Ufa con el sexo (1968) la dirige el argentino Rodolfo Kuhn, adapta una obra del dramaturgo y su compatriota Dalmiro Sáenz que es de 1966 y es propia de su época, de la revolución sexual. La película es una comedia, una sátira sobre como ve la gente de su tiempo el sexo y muy seguramente como lo ve el argentino (en pos de "convencerlo" si no fuera así) o quizá, pensando ligeramente, que sólo se ría de ésta idiosincrasia liberal tan posicionada en el mundo para la década y en adelante. Como es habitual busca ser una película (y obra de teatro) irreverente, pero observando que es una sátira no es para tomarla muy en serio, sobre todo cuando se le percibe querer ser original y con ello apuntar a romper el molde a toda costa. Es una comedia decente, sólo que tiene aciertos pero también momentos poco inteligentes que no llegan a ser todo lo gracioso que creen serlo, pero se nota que la obra de Sáenz tiene su creatividad a destacar, si bien su impronta está bastante marcada por su tiempo y no es todo lo novedosa que quisiera, lo que se vivía por todas partes y, desde luego, Argentina no se quería quedar atrás, apuntando a que su cine buscaba cuajar y ser el lugar que tiene en el presente en el séptimo arte latinoamericano. El filme abre con entrevistas en las calles sobre el tema -el amor y el sexo, apuntando a aplaudir a éste último por sobre el otro- y lo acompaña con un especie de (endulzado) musical. Luego entra de lleno en su crítica social que se puede leer en cierta manera a favor de cierto feminismo, aun cuando exagera su apoyo a la prostitución por encima del matrimonio convencional. También aunque usa la prostitución está en realidad queriendo enfocarse en la liberalidad de las mujeres, pero como pretende ser trasgresor se exhibe en el extremo, pero además porque plantea ser una sátira y éstas suelen buscar el humor negro. No obstante es un filme cuidado, que no tiene escenas sexuales. Las que hay son muy artísticas, ni siquiera simulan escenas sexuales, sino se manifiestan a través de relojes y cogidas de mano. Así mismo lo hace de esta manera porque trata de invertir lugares, poner a la prostitución como el amor verdadero, o hasta dulce, y al amor verdadero o monogámico como el enemigo de la felicidad. Todo esto lo aguanta, hay que recalcar, su anhelo de bromear con el asunto, de hacer algo distinto, aunque se ancla a la realidad de entonces, y se siente más como una radiografía de los 60s. El asunto se pone claramente a favor de la consabida tesis feminista cuando vemos que el protagonista, Juan (Héctor Pellegrini), que no parece casualidad que tenga el nombre más común del planeta, es un niño rico mimado quien representa a un mujeriego confeso que se burla (se aprovecha y hasta ridiculiza, pero antes hace uso de mucho cinismo mediante sus dotes de conquistador romántico) de las chicas buenas digamos, o recatadas, incluso inteligentes pero inocentes, sin dejar de lado las más fáciles, abiertas, desde luego. La idea de la propuesta queda clara, el hombre miente a sus anchas y conveniencias frente a ganarse los anhelados favores de las mujeres lindas. Ve de objeto (sexual) a las féminas. Hay hasta una broma políticamente incorrecta donde se le pone literalmente un precio al deseo, y a la belleza femenina, desde cualquier mujer. Se diría que suele a menudo aprovecharse y perjudicarles. El hombre es visto tal un ser mezquino y malvado, infantil, inmaduro, abusivo, entonces la idea de ésta revolución sexual y feminista es que la mujer se pone en las mismas condiciones (sexuales) y es ella la que le saca la vuelta al hombre. Lo hace digamos sufrir, suplicar por su aceptación (hasta compartida o sin compromisos), pero desde el liberalismo, desde la promiscuidad. Es así que Juan paga y paga dinero, persigue con desesperación a Evangelina (una bella aunque algo congelada Elsa Daniel). Más liberal es ella y más emperrado se pone él de querer dominarla (o tenerla sólo para sí), pero ella se burla notoriamente de él -y la sátira Sáenz-Kuhn- aunque escondido en lo naif y esto empieza a volverlo loco. En un momento le dicen a él que pelee por ella y suena gracioso al ser el clásico mensaje motor motivador de toda comedia romántica, pero, claro, todo esto es humor. Le aconsejan que pelee por su prostituta, gozosa e irredenta y, el vencimiento de, sus malas costumbres que muchos parecen no pensar o verificar en que consisten literalmente, y que deberían incluir las de los hombres también, sobre todo si se quiere ser serio. Es la esencia que se le pone al hombre en general, desde el comienzo del filme, la de conquistador. Pero en el consumo de la presente tesis más va por una crítica de éste comportamiento (banal e insensible en muchos casos), no por su nobleza o por su beneficio de pareja sólida o nuclear, sino como un animal al que hay que domesticar, una vuelta de tuerca donde a la mujer se le pretende darle las riendas del mando, pero lo hace con una copia de lo que se puede ver mal en el hombre, su superficialidad como conquistador, sus actos de coger, usar y botar. Quizá porque el tablero no está claro y suele entrar a tallar el cinismo masculino. Pero nos dice la revolución sexual que la mujer también puede ser liberal y superficial. Igualmente que la sociedad cohíbe a la mujer, la reprime, como dicen muchos manuales contemporáneos que parecen no ven lo que en realidad sucede o apuntan más a que la liberalidad sea un pensamiento generalizado, cuando se trata de una opción personal. El problema es que si bien a todos nos gusta el sexo y es un sueño habitual tenerlo con muchas chicas hermosas -aunque muchos lo quieren mucho más fácil que otros- es cuestión de qué busca cada uno, qué es lo que realmente uno quiere y también que hace, como se comporta frente a éste. De la misma manera el amor es más reconfortante a largo plazo (si bien como se dice, nadie nos quitará lo bailado). Genera vínculos que colindan con la trascendencia, y así como produce más responsabilidades también mayores satisfacciones, y además el amor conlleva sexo. Pero también pueden ser etapas. Si algo no te gusta, no necesariamente tienes que imponerte, sino simplemente te retiras, te alejas, no tienes porque fastidiar a otros, el mundo es amplio y no hay una sola mirada sino varias. Lo dicho o reflejado es un pensamiento, no una imposición. Ésta película fue censurada por la dictadura militar argentina de fines de los 70s, aun cuando no hay ningún tipo de imágenes explícitas. Sólo son argumentos, y esto es interesante, pensar las cosas desde diversos ángulos. Se puede pensar diferente, hay pensamientos complementarios también. El mundo no es blanco y negro. El final me parece bastante malo, carente de gracia e incluso carente de fundamentos inteligentes, demasiado laxo, pero si bien el final se ha perdido literalmente varias veces y se ha sufrido para completar el visionado, es una película curiosa y valiosa, y disfrutable de ver por su narrativa misma. Ya depende de uno ver como la asume, pero como comedia está más que decente en general. El desparpajo con el que se manifiesta el viejo oficio de la prostitución tiene varios momentos cómicos buenos. No es una manipulación intachable en cuanto a aciertos, pero mantiene una media respetable. Cada vez que Elsa Daniel con su expresión bella e inocente cuenta muy suelta de huesos que es prostituta (y se siente super realizada con ello, se adjudica la felicidad total), desde lo más cotidiano, y nadie le oye en toda su dimensión -como tampoco lo hace el mismo filme-, más que reflexión -que tiene, no obstante el humor negro aguanta mucho- produce un rato de incontenible ligera risa, complicidad con estar viendo una sátira y además porque es irreverente, pero tiene su nivel. Es una película graciosa, e interesante a un punto.