martes, 21 de febrero de 2012

La dama de hierro


Todo ser humano promedio a más tiene su propio razonamiento –insípido y molestoso quizás pero suyo- y sus naturales emociones –más exacerbadas en algunos que en otros- dirigidas a su personalidad, empero cuando queremos sobresalir hacemos casi siempre una coraza sobre nuestro cuerpo y nos revestimos de una especie de manual a seguir, mostramos la esencia (procesada) que nos empuja a intentar ser especiales.

Margaret Thatchet es el ejemplo de esa figura, una mujer que de muchacha lucía guapa pero bastante anticuada, provista de una voz chillona, infravalorada por su condición de fémina en un mundo de hombres, de políticos, la órbita de los salvajes lobos o de los mamíferos carnívoros, el espacio de los astutos con todo lo que conlleva ello, tanto lo negativo como lo positivo; sin embargo su talón de Aquiles se convierte en su máximo valor, la dureza, la implacabilidad en el carácter, una dama que quiere ser una líder irrepetible, una nueva voz para su patria. Ella trae nuevas perspectivas como suele suceder en todo germen evolutivo, quiere que su partido se torne firme y ataque con convicción todo flanco débil.

Thatcher tiene un problema, deja de lado su sensibilidad, su corazón, cree que todo amerita ser racional, una idea lleva a otra y a una mejor, hasta la siguiente derivación encumbrada y finaliza en una completa conclusión, empero la película no quiere enseñarnos ese único aspecto bien conocido por todos y que fue el motor de su grandeza aún en su ejecución particular práctica a lo unidimensional, en parte arbitrario, algo intratable e inflexible y exigente forma de gobernar aunque siempre dentro de los parámetros de un gobierno democrático; como si alguien nos leyera al omnipotente Maquiavello diciéndonos que el fin justifica los medios o a un Winston Churchill sentenciando ofrezco sangre, sudor y lágrimas (para el triunfo); sino que quiere sacar a la luz al ser humano detrás del personaje público enseñando el porqué de sus actos, dándole la oportunidad de ser comprendida. Para lo que vemos -paralelamente a su gloria, hegemonía e intensidad administrativa como cabeza del estado- las otras facetas ocultas de la otrora dama de hierro, título ganado por acciones como la pequeña guerra de las Malvinas o las islas Falklands contra un poder menor en el aguerrido y kamikaze Argentina en una lucha de casi dos meses y medio de duración en que el ganador tenía nombre desde un principio, empero de no resolver bien la situación –diplomática o bélicamente- podía terminar siendo una señal de debilidad para el resto del mundo, tanto como perder un territorio aunque de muy poca riqueza y desarrollo económico, importante por pertenecer al país; Thatcher dice además que es una cuestión de principios.

Incluyendo entre sus resoluciones que definen su rígido pero mayoritariamente vigoroso y triunfante régimen -tras la valida autoridad que le dio imponer una nueva economía que llenó de prosperidad a Inglaterra tras la crisis de la postguerra mundial del 45 que trajo una constante secuela en años venideros-, la reticencia a unificar la moneda dentro de la Comunidad Europea, la irrefrenable combatividad para con el terrorismo/crimen cayendo ella misma como blanco de ese círculo sanguinario, la apertura de un mercado más competitivo, la supresión de subsidios o la igualdad en cuanto a los impuestos así seas millonario o de escasos recursos –se escucha decir que todos deben aportar ya que el beneficio es para la nación en conjunto- que desató feroces conflictos sociales en las calles británicas en que se pedía la dimisión de su cargo, viéndose que tuvo infinidad de aciertos invaluables y algunas falencias garrafales que le costaron su puesto.

La línea general del asunto es que Thatcher ponía el dedo sobre la llaga pero sin anestesia ni paños fríos, con mano dura a costa de poner a prueba la lealtad de sus subordinados, la del mismo pueblo inglés y anteponiendo su carrera y dirección política a su familia (vemos que deja a sus hijos atrás en una demostración de su entrega total o predisponiendo a su futuro esposo a entender su rol para con la historia de su país por encima de su función matrimonial).

