta amistades y vínculos fuertes en sus reuniones. Los Fincher reconocen la excepcionalidad de Mankiewicz, cuando murió prácticamente invisible, no remontó jamás Ciudadano Kane, y no sacó el provecho que merecía con la legendaria e idolatrada película. Ésta propuesta aplaude su genialidad, pero no le quita el estigma de antihéroe, un antihéroe de verdad -aunque culto y bien educado-, no esos antihéroes que son muy perfectos al fin y al cabo, es un antihéroe de esos golpeados realmente por todos, aun cuando tampoco era la rata que todos señalaban, pero sí un talento maldito.