domingo, 17 de octubre de 2021

El imperio de los sentidos


Ésta obra es muchas cosas, una película de culto, una película pornográfica, una película polémica, una película arty finalmente solvente. En ella se cuenta sobre una prostituta, Sada (Eiko Matsuda), que se enamora de un cliente cuando trabaja de empleada en un burdel. Éste cliente es Kichizo (Tatsuya Fuji), un hombre alegre, suele reír mucho (y no desentona), que es muy sexual, nunca detiene su libido. Cuando descubre a Sada encuentra a su otra mitad, ella también es muy sexual, pero curiosamente se ha enamorado con  locura de Kichizo, cuando las prostitutas por lo general suelen ser más frías y más avispadas. Sada es un poco niña, pero también medio loca. Éste filme cuenta una historia real, un crimen pasional y quizá accidental, justamente por la continua experimentación sexual y donde entra a tallar silenciosamente la culpa. En la obra de Nagisa Oshima hay una felación con pelos y señales, hasta Sada se traga y babea el liquido seminal, con cara de inocente, así es su eterna expresión. Es un filme pornográfico, tiene varias escenas tales, de calibre hardcore, y quien no guste del porno va a desechar el filme, pero al mismo tiempo tiene un sólido argumento y es una película coherente. La sexualidad de ambos llega al exceso, es demasiado dominante, y los lleva a la autodestrucción. No es un filme de mensaje cristiano o fácil, pero tampoco es trasgresor de gratis ni sin pensar, es en mucho la historia de una mujer imperfecta que tiene muchos complejos encima, a pesar de que como pareja son muy libres, todo ello proviene de la promiscuidad de Sada, y querer compensar y dominar a Kichizo. En las mil formas que maneja la película hasta el sexo se llega a materializar como castigo. También es una relación obsesiva y un poco criminal; Sada teme mucho perder el amor y control de Kichizo, éste le corresponde aun estando casado, él está también enamorado, pero es querer mantener la aventura en frenesí y pasión constante la que los impulsa al hoyo.