Cuenta la historia de Cheryl Strayed (Reese Witherspoon),
actualmente reconocida como una novelista bestseller y una ensayista destacada,
aparte de ser una activista feminista, cosas que vemos mencionar de refilón muy
austeramente en el filme (irónicamente, cuando un periodista intenta usarla de
ejemplo en uno de sus reportes sobre vagabundos), ya que la trama va mucho más
atrás de su exitosa biografía, cuando era una simple mesera, y la muerte
prematura de su madre de sólo 45 años de edad le asesta un gran golpe que la
lleva hacia la depresión y la autodestrucción, en el consumo de drogas pesadas y una vida de promiscuidad, lo que le costaría su matrimonio de 7 años. Tenía un fuerte vínculo que
explica plenamente su extrema reacción y la propuesta, siendo éste el eje de un
existencialismo.
Bobbi se encargó de sus 2 hijos pequeños, de Cheryl
y su hermano, cuando abandonaron un hogar dejando atrás a un marido abusivo y alcohólico. Como se ve en la película era muy cariñosa y entregada a ellos, mostrando una
alegría, sencillez y ejemplo que roza el ideal materno en la memoria, una plagada
de simbólicas luces, ensueño afectivo y brillos, como de mensajes que motivaran
a la protagonista a ser una persona especial –desde un punto de vista psicológico,
en su liberación mental- al final del aprendizaje vivencial, tras el
sufrimiento, hallando el camino de la belleza, como solía decir la progenitora.
La trama consiste en que Cheryl decide rehacerse, volver al
camino correcto, y para ello tiene que purificar su alma, superar su dolor, y
lo hace decidiendo seguir el Pacific Crest Trail (PCT), un trayecto de 4200 km.
que va desde California hasta Washington a pie por bosques, el desierto y fuertes
nevadas, y lo hace sola al peligro de la intemperie, de lo salvaje y de la posible
violencia de algunos hombres de la ruta seducidos naturalmente por su belleza. Hay que acotar que Witherspoon no usa maquillaje ni mucho arreglo, y tiene una apariencia por
una parte rustica, de mochilera, que hasta no puede bañarse a menudo, aunque
aún luce agradable; ella yace dentro de una compenetración con el buen manejo de actores
del director Jean-Marc Vallée, de quien recordamos que Dallas Buyers Club les
dio el Oscar a Matthew McConaughey y a Jared Leto, y ahora Witherspoon está justamente
nominada con una performance valiosa, de las que convencen hasta quienes no
solemos quererle mucho.
Cheryl, Witherspoon, pequeña con una mochila a la que le llaman
monstruo, un tremendo peso, metáfora de su propia lucha con su interior, va
marcando los días hasta cumplir meses, mientras deja alguna línea memorable compartida
con un autor consagrado en las bitácoras de la ruta, como a su propio modo lo
hacia Into the wild (2007), con la que comparte semejanzas, al igual que con 127
horas (2010) en otro tipo de combate físico y espiritual.
Parte importante del concepto y estética del filme son los
flashbacks, que no son precisos, juegan con los tiempos, mezclan recuerdos,
que muchas veces sólo son como destellos, y arman sentidos artísticos, tanto
como de reflexión. Los flashbacks van a distintas etapas del crecimiento de la protagonista; sobre todo sintiendo esa poderosa empatía con su madre, interpretada por la actriz
Laura Dern, que hace un papel maravilloso donde creemos en toda potencia todo
ese amor inconmensurable que siente ésta hija, en donde Dern hace muy nítido
y real el sentimiento, uno tan importante para la historia y la credibilidad de
la película, en lo que trasmite bondad, comprensión, simpatía, una sonrisa diáfana,
pasión por la vida y por su vástagos, paz y calor humano, y todo desde una
esencia primaria, siendo profesora de letras, camarera y ama de casa.
En los tantos flashbacks, de ésta fusión mental conjunta que
es el filme del bien referido anochecer/amanecer de la filosofía materna, con
el andar sanador y duro del PCT, también veremos, desde luego, la oscuridad de Cheryl
que se inyecta heroína, una de las peores generadoras de adicción y caída al
submundo; tiene sexo casual y es infiel burdamente, para lo que Witherspoon
deja de lado su natural seriedad y carisma, ese que sobrevuela efectivamente sus
tantas expresiones de emoción en el
presente, sus elocuentes gritos de desfogue, su osadía y sus temores; ella presenta proximidad
con el público, en humanidad, igualdad y particularidad, al contrario de aquel
póster de la inmensidad del cosmos y la pequeñez humana. Witherspoon se dibuja vuelta pútrida piel,
y es verosímil.
Tenemos en el filme un balanceo de luz y pasado, en medio de una búsqueda de epifanía,
como los avistamientos de un zorro y la canción folk llamada Red River Valley
que canta tiernamente un niño, al igual que lo es en otra forma con la
naturaleza la composición peruana de El Cóndor pasa, en las voces de Simon y
Garfunkel. Nos vemos primero observadores de sus faltas, luego cómplices de
ella (en una road movie, aventura, que comunica muy bien el dolor), en su deseo
de enmendarse (aunque en un sentir menos caritativo que el de la liberalidad
americana, si bien Witherspoon tiene un aura). El ex esposo atraviesa la humillación por
las circunstancias, pero a pesar de todo le llega a apoyar en su “loca” disposición
de hacer tremenda caminata, la que muchos no culminan, y que ella a cada paso
se enfrenta con tirar la toalla, superando reto tras otro del sendero, como
serpientes, falta de agua, hambre, cansancio, heridas, soledad o miedo. Éste es el
quehacer de hallarse a sí misma.