sábado, 18 de mayo de 2013

Jarjacha


Lo que vemos en pantalla debe hacernos amar el cine, entendiendo que aparte de una dedicación perfeccionista y pasional debe haber una verdad, la del cineasta, aunque no sea del agrado de muchos, la honestidad es primordial, pero si el filme está plagado de defectos e ineptitud eso sólo puede respaldarlo alguien que no valore el séptimo arte y más si es el de su país. Ya no hablo de entretenimiento, sino de que contenga una factura decente. La presente es muy precaria, con actuaciones muy amateur y con bastantes fallas. El cine regional debe existir pero lo que ofrece ésta película debe mirar hacia concebirse como una mejor proyección, necesita de una mejoría (sabemos que se puede), buscar reforzar su base visual, sobre todo su forma (que sí tiene ideas), considerándose actualmente una especie de comienzo más que un trabajo último, ya que requiere de mayor técnica, una historia más limpia y mejores actores, y es que si los interpretes conocidos del medio muchos de ellos no llegan a exhibir demasiado talento éste especie de neorrealismo italiano a la peruana deja en buena parte que desear. El deseo de promover distintas expresiones nacionales de cine y la iniciativa regional no debe confundirse con mirar hacia otro lado o escribir algo irreal, sino de una crítica abierta y constructiva en tanto sus virtudes como en sus deficiencias.

La presente sin quererlo en parte incomoda, fastidia, te hace sentir un poco mal, es muy irregular, sin embargo tiene ratos salvables y su trama ostenta cierta originalidad. La segunda película del director peruano de origen ayacuchano Mélinton Eusebio realizada el año 2000 nos presenta un relato sobre un mito andino, nos entrega una película de terror. Hay varias en la región por lo que el género es popular en todo sentido. Cementerio general que se autodenomina como la primera película del terror nacional y que está próxima a estrenarse seguramente se erige de esa manera por poseer mayor calidad y ser promocionada en los cines comerciales en todo el Perú. Sin embargo Jarjacha es su principal antecesora ya que ha ganado notoriedad respaldando lo autóctono desde una mirada afable y pretendidamente entretenida. Por algo el terror siempre ha acompañado a los amantes del cine, su capacidad de llegada suele ser indiscutible, y aunque apunta a ser un género desenfadado y no muy trascendental, incluso visualmente simple, no nos alcanza a perdonarle a la presente todos sus fallos. 

No obstante, seamos un poco indulgentes y busquemos aspectos favorables, algo que efectivamente podemos alabar es la historia y las ideas detrás, como se han desplegado los acontecimientos. Jarjacha en manos más hábiles y mejor presupuesto sería algo bastante atractivo, pero seamos justos, también lo interesante se debe a su director. Una característica creativa es que el demonio de los andes aparece recién a media película, antes es una adaptación a lo rural desde tres estudiantes de antropología que viajan a un pueblito en la Sierra y encuentran un lugar hostil, oscuro y esquivo. El paisaje refleja a la población, hay un halo de salvajismo, emotividad e instinto, que hacen de subtexto para reforzar la imagen del Jarjacha, monstruo curioso que tiene de los mitos del terror, de los zombies y del hombre lobo, aparte de monje enloquecido; come cerebros humanos tras escupir sangre e inmovilizar a su víctima y se transforma en llama en la copula incestuosa que genera su naturaleza asesina. El personaje posee leyenda propia y personalidad aun siendo algo redundante en un cúmulo de aspectos conocidos en el terror, y es que se nutre mucho del entorno andino, sin que se desvirtúe su carácter general y asimilable por cualquier espectador.

La figura esencial aun con una proclividad general a la sencillez argumental tiene mucho potencial. Pareciera que no, pero sí que la tiene, y por ende el relato ya contiene un triunfo, pero vemos que no queda sólo en eso y hay más ingenio. El Jarjacha demora en aparecer mientras se van creando antecedentes que parecen independientes pero terminan sumando, generando expectativa, formando una atmósfera y solidificando a los personajes y a la comunidad. De esta forma, hay datos que juegan sueltos y a la vez suman al conjunto. También hago la salvedad o, mejor dicho, cierta enmienda que no todo lo técnico es malo, hay una mixtura entre una cantidad de tomas muy profesionales y otras poco apetecibles. Sin embargo en ese aspecto termina dominando la sencillez.

Todo lo malo de alguna forma tiene algo que la rescata un poco, porque se siente que el producto tiene alma, y no trato con un cliché, ni con la ceguera de la condescendencia, sino con la llana y pura honestidad de una subjetividad. Se da el caso de que ese neorrealismo del que hablo termina generando una aura de llaneza que nos hace asumir una esencia contextual propia de la historia que se nos cuenta, como de lugar perdido en el limbo, primitivo, pero atemporal, capaz de albergar una bestia demoníaca de carne y hueso. Si amas el cine B, si tienes esa predisposición sentimental, no puedes evitar cierta confabulación, y es que además un síntoma "masoquista" termina atrayéndote a cierto grado, como lo de la revelación del padre incestuoso atado desnudo vomitando y sangrando tras el apedreamiento del pueblo reunido (la mejor escena de la película, aun en toda esa clara imperfección y suciedad). Se trata de verosimilitud en cuanto a lo fantástico que se nos narra, hay algo decente en todo ello.

El filme tiene de sexual y hay que resaltar que hay buena mano al respecto, rehúye el sensacionalismo o la sobreexplotación del tema aun siendo parte de la leyenda; lo maneja con mayor sutileza de la que muchos hubieran optado, pero con ello gana muchos puntos. Resulta muy provocativa la delicada escena del vecino mirándole las piernas a una campesina.

Otra mención importante para quien escribe es la de la autoridad, su intervención no me parece gratuita ni tampoco una fácil manipulación, sino juega de simbolismo sobre la ruptura de la realidad, un reflejo de que todo es más inverosímil de lo que realmente parece, que se puede permitir algo tan espectacular. Esto es un guiño a una solvencia que si posee. Y es que hasta el final del metraje nos movemos en los confines del Jarjacha, creyéndonos lo que no existe más que en la imaginación y el agradecido temor del entretenimiento.