lunes, 2 de marzo de 2020
En medio del laberinto
Debut del trujillano Salomón Pérez. Es una historia de skaters. El filme luce indie. El muchacho protagonista es tal cual un muchacho común, no presenta mucho conflicto personal, gusta de andar en el skate y vagabundear, pero también lo observamos limpiando en su casa y hablándoles con respeto a sus padres, es un chiquillo correcto. La propuesta es andar ahí en lo intrascendente. Vemos varias escenas de skaters haciendo piruetas, sin mucha pompa, esto aclimata a uno a la película, fija muy bien una temática y contexto. Algo notable es la incorporación del interés por las antenas, que abundan en Trujillo, puesto en una chiquilla, el lugar de afecto del protagonista. Con la chica habrá un pequeño conflicto, nada mayor, pero se maneja con cierto misterio. No obstante el filme esquiva las complicaciones. La película tiene una imagen a ratos arty, aunque la narrativa es de lo más simple. El muchacho protagonista no es un rebelde, el skate es visto como algo normal, tranquilo, punto curioso, se acostumbra ponerlo como marginal. Salomón Pérez no es ningún trasgresor, su filme es sumamente calmado narrativamente. Pero en lo visual respecto a la técnica de filmación y a la edición es más original, aunque algo imperfecto -una pizca, sin exagerar-, de esto que se entienda que el presente filme estuviera en el festival de Rotterdam, aparte de lo exótico que puede sonarle a algunos un filme venido del Perú. Lo de las antenas es tratado con sencillez, pero alberga cierta extravagancia intrínseca. El uso del skate no busca ser algo impactante, hay una calma formal que plantea una imagen de juventud clasemediera inocente. Hace pensar en una juventud sana que disfruta con juegos al aire libre, como antaño, curiosamente el skate es algo que invoca lo clásico, lejos de las tecnologías contemporáneas. La propuesta apela a lo artesanal y a la actividad física, la calle representa la libertad, pero sin grandes peligros. En el protagonista se implica lo mínimo -se expone así, podría ser algo difícil-, quiere dominar una maniobra de skate, quiere entender al sexo opuesto. De cierta manera el filme parece emular el anime, sin grandilocuencia. El filme es un mix de lo familiar y lo austero, es un buen representante del cine indie nacional. Toma el relevo -igual que Wik (2016)- mostrando progreso el cine indie peruano.