jueves, 16 de octubre de 2025
Sirat
Ésta propuesta es una película de aventuras, de entretenimiento, pero con su pequeña sustancia, con su mensaje humanista de unidad, de velar por la gente más humilde, y de paso habla de especies de nuevos hippies, punks modernos, amantes de la música electrónica, pacifistas, aficionados a las drogas laboradas/consumidas con/por hierbas. El ambiente es de raves hechos en el imponente desierto marroquí, en el mismísimo desierto. Hay mucho baile en medio de raves (lo cual se ve muy bien, te genera empatía, y así hay muchos momentos de complicidad de diferente tipo), con gente que recuerda a la contracultura, pero aquí sin mucha política de por medio, o apuntando a la libertad máxima, a la libertad total, en sí misma, en su mirada más pura, sin tanto argumento, sin formular sexualidad (la que muchas personas en la vida la tienen por ubicua) ni corrupción de liberalidad. Es como entrar en el goce de la vida con el baile, inducido por hierbas. El filme habla de europeos con aspecto punk que yacen en el desierto, bailando, viviendo como en medio del campo, fuera de los sistemas muy reglamentados. Ahí vemos aparecer a militares que son el clásico orden contrario a esa libertad que proponen estos (nuevos) hippies, quienes solo quieren vivir tranquilos al margen, en un territorio que como todo tiene un gobierno. Un padre, Luis (Sergi López), está en busca de su hija, una jovencita hippie, que dicen está melancólica, y se ha ido, aunque ya es mayor de edad, pero su padre quiere ver que esté bien, y la va a buscar, con su hijo pequeño, Esteban (Bruno Núñez Arjona). El desierto es peligroso, no es un lugar para cualquiera, y eso quedará claro en el filme, en esa aventura que emprenden Luis, su hijo, y sus nuevos amigos hippies (todos excelentes como interpretes). Hay escenas muy dinámicas, que producen adrenalina, hermosas de paso a la vista, junto a la fotografía de Mauro Herce, que llevan muy buen acompañamiento musical. Se exhiben escenas puras y duras que están excelentes, cine en esencia, que deleitan a la mirada, que son aventura a la vena. Cine, imágenes poderosas. Y no caen en lo innecesario porque son parte de esta película de aventura, de la aventura. Los guionistas son el argentino Santiago Fillol, que ya ha trabajado en varias oportunidades con el director de éste filme, y el mismo director Oliver Laxe. Es como si hubieran tomado por una parte en cuenta los errores y virtudes del filme Sobre todo de noche (2023). Hay momentos de shock, totalmente impredecibles, que se justifican plenamente, que dejan en claro que estamos ante una película de aventura (de entretenimiento, dígale aquí con su toque a lo europeo, si bien se siente universal), un relato de mucho peligros, donde no faltan en éste tipo de películas. El desierto marroquí es como el gran dominio (o "demonio") donde el hombre osadamente trata de atravesarlo, de vivir donde la naturaleza es poderosa, pero también ese peligro es producto del mismo hombre, de lo autodestructivo que es muchas veces. Así el filme remite un poco al mundo de Mad Max, pero en los comienzos de lo apocalíptico. Se llega como a asumirse en un sci-fi de bajo presupuesto, de los a medio camino realistas, o de pocos elementos futuristas. Se deja volar que ha sucedido la tercera guerra mundial, y que el mundo está en el caos, en su etapa de destrucción y estamos viendo a los sobrevivientes (que en sí puede referir actualmente a los que vagan austeramente por el planeta), como en aquel tren como con polizontes. En cierta manera lo que vemos se puede leer como algo postapocalíptico, pero al mismo tiempo identificable contemporáneamente, una dualidad del mismo desierto marroquí, una capacidad para hacernos pensar en ese momento bíblico, bastante utilizado en el cine, en el arte. Es una película sencilla, pero muy competente. Es la búsqueda de alguien, crear una caravana con un tipo de gente especial, una especie de tribu, expuesto en un lugar algo extravagante, y pequeñas aventuras, que recuerdan a la obra maestra del genial Henri Georges Clouzot, El salario del miedo (1953). La música electrónica está muy bien integrada, no solo desde lo más específico, sino como planteamiento de cine de aventuras y sci-fi. La luz tipo holograma de los raves, las cajas de resonancia frente a las minas militares. Es una obra lograda como película de aventuras, con una austeridad que funciona plenamente, estética, de nivel, no sólo audaz. Los que ven una película misteriosa, parece que han visto otra película, es una película de aventuras con pocos elementos, un viaje por el desierto, por lo peligroso que puede ser, sin demasiada grandilocuencia argumental. Lo sencillo puede ser muy potente y eso es justamente éste filme. Tiene una parte que puede hacer de la obra algo espiritual, donde vemos a musulmanes orando/rodeando la sagrada piedra negra en la Meca, como los trances de atravesar la vida, y que puede verse como la búsqueda de un mesías/profeta (o gente que de verdad mejoren a la humanidad), o el desierto (la existencia) como posible trascendencia de la gente común.
