Clint Eastwood es un director que en su reciente filme Hereafter (2010) entretiene y a la misma vez analiza e investiga una temática que deglute para entregarle algo rescatable al espectador, sumergido en un estilo que vende pero que no abandona un toque personal que se encarga de desnudar al ser humano en las características principales que lo identifican. En ésta película presenta tres casos que se asocian con la vida después de la muerte, uno el de una conductora de televisión en un programa político en Francia, la exitosa, famosa y con dinero Marie Lelay (Cécile De France) que de vacaciones con su productor y amante sufre el percance del ataque de la naturaleza en un devastador maremoto, ella logra regresar de la muerte al superar un ahogo y eso le deja la fijación por el tema. El otro el del niño inglés Marcus que pierde a su hermano gemelo Jason y al romperse un vínculo tan fuerte quiere contactarse con él mediante espiritistas, porque lo extraña y no puede continuar su vida con normalidad. El último es el del médium norteamericano George Lonegan (Matt Damon) que detesta su don del contacto con los difuntos porque le trae inadaptabilidad a una existencia cotidiana y le rehúye a esa actividad con vehemencia aunque le persigue consistentemente.
Eastwood asume el tema aceptando que existe algo después de la muerte aunque no se anima a decirnos como es ese lugar, Dios no aparece tampoco ni ningún tipo de cielo, lo que sí hay es comunicación con esa otra vida y se vislumbra en la oscuridad sombras que van hacia una luz, sin embargo ni siquiera Lonegan puede describir como es ese otro mundo. Eastwood juega a desmentir ocultistas pero no cierra la puerta a esta práctica al darle la habilidad a uno de sus personajes principales. Las explicaciones no se dan pero si existe la búsqueda, la inquietud por saber, surge de la necesidad personal de a donde se fue el hermano y a donde vamos todos al final tras atisbar un poco el más allá por culpa de los sucesos que acontecen alrededor del niño y de la comunicadora. Si no les hubiera repercutido directamente no habrían aceptado el reto de querer encontrar respuestas que son desconocidas y son inabarcables.
Un poco como que lo parapsicológico ayuda a hallar soluciones que no tendrían asidero si siguiéramos la realidad. Y la película tiene sus hechos sobrenaturales como cuando el niño no sube al metro por caérsele el gorro de su hermano fenecido. Eastwood no escapa a creer aunque no quiere manipular demasiado el tema hacia una verdad que solo la imaginación puede brindar. Como es su estilo se pega a la cotidianidad con algunas salvedades que tiene que infringir para armar su historia que quiere dejar señas de que la muerte no es el final.
Las actuaciones son sobrias y calmadas, se hace fácil sentir la naturalidad en las interpretaciones porque los actores son poco conocidos, se les puede ver como sus representaciones sin dificultad, Damon también pasa la prueba satisfactoriamente aunque no faltan sus habituales gestos aprendidos y a los que siempre recurre. En general se cuentan las historias, luego de ambientarnos en tres contextos distintos que terminan mezclándose, en una narración que contiene una estructura que sigue un camino de desarrollo bastante premeditado y secuencial, controlado y bien engranado de resolución feliz. El tipo solitario se halla en la mujer que quiere rehacer su vida desde una nueva perspectiva y bajo otra oportunidad como flamante escritora, el niño se tranquiliza en el encuentro con el hombre que habla por su hermano.
Una de las curiosidades de la película es que Lonegan es admirador de Charles Dickens y viaja a Inglaterra a visitar la casa en donde vivió, incluso ahí Eastwood le da sentido a los detalles, todos confluyen en la misma ciudad para dar el remate a la trama. Y ese es el defecto de que ésta no sea una gran película pero que se corona definitivamente por encima del promedio, la figura de ir por un sendero limpio y conocido por el autor, lo que en algunos creadores le imprime versatilidad, diversas lecturas e intrincamiento debido a un tema tan complejo se vuelve simple en manos del director que se muestra aplicado en su “cátedra” aún queriendo evitarlo de alguna forma, la acostumbrada pedagogía -muchas veces corrompida en la mejores versiones- de Eastwood en un tema como éste lo deja sin genialidad, no obstante queda como un buen narrador de historias, deja su indiscutible impronta característica que hace que tanto queramos a éste realizador pero que para la próxima puede entregar ese tanto agregado que le faltó para volver a tocar el firmamento igual que en películas como Los Imperdonables (1992), Un mundo perfecto (1993) o Río Místico (2003).