sábado, 14 de septiembre de 2024
L'empire
Ésta propuesta del francés Bruno Dumont es una película que tiene todo para ser señalada en primera instancia como una mala película, pero dicho entre comillas, porque se convierte en una obra aceptable, ya que abiertamente trata de ser irreverente, no teme que la cataloguen de una mala película, y plantea sus propias reglas con alevosía y realmente funciona. Entretiene bastante y hasta es interesante, por lo que es de esas malas películas -por su honestidad positiva o a favor- que en realidad son películas decentes. Es una propuesta que abiertamente es disonante, y así fácilmente puede encajar en el disgusto del público o de la mayoría o de los modelos convencionales y ser denominada una obra a reprobar, porque chirría en su conjunción. Esto es una vida campestre ordinaria europea con un mundo que coge algunos elementos como decir de Star Wars (1977) y lo mezcla hasta con un escenario bíblico con extraterrestres. El relato nos descubre el apocalipsis y al anticristo, pero lo hace de manera ligera, sin demasiadas pretensiones filosóficas, oscuras, temibles u esotéricas, ni siquiera muy alegóricas, aunque muchos seguramente verán alguna parodia política, pero en verdad sólo es Dumont (guionista del filme además) riéndose un poco con el séptimo arte, disfrutando del cine y su libertad como entretenimiento (arty), un lugar para proclamar o trabajar hasta lo imposible. El ser humano es importante para los extraterrestres quienes se hacen pasar por personas comunes y corrientes. En ello hay la típica manipulación del pensamiento enajenado de la invasión de cuerpos. Todo empieza muy casual, una ex esposa de pocas pulgas se lleva furiosa a su hijo para que de pronto aparezca un sable de luz y un acto provocador, como con las cuidadas (pocas) escenas eróticas donde, a lo Romeo y Julieta, una mujer (súbdito de otro mundo) se entrega a un demonio. El mismísimo Belzébuth aunque espacial (Fabrice Luchini) tiene un aire cómico. Lo vemos ahí lujurioso, contento, frente a una gorda vestida de sadomasoquista, en tacos altos y sin brazos, que le baila a pocos metros, una extraterrestre más, salida de la imaginación fresca de Dumont, quien por ratos parece hacer uso de la era victoriana, como contextualización parcial o hibrida, como también de la época de los reyes de Versalles, junto con una etapa medieval, de caballeros y equinos ubicuos. En el filme, tal cual se dice, el mal y el bien están entremezclados, y aun cuando unos se autodenominan o se dejan ver propios de la luz o el bien, pretenden un poco el mal y viceversa. Al final el universo conspirará contra lo extraordinario -la guerra de los mundos o de las galaxias- en favor de la "simplicidad" humana, esa que no contiene el deseo y la carne, o enarbola la liberalidad o la ligereza del encuentro sexual, como se deja ver en pantalla. Dumont hace cosas como para ganarse al público de a pie, especialmente al francés, tan cinéfilo, aunque nunca deja de hacer lo que le da la gana y esto se ve que le puede costar o le ha costado público en general. Es una película que se entiende tranquilamente, y más que decir que es una propuesta WTF, es una película que usa cosas ordinarias como base -en un 65% digamos- y lo espolvorea con sci fi y lo hace chocándolo entre sí, luciendo abiertamente incongruente, como ver diversas naves espaciales extraterrestres estéticas o laboriosas en medio de la limpia ruralidad gala que estimula pensarla un lugar de veraniego. Ver un sci fi en la piel de lo ordinario no es novedad pero tampoco es abundante y tiene siempre su encanto. Así mismo el ridículo no es defecto sino parte de la diversión estructural, como con un Belzébuth que recuerda a Mel Brooks, o la exhibición de una gendarmería clown bastante despistada.