viernes, 31 de agosto de 2012

Cielo oscuro

A nuestro cine parece que no puede faltarle el criollismo ya que de no ser así -se cree y tampoco suena ilógico- no nos reconocemos en nuestro séptimo arte, y parece una regla de la cinematografía peruana y ya saben lo que se dice de las reglas en el arte (hay que romperlas). Se trata de la picardía de la calle de la que todos nos vemos influenciados para bien o para mal, desde cualquier capa social; la adaptación al entorno de la jerga nacional, el lenguaje coloquial y la cotidianidad con que solemos resolvernos (los lugares comunes del imaginario patrio); además predomina el demostrar que somos despiertos, sencillos y “espontáneos”, dentro de la ciudad más moderna y sobrepoblada del país, la que lo absorbe todo, la capital, claro.

El filme sigue éstas coordenadas pero lo hace bien digamos, abordando una trama puntual, los celos infundados de un hombre. Puede ser un relato insípido a ratos, muy poco por resolver, sin embargo enfocado saca provecho de una temática universal. Los casos que prevén la inminente separación o quizá una tragedia resultan interesantes, son fáciles de identificar, pero eluden lo forzado, son creíbles y hasta algunos cómicos. Toño (Lucho Cáceres) en medio de una postura sexual que hace ver a la actriz Sofia Humala muy deseable, una flaquita de curvas medidas, grita de pronto: ¿en quién estás pensando?, y nos saca de cuadro produciéndonos una carcajada. Luego Toño argumenta: si no vas a llegar al orgasmo para que ponernos en esa pose, ¿a qué se debe?, y así, la "broma" continua.

Toño es un personaje implacable en tener desconfianza de la nada, pero en su mente está la sombra de una reciente ex pareja de su actual compañera, Natalia (Sofía Humala), y para peor de males para él está en el grupo teatral al que ella asiste. La idea está clara, el tipo tiene un problema pero la historia no hace hincapié más que en lo superficial, no obstante funciona, es solo la idiosincrasia de una persona torpemente celosa, no hay pretensiones y aunque la estructura hace posible una realización correcta, bien planificada y simpática, queda en lo que quiere, algo menor y seguro, lo cual para una ópera prima puede ser entendible, e igual espero que el director Joel Calero siga creciendo.

A los personajes y su realidad nos los muestra siempre con economía, con el justo necesario y tampoco falla, queriendo tener sumo control por donde se mueve, concentrándose en la interacción de sus actores, desarrollar eso que tan rápido se logra en nuestro cine, vernos ahí en pantalla, y si bien busca lo de siempre es una película entretenida y asimilable, aunque no demasiado sobresaliente. No obstante denota dominio explotando el background cinematográfico nacional, pero sin excesos, sin volverlo burdo, siendo simple pero no barato, estamos sin discusión ante una construcción artística, sabiendo lo que quiere y se conoce pero aun así en sus propios términos, retocando lo pasado, bailando una pieza conocida a un tono limpio y prominente en querer producir ante todo varios momentos pequeños –encuentros- que brinden naturalidad al desarrollo, que el tiempo y la evolución de la relación central tenga camino (en corto lapso debe crear la relación y luego agredirla in crescendo), y que las figuras humanas tengan materia (se enfoca en lo primario y está bien sin aspavientos), los dos principales si la tienen. Una con el vínculo con su grupo de teatro y el reencuentro con su padre (Roberto Moll, que habla raro y se ve descuidado, y al que le falta desarrollo), un personaje inocuo aunque se le entiende como propulsor del acercamiento hacia Toño. El otro con su familia rota y sus nexos afectivos, la crítica ex esposa (Norka Ramírez, convincente pero de poca aparición), su pequeño hijo, su madre, su mejor amigo Arturo (Paul Gastello, como el compañero medio tonto y gracioso) y sus compañeros de trabajo en el Centro Comercial de Gamarra, cuna textil popular contemporánea peruana. Mención aparte de la vedette Mariella Zanetti de prominentes tetas que hace de una trabajadora del puesto de Toño y que sorprende, se le pudo dar mayor espacio, y no solo es una –obvia- petición de acrecentar la injerencia sexual. 

El filme tiene un toque erótico, mesurado a fin de cuentas y que se acopla al conjunto, lo que nunca falta en nuestro cine, y que hizo correr de la sala a algunos viejitos, se fueron cuatro, puede ser eternamente incomodo pero así somos y en realidad la mayoría de cinematografías (Hollywood tampoco nos niega algunas anatomías, con tomas más cuidadas). El comienzo solamente me pareció vulgar con la masajista y la estimulación manual, no sé cuan necesario resultaba aunque no se ve directamente en pantalla.

Lucho Cáceres actuó bastante bien para su primera vez en el cine, estuvo sólo demasiado calmado, con ello evitó caer en la sobreactuación ya que tenía escenas violentas, de mucho enojo y discusión. Sin embargo se denotó algo antinatural, sus celos enfermizos no equivalían mucho a su expresividad corporal, que hay gente así se comprende, pero de esa forma se evitaba la intensidad y con ello había menos emoción para el público, pero la sobreactuación era un gran riesgo, aunque con lo hecho quedó más que decente, mucho si vemos que el peso estaba sobre él y el filme no reprueba. Sofia Humala, que viene de las tablas y que también debutaba en el cine, era más ávida en la manera de actuar, a ratos se hacía atropellada pero podías verla en el papel, una artista joven de teatro, fresca y a su vez indefensa ante ciertas circunstancias; no resultaba un estereotipo, se pudo pensar en hacerla bohemia y medio loca, no obstante se optó por algo más maduro, y se veía que tenía de dependiente emocional hasta económicamente, que hacía del personaje proclive a caer en las manos de Toño. Notabas esto en su construcción y no quitaba idoneidad e inteligencia a su práctica, como toda la obra que demuestra mucho oficio. Ahora Calero debe buscar atrevimiento y otro nivel de ingenio para que logre concebir ese cine que todos queremos, más internacional y complejo.