jueves, 2 de mayo de 2013

Abrir puertas y ventanas

Ópera prima de la argentina Milagros Mumenthaler que obtuvo el leopardo de oro y el fipresci en el Festival de Locarno del año 2011. Una película íntima y minimalista que exhibe el lado femenino y su humanidad, desde tres hermanas muy jóvenes que viven en la casa de su abuela muerta no hace mucho y que comparten rivalidad, afectos, enojo, celos, un sinfín de sentimientos mientras echan a volar sus sueños de independencia y vínculos amorosos. Una convivencia que es ardua, que tiene muchas fricciones y competencias, roces pequeños como el típico de la ropa, el espacio o los quehaceres del hogar hasta violentos cuando una a espaldas de otra articula una teoría de que es adoptada, o vende lo que es de todas para comprarse algo suntuoso, o reta la cadena de mando de la mayor, de Marina (María Canale, premio a mejor actriz en el mismo Locarno) quien junto a su ecuanimidad muestra un lado inocente y sensual con el vecino Francisco (Julián Tello) del que yace enamorada pero éste tiene novia. Él es otro recurrente aunque secundario puntal del conjunto.

Nos guía por  la vida diaria de ellas sin aspavientos, muy sencillas y comunes a cualquiera, la verosimilitud y cotidianidad de la propuesta es de alto peso y no cansa ni se vuelve repetitiva a pesar de tener constantes que parten de estar en un único punto, pero proveyendo mucho movimiento, como proyectándolas hacia afuera. Ostenta el filme mucha novedad sin mostrarse forzado o artificial. Conocemos de su trabajo, el colegio o la universidad, sobre todo de sus personalidades, viéndolas la mayor parte del metraje en su simbólica casa donde se mueven mayormente en el ocio, el trato revelador y las inquietudes, restando sus responsabilidades intelectuales/laborales que se oyen como información (lo que si no se habla es sobre los padres, qué pasó con ellos), de la mano de sus básicas desavenencias y peleas, su forma de simplemente estar ahí con la telenovela, con el alquiler de una comedia romántica o entristeciéndose con una melancólica canción en que una toma estática y extendida muestra las emociones de las tres mientras están apegadas en un sillón.

Un retrato y estilo casual, lleno de la complejidad de las relaciones humanas en su sustancia, amplificadas por el hecho de estar como metidas en una caja que genera y requiere abrir puertas y ventanas, que sofoca como en el calor que tienen literalmente encima, aunando su intensidad de existencia y edad. Nos enseña la directora argentina los pensamientos y el interior de sus tres criaturas, a la par de sus naturales y significativas acciones; nunca nos son oscuras, sino siempre se nos develan en su esencia y razón de ser, no falta la coherencia aunque sea la propia e individual como por envidias y egoísmos. Se complica el escenario producto de los vínculos de sangre, con la honestidad del alma, de esa que muchas veces es dura con los que más quieres, donde se tienden a olvidar las convenciones interpersonales. Hay mucha racionalidad en la propuesta pero del tipo de a pie, contiene buena empatía y facilidad de llegada, todo sin perder su toque de autor gracias a su sutileza, al no dar algunos datos o a su paciencia sin regodearse en la lentitud, colindando o matizándose entre ser digerible y tener un sello de procedencia personal.

No es un filme donde predominen los cariños, porque los damos por descontados, sino las complicaciones, aunque con ventilación, con momentos de compañerismo, de buen compartir. Se echan cremas faciales entre ellas, amueblan su hogar que también es una “cárcel” de la que deben volar o aprender, preparan jugo para todas o una reúne el vínculo afectivo del grupo mientras revitaliza la existencia en general enviando un recuerdo en un cd con su voz grabada. Aunque suene romántico, habla de lo eterno a pesar de las distancias. Se preocupan por el implícito ser querido, fuera de los tantos conflictos (a veces no son solidarias), que se refleja en la frescura, relajo y cierta conchudez de Violeta (Ailín Salas, participe de filmes reconocidos), la menor que anda mucho en calzón echada vagando y escondiéndose en casa con el novio, cogiendo lo que no es suyo, y aunque de trato tranquila implica abusar un poco de Sofía (Martina Juncadella, que con sus desnudos artísticos muestra bonita figura), la guapa hermana intermedia, que es anfitriona de marcas publicitarias, que siempre trae simpáticos vestidos regalados, que es la más superficial, tiene genio fuerte y es la complicada de relacionarse con las otras, se enoja rápido y a instantes "por gusto", no obstante todas tienen defectos o son inmaduras en algo.

Se exhibe mucho trato, del tipo común, y como tal aunque a simple vista no lo parezca es un filme importante, bajo la grandeza de lo pequeño, habiendo muchos giros y acontecimientos, que aprovechan mucho la imaginación desde algo tantas veces visto pero que valga la paradoja sigue sorprendiéndonos. En resumen una película nada tonta, teniendo seguridad y audacia en abordar algunos lugares comunes. Es un filme de los transparentes, al punto de que se permite un final harto sensible, manido, pero que tiene la inteligencia de ser a su vez un llamado de atención. Pregunta transversalmente ¿escuchaste la letra de la canción? Y eso es lo que acabamos de presenciar, no solo algo melodioso, bonito, sino debajo de todo ello sustancial, como es la vida misma, como una vez más nos dicta nuestra simple complejidad.