El gran viaje del Capitán Neptuno (1991) Éste es el corto más celebrado de Aldo Salvini, por los cinéfilos hardcore peruanos. El personaje principal lo interpreta el reconocido actor peruano Aristóteles Picho quien murió joven a los 56 años y por entonces tenía 33 años y venia de trabajar en 2 películas icónicas del cine nacional, La ciudad y los perros (1985) y La boca del lobo (1988), ambas de Francisco Lombardi. El mismo 1991 trabajaría en otra película icónica nacional, Alias La Gringa (1991). Aristóteles hace de un mendigo y loco de la calle. Siempre lo acompaña otro loco y mendigo (Martin Moscoso) y es su secuaz medio tonto, un marinero de una capitanía imaginaria que lleva el rol de Aristóteles. El loco guía suele lanzar discursos sobre un barco que ha inventado en su mente llamado El Atahualpa con el que pretende rescatar al famoso monitor Huáscar, finalmente derrotado durante la guerra del Pacifico, la guerra con Chile. Éste loco guía yace perdido en el pasado, cree por momentos que yace en 1879, en plena guerra. En un momento con simplemente humo y movimientos de la cámara, más el histrionismo de Aristóteles, se recrea el combate de Angamos y la muerte del héroe nacional Miguel Grau que vemos hasta tres veces bien personificado. Es la economía absoluta en acción, pero con talento, sin lucir pobre aun así, sino más pegado a lo minimalista y efectivo, sin alardes ni falsas expectativas, sino tal cual asumido desde la locura y un poco de sugerencia de qué está pensando o donde se halla enfrascado el loco capitán Neptuno. El sueño es ir tras el Huáscar como quien regresa en el tiempo y salva de la derrota al país, es decir una quimera, un anhelo patriota, un canto de amor por la patria, con la pasión más extrema de quien ya no está en buena parte en éste mundo, un cuerpo que alimentar, un fantasma de la calle, aunque el filme gira alrededor de su cabeza. No obstante la recreación no lleva ningún tipo de melodrama, es un canto relajado, fresco, aunque también es un sugerente cine social que dialoga con una gran película que se estrenó el mismo año, El rey pescador (1991).
El pecador de los Siete Mares (1992)
Éste corto de 11 minutos es de fantasía, pero también puede ser producto de una alucinación del alcohol como menciona el propio protagonista, Ángel Santa Cruz (Enrique Victoria), un ex cura pecador que ha hecho que una cristiana o creyente y cantante de boleros (María Angélica Vega) caiga también en el pecado y en la autodestrucción. Ángel ingresa por lo que parece un hueco, o parte rota, a un barco abandonado, con intenciones o de dormir ahí o de echarse a beber, pero pronto se topa con algo surrealista o una confrontación contra su inconsciente. Ángel no sabe del todo, pero busca sanar. Aparece el demonio, que interpreta Aristóteles Picho, con un ojo raro y arrastrándose o haciendo pequeñas acrobacias, cantando también boleros, marca de quien representa así mismo que tiene calle o barrio. El bolero no como romance sino como representación de la bohemia, de la noche, aunque también aparece seducción y hasta ironía. Ángel en cierta manera es un especie de criminal, en pos de perdón, en pos de autoaceptación, un hombre viejo que sufre por sus culpas. Pero como él mismo dice, él no es Cristo. No obstante el demonio lo crucifija literal y simbólicamente, con un buen efecto visual a 2 impactos o cambios de la cámara en toma de detalle, para luego terminar con la mirada general del torso en posición de castigo. El demonio en realidad juega con Ángel, como quien lo está haciendo participe del purgatorio, en un lugar interesante, un astillero, pero un lugar que representa el desierto que nos reta, como con justamente Cristo.
Carta del
apóstol San Juaneco a la ciudad del mal (1992)
Éste corto de 11 minutos como El pecador de los siete mares y La misma sangre, la misma carne los produce Francisco Lombardi. Se contextualiza a orillas del Río Rímac y se supone que está a puertas de la Lima urbana, que el loco protagonista, San Juaneco (Martin Moscoso), llama la ciudad del mal, de donde se escapa un criminal herido (Julio Vega). Desmayado, el loco lo amarra como a Cristo crucificado, pero es como hablarle al ladrón perverso que estuvo a su lado. San Juaneco es una versión chicha de San Juan El Bautista, tiene una estética que destaca en su visualidad, él en sí es un espectáculo, un suceso, como salido de la farándula peruana, pero éste es un loco que quiere redimir a éste criminal herido que ha encontrado como quien halla algo botado en un basurero y quien al despertar se jacta de mucha maldad. Pero luego en el delirio aceptará cualquier cosa. La enajenación domina la representación, es entonces que Juaneco lo toma hasta como un títere. Puede ser visto como un castigo divino, o una ironía de la existencia. En la hiper popular Pulp Fiction (1994) pasaba algo parecido, no igual; a un criminal desmayado tras un atropello lo hallan unos tipos no literalmente locos, pero peores. Éste corto de Aldo Salvini es nuevamente cine social, pero con su cuota de relajo, aquí tiene algo de comicidad. Juaneco no tiene nada, pero cuando le dicen donde se manifiesta Dios en su vida de pobreza, como quien reta su existencia y bondad, Juaneco responde que en la comida, y en efecto Juaneco sigue vivo, es un sobreviviente del que parece yacer en el desierto. Juaneco ve a Dios en lo más básico, pero también vital, un lugar de felicidad en distintas formas, pero felicidad para todos y en ese rincón minúsculo yace Dios para éste particular creyente.
La misma
sangre, la misma carne (1992)
Es la historia de unos siameses donde uno representa marcadamente el mal y el otro el bien, uno se dejaba influenciar por el otro pero ya no quiere seguir matando o permitiéndolo. Llevan los nombres del cuento infantil, Hansel (Gilberto Torres) y Gretel (Antonio Aguinaga). El mundo retratado es lumpen hasta lo visual-austeramente, con rostros carcelarios, cicatrices faciales y tatuajes en la frente, habiendo una cierta exageración. Se ve una buena dramatización entre esa lucha antagónica, muy física, pero que claramente simboliza como decir el mal habita junto al bien, puede corromperlo y el bien debe vencer al mal, para el caso el asunto es extremo, propio del cuento en general. Trozar el pollo es una buena concepción, no pensada tanto como parte de una historia lineal, sino como un lugar de sugerencias muy visuales, muy cinematográficas, habla de la tendencia homicida y la unión de los protagonistas al mismo tiempo, que veremos que después se nos explica todo. Así también la tendencia de ver la pantalla hacia el rojo induce a sentir la sofocación que atraviesa Gretel constreñido en el mundo sangriento de Hansel. Lo que se oye en la radio puede parecer, más que contexto social, algo obvio, pero igualmente le da dimensión a éste relato de terror. Es un cuento propio de su época.