El filme nos coloca a una mujer que en la actualidad vieja, frágil y pacifica sufre alucinaciones, que está a puertas de la demencia senil o y cae en ella, que se ve rodeada de esas presencias a las que dejó en segundo plano, la de su marido muerto de cáncer y la su distanciado vástago, deambula diariamente con sus fantasmagóricas presencias, irónicamente ignorando a su hija. Se nos hace útil ver un poco más allá de su existencia, en que tiene el respaldo y el afecto desinteresado de unos compañeros de vida que hasta un cierto punto supieron comprenderla; que su felicidad también era la de una mujer simple que reía con el espíritu alegre de su cónyuge dócil y dispuesto a convivir con una hembra fuerte y resuelta a la vera de soslayarlo o reducir su condición tradicional masculina, y que encuentra su pilar secreto en él, que tiembla en soledad al poco rato de arremeter contra sus ministros imponiendo su voluntad férrea, que se siente derrotada y tiene que retirarse con dignidad, que tenía ideas en pos del progreso de su país pero bajo la ideología de colocarlos a prueba sin medias tintas.

Es difícil querer a Margaret Thatcher, por más que éste biopic se empecine en hacerlo, siendo natural abordar desde ésta arista a un personaje mundialmente conocido que merece como todos una revisión en el tiempo. Su carácter es brutal, proclive al desarrollo pero también a la fe ciega y eso hace complejo asumir su liderazgo ya que un guía es solo eso, no un Dios capaz de quitarnos la facultad de aceptar o no, y que incluso hay libre albedrío donde el verdadero amor se nos da sin reservas. Los seres humanos queremos comprender también las decisiones, que no se nos trate como ovejas; estamos todos bajo una batuta pero al fin y al cabo aspiramos a ser un equipo en constante diálogo, a pesar de las diversas posiciones. Thatcher no es completamente de hierro (aunque esa fue su línea existencial), eso está claro pero como cuando se ven imágenes recortadas de su pasado, ahondar en ellas es ver sufrimiento y caos momentáneo, el filme quiere decir que ella puede identificarse con lugares no empíricos tras otras vivencias empero sigue siendo algo distinto, quizás es cuestión de ver su ideología con sus ojos, no obstante lo más sano es el equilibrio en el poder, la democracia y la comunicación, ya que cualquiera puede equivocarse por más dotado que parezca, por lo que se necesita de control (que también de libertad) y evitar la desmedida autoridad teniendo filtros que sopesen otras efectivas alternativas de respuesta.

Se da mucha predominancia en la cinta a su estado último, su fisionomía endeble, con secuencias en el fondo intrascendentes que siguen una empatía algo forzada, no creo que pueda ser tan factible tomar la otra cara de la moneda por la más imponente cuando todo designa que su existencia se rigió por la rotundidad en medio del sacrificio personal y colectivo; hubiera sido más sustancial observar las justificaciones de sus dictados, más que tan superficiales y simplistas amagues, creo que la misma Thatcher hubiera querido algo más acorde con su personalidad, es una cierta incongruencia que se le juzgue lejos del contexto de su filosofía.

La directora británica Phyllida Lloyd en su segundo largometraje de cine nos representa algo de esa inquebrantable voluntad recia pero no llega a enamorarnos de su protagónico, quizás sí a aminorar la carga pesada de su criatura artística, lo cual ya es mucho; lo histórico debió explotarse más para realmente conocer a Thatcher, no ver a una dulce abuelita conversando con su difunta pareja, se hace absurdo seguir una vida tan interesante con fantasías cinematográficas tan planas y fáciles, tan subjetivas como se le atribuye; uno no se acerca a un séptimo arte serio con formas tan poco poderosas y tan escasas, ameritaba mayores cavilaciones. Tiene pasajes muy bien logrados pero los flashbacks tienen tan poca duración que lo atractivo queda relegado por la conmiseración del autor.