domingo, 5 de octubre de 2025
Jota Urondo, un cocinero impertinente
Lo primero que va a llamarle la atención a mucha gente, a muchos argentinos, es que el protagonista, Javier Urondo, es hijo de Paco Urondo, poeta y guerrillero, pero el filme es otra cosa y es una buena película. Javier habla un poco de su padre, es inevitable, pero como él mismo dice, menciona su lado íntimo, no su participación como personaje público. No le importa que habría escogido ser Paco, incluso desmitifica su muerte. Paco Urondo era su padre, y eso es todo lo que le importa. Javier se crio con su abuela y su madre. Cuando su padre fue guerrillero ya estaba separado de su madre. Su hermana mayor si tuvo un acercamiento político con su progenitor. El filme se centra en que Javier es chef y tiene su restaurante, uno que tiene la particularidad de que no lleva afuera cartel de identificación. Javier es un hombre inteligente, tiene sus propias ideas, y los directores, Juan Villegas y Mariana Erijimovich, las exponen muy bien, con total claridad. Es un documental sencillo, pero siempre interesante, así como el mismo Javier. Dentro de sus ideas personales o definición de su labor es que la comida sea rica y honesta; no exótica, industrial o sólo una mercancía. Vemos a Javier cocinando, desde lo humilde, pero a quien se le ve conocedor y apasionado a su modo. Son de aquellos que no pretenden venderte una publicidad para desfalcarte el bolsillo y servirte muy poco de paso. A Javier se le ve un poco cansado. Él mismo lo dice indirectamente. Lo oímos hablar bastante. El filme es sobre él, sobre su cocina. Éste documental se presentó en la sección Culinary Cinema del festival de San Sebastián 2025. Javier es un tipo que está realmente en el asunto, que lo vive desde lo más pragmático, y lo de él es vocación en toda la palabra. El dinero siempre es importante, que nadie te engañe diciendo lo contrario, pero no es lo principal (tampoco para él). Se ve que ama cocinar, sin ponerle demasiado rollo. Es hacer y ser de verdad, sin banda sonora, más allá del papel, aunque es duro muchas veces (como se percibe de Javier), porque es más fácil cuando eres popular (más allá de si eres realmente bueno). Javier conjuga la música, que el produce a computadora por placer, con cocinar, y se puede ver que también exhibe, con sus explicaciones, muchas semejanzas con el séptimo arte, y el arte en general. Javier se expresa de manera simple, amable. A su argumentación sobre saber aprovechar al máximo los alimentos (con las fermentaciones), desde la sabiduría culinaria coreana, se le puede rescatar -aunque no es una intención directa- una esencia social, en valorar más. En Javier se puede leer una cosmovisión espiritual, tampoco dicha literalmente, el de ser agradecido con la vida. Javier deja ver ideales. Pero no es dejarse arrastrar por los tontos romanticismos, los que muchas veces los inventan otros para anclarnos al masoquismo. Lleva una vida tranquila. Tiene lo suyo y no quiere pelear con nadie. Conversa con amigos de vinos, mientras tienen opinión propia, sustentada, inteligente. Se ve su relación con el mundo coreano, que es sinónimo de integración multicultural, y con su barrio. Lo observamos en el clásico ir al mercado por insumos. Su mirada, en muchos sentidos, es la de ser un buen economista. Otra idea suya interesante es su valoración del pan, más que alucinar con algo grandilocuente lo suyo es ver la genialidad en lo minimalista, en las pequeñas variaciones, en los detalles que rechazan la falsa intelectualidad y señala donde encuentra la verdadera sustancia (he ahí su impertinencia). Expuesto sin revoluciones ni alardes. El pan es rico en matices con pocos ingredientes. El sencillo detallismo de Javier se ve por mencionar algo en usar el caldo de las empanadas en la saborización de las papas doradas. Él experimenta también, como observamos en la película, desde su mirada. Lo suyo es igualmente ser bien argentino, servir provoleta y trozos abundantes de carne. Su restaurante se llama como él, Urondo, como está impreso en la carta del menú, como está estampado en los polos que lleva, aunque también lleva uno de Metallica.
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