viernes, 28 de junio de 2013

The almost man

The almost man, Mer eller mindre mann en el original, se alzó con el máximo premio, el Globo de Cristal, del 48 Festival de Cine de Karlovy Vary (2012). Es una película noruega y ópera prima de Martin Lund que también se encarga en solitario del guion. Su trama no pasa de ser sumamente simple y ligera de digerir. Sencilla de acopiar en unas cuantas líneas. Se fija en Henrik (Henrik Rafaelsen, mejor actor en el mismo festival por esta película) que es un tipo bastante inmaduro, aunque sobrellevándolo dentro de una vida confortable y segura, conformada por un hermoso apartamento, un común buen carro, muchos seres queridos, un deporte entre entrañables camaradas, una relación afectuosa con su madre y un empleo serio. Henrik se comporta como un muchacho teniendo ya 35 años y una nueva responsabilidad que afrontar, el embarazo de su novia, con la que convive dentro de una relación agradable de tono liviano, como si fueran dos muy buenos amigos, sin embargo éste sigue buscando hacer lo que le place, hacerle caso a sus deseos e impulsos primarios y espontáneos. Se aburre de su nuevo trabajo, de sus ocupados colegas, y está siempre atento a la broma, el diálogo chispeante y al relajo, en donde la línea de su naturaleza simpática termina volviéndose una molestia y hasta cierto punto un problema. Pero no tanto como para generar un drama complejo, ya que la historia toca la inmadurez muy superficialmente, como si fuera algo pequeño propio de una decisión reflexiva manejable, no ardua, a un nivel de gente bien educada pero que puede y quiere ser ordinaria.

Se observa el leitmotiv de la película en muchas escenas siendo su historia monotemática, bien centrada sin aparatosidad. Rescatamos una en especial en donde Henrik, un tipo alto, típico caucásico nórdico, manganzón y delgado, tras aburrirse en una reunión de su pareja, baja, se mete en un carro ajeno y orina sobre el trabajo, un libro infantil de Peter Pan, de una compañera de ella, a propósito de sentirse “avergonzado” a instancias de hablarle poco antes mientras le colgaba un moco en la nariz; enseguida tras toparse con su pareja y no saber explicarse, ni interesarle, escapa hacia una fiesta de sus mejores amigos, tan inmaduros como lo es él, y termina peleándose con alguien de su trabajo, a razón de mearle el balcón, y estando íntimamente con una chica fácil del grupo a la que poco antes alguien le ha enseñado la entrepierna entre bromas. Es una trama a la vera del estilo de vida de una generación joven acomodada actual europea con clara influencia americana, y su discurrir es fácil de ver, de entender, de caer en gracia por el lado fresco, ya que todo es muy directo, coloquial y cotidiano, y no sé si tanto de disfrutar en general, porque casi no pasa nada que trascienda o nos cree mucha complicidad. No obstante hay emociones, tocadas en su análisis de forma leve, pero existen, y mucha expresividad al respecto, el protagonista se debate especialmente dentro de una, la de la euforia, y seguro muchos pueden apreciar su tono y contexto rápido de identificar con la buena vida. Una cara que parece el opuesto radical al cine que hace Ulrich Seidl aun teniendo varios ratos exhibicionistas, al que utilizo para comparar lo que verán. Si en el austriaco lo sórdido y sucio es su fuerte, la problemática yuppie es la que asociamos a la presente película.

El protagonista parece un niño viejo como se le suele atribuir en jerga a su clase de personalidad en nuestra sociedad, a todas luces amigable, muy parecido a cualquiera de los íntimos compañeros de juerga de nuestra juventud, y es su trance a la conversión de lo que significa ser un hombre en cuanto a tomar seriedad y responsabilidad en la vida, transformarnos en un ser un poco aburrido digamos o mejor dicho a una existencia menos abierta y más contenida, la de alejarnos un poco de nuestro egocentrismo y enfocarnos en los que dependen de nosotros, lo que tenemos entre manos, en un estado en donde solo se trata de restringir un poco nuestro comportamiento. Y realmente la película parece poca cosa, tema que no es asunto de sutilidad en cuanto a escarbar en ella (sino de sustancia), porque solo ciertas pequeñas partes de su repetitivo mensaje se esconde en eso aunque las apariencias engañen, sin embargo no deja de apreciarse muy real, que pasa más a menudo de lo que creemos, porque no solemos anhelar crecer, salvo en el caso de obtener libertades y permisividad, solo beneficios, y no de asumirnos como la imagen estereotipo de un padre, de un hombre de familia. Siempre esperamos componer ciertas figuras, pero no desestimemos que un día se pueda descubrir que somos lo que menos hubiéramos pensando, así es la vida. De lo que se trata es de un papel que a todos nos llega en algún momento, el de envejecer, primero mentalmente para luego ir hacia lo físico. La forma de la película no le pide mucho al protagonista, ni a través de su persona a nosotros en su mensaje, sino algo tan pequeño como viene a lucir toda esta obra, aunque nos hable de un paso significativo en la vida de toda persona, ese hola tras el diluvio con la pelea de pareja en pos de lo inevitable, aunque Henrik intente bailar seriamente y no crea poder.

Pequeña, afable y llevadera, aunque no en estado de gracia, ni tampoco indispensable, donde no faltaran los que verán un cine independiente de recursos mínimos, lo que yo en realidad veo como un cine comercial de autor, más amable que otra cosa. Propone simpatía y esa es su mayor atracción, recurre al optimismo y tiene algo de original, observando a Henrik en el juego de ponerle un nombre de acuerdo a como se ve.