viernes, 11 de abril de 2014

Grand Central

Presente en Un certain regard en el festival de Cannes 2013 y en el festival de cine independiente de Buenos Aires (Bafici) de éste año en la competencia oficial internacional. La segunda película de la francesa Rebecca Zlotowski es una historia que versa sobre la adaptación a una vida confortable en la clase trabajadora de parte de un joven llamado Gary, interpretado por Tahar Rahim, un actor en ascenso que hace con solvencia de un espíritu noble pero pedestre, aunque deja un resquicio de oscuridad bajo una frase común ("Tú no me conoces"), y sin salir de su cuadrante puede ser enérgico e impredecible como en Un Profeta (2009), de donde una vez más el “hambre” más que la malicia empuja. Gary viene de una existencia austera, con una madre indiferente, una hermana recriminadora y una educación básica. Él encuentra la ansiada paz en la localidad del bajo valle del Rhone, donde labora en una planta nuclear, solo que pronto –como no podía faltar- esto se quebrará cuando se enamore de la bella, seductora y desinhibida Karole (Léa Seydoux), futura esposa del mejor amigo de su patrón. Seydoux es una actriz en toda boga, quien llora como las grandes, y tiene en sus movimientos un aire campechano que bascula con su atractivo y, cuando quiere, su provocación, sobre todo con sus ojos hipnotizadores.

Con ésta sencilla trama se arma una estructura que se mueve muy bien esquivando ser cuadriculada en un marco reducido y conocido, provocando el alargamiento del descubrimiento y la consabida debacle. Propicia a un punto un saludable lado de novedad, sabiendo escapar y potenciar a la vez su contexto que se mueve en el ambiente de la planta nuclear mientras el eje es la oculta relación que mantienen Gary y Karole. En el estilo de Zlotowski está que maneja muy bien la elipsis, acorta harto las explicaciones y por ende las escenas, haciendo que saltemos preámbulos y avancemos a un ritmo cautivante sin caer en lo abrupto, si bien hay uno que otro momento algo corto. Posee una visualidad imponente, a lo que llamaría puro cine, sugiriendo y proyectando, bajo una mirada bella, artística, como la voluptuosa pierna y el roce en el carro o el caminar guiados por el silencio y las miradas del deseo hacia un paraje boscoso donde la pareja pecaminosa hace el amor.

Otro rasgo es la ambigüedad, ¿a quién ama o le es fiel, Karole?, que es el leitmotiv y objeto de creación o destrucción de los seres humanos involucrados, en una pasión que valga la redundancia hierve de fuego “secreto”, sin sobrexplotarlo o anunciarlo literariamente, sino más bien haciendo uso de la elegancia, mucha arte, el buen hacer cinematográfico y la inteligencia. Tratamos con una directora a quien seguir definitivamente.

La imaginación del espectador es muy necesaria, la compenetración con el vínculo afectivo de la pareja de protagonistas que pienso asegurada ayudará mucho a poner de nuestra parte, aunque no todos lo perciban así, para apreciarlo en toda su medida aun no siendo difícil de ver y seguir, porque sin ello será como ver disminuido su verdadero valor, auspicioso con unas formas, esquives, engrandecimiento de los detalles y anexos que hacen de éste relato una composición mayor de lo que parece. Es una obra  en la que hay que interpretar y cavilar para deducir una posición, ya que tiene muchos rodeos además, habiendo mucha duda y misterio, un cierto aire raro y leve en la atmósfera que crea su trama, como con esa constante alerta de contaminación, la sombra de la muerte que vuela apenas perceptible pero muy perenne si aguzamos la vista. Véase ese anticipo de terror y discreta brutalidad en el rasurado de cabello de la amiga de Karole, una chica radiante, como observamos en un canto suyo anterior, que llora, teme y facilita la noción del peligro inminente.

En su reparto contamos con Olivier Gourmet como Gilles, quien entrenará a Gary, el joven ágil de entendimiento y entregado a su trabajo, hasta lo heroico. Tiene algunos ratos memorables, como cuando yace desnudo en la banca ante el chorro de agua que trata de limpiarlo de la radiación, o sobresaltos y gritos imponiendo su figura “ordinaria” y absorbida por la planta nuclear. Es loable ver que éste actor siempre puede cambiar de registro emulador con algunos simples toques. Parece una persona distinta con naturalidad y simplicidad, pero con mucho talento. Con él está Denis Ménochet como Toni, el tipo rudo pero también extrovertido, novio de Karole. Articulará más complejidad de la que se cree, si bien es mucho un accesorio pequeño de la trama. De sí se desprende la sensación de conflicto, como en tantos momentos, sin embargo muchas veces Zlotowski como en la vida misma hará caso omiso de ello, como apagando o prendiendo nuestra atención, aunque tendrá sus lapsos de entregarnos el clímax que predispone, pero siendo una historia madura, coherente, realista y no tan efectista.