lunes, 17 de junio de 2024

I saw the TV Glow


Ésta película es de terror y LGBT. Lo social siempre ha acompañado al cine de terror o al cine de género y aquí lo social trata la identidad sexual homosexual, pero lo hace entre medio sutil o con cuidado -sin perder su modernidad cool o juvenil- y también como con ese grito punk musical de una música diegética, provocando hasta perturbación o cierto histerismo, porque de eso va también con su misterio, de jugar a Videodrome (1983) tanto como al mundo de Terminator (1984) que deviene en Matrix (1999), o parafraseando a la literatura, que la vida es sueño, fantasía, irrealidad y así se mezcla lo que se supone real y lo que proviene de un programa o serie paranormal de tv del que los protagonistas son fanáticos. La historia nos habla de dos personas queer y es una amistad que nace en la niñez. Ellos, un chico y una chica, Owen (Justice Smith) y Maddy (Brigette Lundy-Paine), en la adolescencia se sienten unidos por quienes son en el interior, proyectado desde el entusiasmo que les despierta un programa llamado The pink Opaque que es muy parecido a la serie Supernatural, pero en lugar de dos hermanos como guías son 2 amigas, también jóvenes. The pink opaque representa el mundo que acoge las identidades que consideran les definen a Owen y Maddy, ahí se puede interpretar la transexualidad y el lesbianismo. El programa representa una lucha contra la literal y la simbólica melancolía, como así mismo poder ser libres en su identidad homosexual, frente al mundo que desde el colegio los pone como losers o marginales. De la misma manera Maddy coquetea con lo white trash y con el abandono emocional. Igualmente Maddy es como una pequeña mentora para Owen. Representa la persona en quien confiar nuestro mundo outsider si se quiere ver. Sobre todo cuando están en un especie de pueblito. Al mismo tiempo es un punto de influencia que puede tomarse o tornarse como negativo, porque Maddy, que en el relato es un poco mayor, pasa por un momento difícil de que se acepte su identidad sexual. Lleva un conflicto que hace que no se quiera a sí misma a un punto y su reacción puede ser conducirse dentro de una violenta rebeldía (o en la autodestrucción), rebeldía que es propia de la edad. Maddy incluso, aunque se plantea dentro de la libertad y el entretenimiento de una película de terror, del surrealismo y la imaginación, se encuentra proclive a la locura y hasta el suicidio. Su desaparición, que se asume en paralelo con la paranoia que implica el programa, se mueve a razón del adolescente que se halla solo y golpeado por su sexualidad, por quien es, y puede ser fatal. Vivir sin ayuda, sin apoyo. He ahí su lectura fuertemente social y LGBT. Owen viene detrás y tiene muchos menos problemas familiares, es más inocente, más sano si se quiere. Maddy es un poco su heroína, aunque igualmente una antihéroe. Ella habla de locuras como de libertad. Owen finalmente padece, al no aceptar la complicada paradoja de lo surreal o que el mundo no acepte éste surrealismo y esto significa la identidad queer que la directora Jane Schoenbrun sabe muy bien convertirlo en cine de terror, en amalgamarlo sólidamente, pero proponiendo un cierto misterio e intrincamiento o pensamiento atípico que no es otro que el de la locura de ser marginal. En todo momento The pink Opaque que no esconde descubrirse como algo un poco infantil (o un poco ridículo) hace como que el terror le está pasando revista al mundo LGBT. Los monstruos, que combate el superego, son los homofóbicos y la derrota es la depresión y morir enterrado vivo, sin ser uno mismo.