lunes, 14 de noviembre de 2022
Doble suicidio en un verano japonés
Doble suicidio en un verano japonés (1967), del nipón Nagisa Oshima, es una película peculiar de un director peculiar, de esos que buscan confrontar o ser originales, llamar la atención. Todos quieren atención, pero pocos se atreven a no tener límites y buscar donde van a quemar las papas, ese es el tipo de director que es Oshima, pero con cualidades, no es un tipo efectista vacío, es alguien con sus fundamentos si se quiere. Éste filme es muy teatral, sus criaturas parecen del tipo de los personajes extravagantes y simbólicos que pululan en las tablas. Tenemos a la chica de 18 muy despierta sexual, quiere acostarse con cualquiera, prácticamente ruega por ello y curiosamente no encuentra con quien. Aunque de aspecto algo punk es provocativa físicamente, es una mujer de voluptuosas tetas y tiene belleza en su propio tipo bien oriental. Ella rebosa intensidad y alegría. Después en contraste tenemos al soldado o excombatiente retirado, el hombre sin nombre, que parece cargar una enorme cruz que no conoceremos y quiere suicidarse, pero quiere que lo maten, no quiere hacerlo él, igualito al famoso filme de Kiarostami, El sabor de las cerezas (1997). Ellos son la pareja protagonista, pero hay otros personajes menores que los acompañan, si bien todos estarán reunidos como iguales en lo que lucen como unos bunkers, sojuzgados por el crimen, por unos gángsters. Ellos no parecen temer su situación, pero están atrapados, hay coerción con armas de por medio. Tendremos a un asesino por naturaleza, alguien que mata sin pensarlo mucho, y viste medio como del tipo del samurái, es un especie de asesino serial. Habrá un tipo entre budista y hawaiano que jugará al veterano de guerra, entre fresco y moderno y viejo sabio. Luego a un chiquillo de 17 que quiere usar armas y aprender a matar, en sí todos están ligados a la muerte, al crimen y a lo anárquico. Por el final la cosa será muy clara cuando un grupo de ellos, de los apresados, ayuden a un joven asesino blanco, del tipo tirador, loco furioso con la sociedad. El filme es polémico porque quiere medio que justificar el crimen o el deseo de matar y claro la vida puede ser muy miserable pero ese no es el mejor mensaje, pero ahí hay algo de honesta verdad. También quiere ser ligero con esa juventud que no tiene reglas, o yace perdida. Es una propuesta curiosa, pero más es no tomársela demasiado en serio, aceptar que se mueve bajo cierta dosis de absurdo general, dígale nihilista y que aguante. No es un filme magnifico, pero tampoco es malo, y es entretenido. Sus escenarios austeros -de barro o desérticos- son aun así muy sugerentes, parecen de sci-fi de bajo presupuesto. A veces ver éstas películas desprejuiciadas y muy libres es dejarse llevar y disfrutar el recorrido. Vale el paseo cinéfilo.