Un punto a tener en cuenta es que Lloyd utiliza de lo que tanto adolecía Thatcher para descubrirnos su “intimidad”, pero que falla en convencernos, ya que si habría que recalcar realidad o entusiasmo por ella (de lo que evoca el filme sin quererlo tanto), tendríamos que hablar de virtudes como la dedicación, la seguridad en uno, la abnegación o el deseo de éxito que están en la principal sin necesidad de invocar sugerencias artificiales. La película lleva un enfoque equivocado o de repente solo mal realizado, carencia de quien todavía necesita cuajar como creador.

Meryl Streep está postulando por una estatuilla dorada, es su diecisieteava nominación, hace 28 años que no recibe un Oscar aunque el gremio sabe de su calidad interpretativa, es una actriz amada y admirada, que siempre se ha reinventado y a acometido cuanto reto ha tenido en frente, una señora de apariencia común pero que se ha transformado incontables veces, hoy es una estrella de las que desatan comprensibles celos pero que ha sabido ganarse su lugar creando la ilusión de que el éxito parece natural cuando ella es la versión de la perseverancia, sin perder la humildad; en semejante hazaña a la de Teseo matando al Minotauro, no tanto por un destino que cada quien se traza el propio sino el del valiente guerrero que parece crear la fantasía de que no es uno el ejecutor libre de tan tamaña empresa sino el absurdo discurrir de los astros, él se crea en el camino y luego fabrica el mito minimizado para los incautos, porque ante todo es obra y el resto es solo adorno. Streep por ello, revitaliza su presencia con una performance de antología que nos la da a conocer en todo su esplendor, su protagónico es complejo, aunque las características que la rodean son más condescendientes; articula naturalidad; y en la recreación, la voz se ajusta al patrón, despuntando en los ademanes o con la notoria expresión de la boca con los dientes sobresalidos; se perfila dentro enriqueciendo la foto. Si Close engrandece un pequeño personaje hasta sacarlo de su mínimo encuadre y pierde por tener poco magma entre manos, Streep accede a un gigante latiendo en una nobleza “ficticia” y al mismo tiempo se posesiona del innato liderazgo que exuda su abordaje, no es la precisión sino la fabulación artística que la hace descollar del grupo, que se nos vende “la mentira” del ecran con esa mímica medida que permite dejarse llevar, porque en el fondo sucede, por un rato vemos a una Thatcher en la gran pantalla, un demonio desvalido sin que tampoco se trate de una telenovela que el producto tiene nivel escénico y aspiración cinematográfica. El maquillaje funciona pero a ratos se distancia de la caracterización, y no está mal ya que no estamos viendo una réplica sino una representación desde una actuación.

La realización tiene mucho de familiar, punto relativo en cuanto al gusto del público, los pasajes al pasado son algunos muy destacables como la declaración sincera de una joven y llorosa Thatcher que desde el principio revela su vocación pública o anhelo de servir como lo define ella misma; pequeños fragmentos que generan conocimiento empero también se nos hace muy poco para catapultarnos a esa esencia complicada de la dama de hierro, alguien de quien no podemos olvidar que es la primera ministro de una potencia mundial, que gobernó casi tres periodos en el mismo cargo de jefe de estado, que fue líder del partido conservador por 15 años.

La falta de minuciosidad se hace sentir en el filme, es demasiado evanescente y se nos deja con la miel en los labios, es una mirada muy básica, no se trata de hacer un documental pero se pudo enriquecer mucho más la trama y dejar de lado lo vacuo en los devaneos banales de la vejez, ya que se puede querer a una persona en todo su apogeo si llegamos a ponernos en el lugar de sus decisiones ya que si llevan fruto se hace como la oferta de Churchill que traduzco en la frase en latín de Post tenebras lux, tan igual a las banderitas agitadas al viento tras el triunfo en las Malvinas, sin embargo no se incidió en lo que hubiera enaltecido la obra y se subestimó al espectador por hacer una realización más accesible a la expectativa general. No es en absoluto una mala película pero pudo ser vastamente mejor, ese es el diagnostico definitivo.

Habrá mucho por recordar de la propuesta, y no solo a Streep que hace mérito propio pero que pudo ser un personaje con mayor profundidad en otro guión intelectualmente más apetitoso y eso no lo merma tampoco como para desestimar el filme que puede deparar un buen momento. La iniciación a buscar más de su contenido.