domingo, 29 de noviembre de 2020

Retablo

 


Retablo (2017), del peruano Álvaro Delgado Aparicio, es una película interesante al ser llevada en mayor parte de manera sutil, por el final solamente se pone muy convencional, a partir de los insultos en la cancha de fútbol, que se ven potentes, pero también demasiado criollos, muy chacras. Durante mayor parte de la película se propone un vínculo bastante fuerte, real, visceral, emotivo, cuidado, de perfecta sensibilidad entre padre e hijo, entre Noé (Amiel Cayo) y Segundo (Junior Bejar), luego esto cambia con el descubrimiento de Segundo sobre su amado progenitor, que más allá de la homofobia y de ser una imagen violenta de ver representa la falsedad y la traición del padre, violenta no por la explicitud de la escena de índole sexual sino que es impactante para cualquier hijo, sobre todo amando a su madre. Pero el filme se enfoca en la relación padre e hijo, deja de lado un poco a la madre -en una escena lo llegamos a ver incluso directamente-, a Anatolia (la muy talentosa Magaly Solier). En el filme se subraya mucho el machismo y el ser un macho man en el Ande, se ve real porque se estila ser un poco chacra, se estila ser un poco violento en las maneras, tosco si se quiere, pero ciertamente se tiende a exagerar esto al ser tan recurrente, pero se entiende para ser usado como contraste y martirio. El filme toma vuelo al haber elegido usar mayoritariamente hablar en quechua, la recreación es muy solvente; los bailes, las fiestas, la celebración, las costumbres, el diario vivir, todo es muy bueno. El filme nos pone en el Ande y se vive a plenitud. La película de Delgado Aparicio construye tremendo vínculo entre padre e hijo, la película se basa en esto, en cómo el hijo queda impactado y luego hasta golpeado por el secreto paterno, por el entorno machista y homofóbico, y solito reflexiona y elige amar al padre por sobre todo, aun por encima de su madre. Sin duda, Retablo es un hermoso retrato filial.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Exil

 


Exil (2020), del kosovar Visar Morina, se ubica en Alemania, con un hombre llamado Xhafer (Misel Maticevic) que todo el tiempo piensa que lo discriminan en su trabajo por ser nacido en Kosovo, pero lo hacen a escondidas o de manera indirecta en general de ser así, si bien lo tratan con distancia e indiferencia normalmente, aun cuando él tiene cierta posición importante en su trabajo. Xhafer es un tipo raro o carga a cuestas un trauma, puede que esté medio loco quizá, eso el filme lo maneja ambiguamente, ahí está su principal distinción de ésta propuesta, bien al cine europeo más extremo, más pesimista y menos popular, cargando su buena cuota de frialdad en su representación. Xhafer halla ratas muertas en su casa, se topa con cochecitos en llamas. Su mujer, Nora (Sandra Huller), cree que todo esto no es producto de la xenofobia, sino porque Xhafer cae mal por su personalidad. Morina pone la cosas más ambiguas aún porque Xhafer tiene cosas recriminables, y en efecto es problemático y difícil, también algo violento. El filme, en toda su duración, maneja estas dos corrientes, una es la discriminación sutil, la otra la locura, y uno debe sacar sus conclusiones. Es un filme que tiene su suspenso, pero ostenta mucho de frío, de seco. No obstante hay su buena tensión con algunos compañeros, y una escena fuerte y sorpresiva con uno de ellos. También hay continua tensión en el matrimonio de Xhafer, y excelentes actuaciones entre ambos, entre Huller y Maticevic. El filme, en el que hay que romperse un poco la cabeza y unir y discernir cabos, puede hallar su resolución en otro lado, a la vista de algunos detalles, tras el niño lanzando un huevo, ahí puede estar todo. Es una película un poco lenta, pero en conjunto interesante. No es de las más populares, pero sí recomendable. Postula por Kosovo a la nominación al Oscar 2021 en película extranjera.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Nadia, Butterfly

 


Nadia, Butterfly (2020), del canadiense Pascal Plante, es una película que muestra los problemas existenciales de una nadadora olímpica en plenas Olimpiadas; se ubican en Tokyo 2020, que en la realidad y no en la película fueron aplazados por la pandemia hasta el 2021, pero lo que importa en el filme no son los Juegos Olímpicos, es mero contexto, sino que la protagonista, la nadadora llamada Nadia (Katerine Savard), está cansada de ser una deportista de tan alto nivel, por tanta exigencia y porque siente que se está perdiendo de tantas cosas por su deporte, como de vivir, y se va a retirar joven, éstas serán sus últimas Olimpiadas, cuando practica natación de alto rendimiento desde muy temprana edad. El filme explica todo de manera fácil y muy bien, hay mucha información sobre quién es Nadia, se explota bastante qué le fastidia. No obstante es un filme que deja hasta el cierre la duda de si Nadia se va a retirar finalmente, ya que mucha gente la alienta a no hacerlo. Nadia ya no puede ocultar su fastidio, incluso con sus compañeros, aunque todos la escuchan muy educados y tolerantes. Nadia tiene una mejor amiga, también atleta olímpica del equipo de Canadá aquí en Tokyo, Marie Pierre (Ariane Mainville), una chica muy sexual, muy libre. Marie lleva a Nadia a una fiesta y surge la única escena que se puede ver algo transgresora, el resto es un filme muy para todo público. En dicha escena hay sexo en grupo, todos hacen su faena a vista y paciencia de toda la pequeña reunión. Nadia, Butterfly es una película muy correcta, muy coherente, muy clara. La recreación de la Olimpiadas es bastante decente, sobre todo cuando Nadia sale por las calles de Tokyo y se vive un poco el evento afuera; internamente el filme es un poco austero y astuto, no busca nunca la grandilocuencia. Es interesante ver todo el ciclo competitivo y la realidad olímpica, aun cuando es todo medido. Se ve hermoso cuando las nadadoras se lanzan a nadar. Es atractivo también ver calentando y reposando a Nadia tras bastidores. En esos momentos se siente cierta soledad. Nadia es un personaje con matices, se ve una chica común, pero también inteligente, hay buenas conversaciones en éste estilo. No es un filme como para reventarle muchos cohetes, pero es bueno, se ve bien. 

sábado, 21 de noviembre de 2020

El año del descubrimiento

 


El año del descubrimiento (2020), del español Luis López Carrasco ganó el máximo premio en el festival Cinéma du Réel y segundo lugar en el festival de Sevilla. Es un documental sobre la realidad actual de España y también sobre un año en especial, 1992, que sirve de base para estudiar su contemporaneidad. 1992 es el año en que se celebraron los Juegos Olímpicos, en Barcelona, y la Expo Sevilla; éste mismo año se conmemoró el V centenario del descubrimiento de América. López Carrasco escoge éste año en especial porque se decía que España había llegado a toda modernidad, que estaba en una época de gloria y de avanzada con dichos imponentes eventos internacionales, pero había una ciudad española, Cartagena, ubicada en Murcia, que según tesis de Carrasco desmentiría todo esto, cuando montón de gente de Cartagena quedaron desempleados e hicieron tremendas huelgas, una tras otra, batiendo incluso records en el país, hasta llegar a quemar el parlamento regional. Todos estos hechos históricos sirven a Carrasco para señalar que lo mismo pasa actualmente en España; muchos creen modernizada a España como parte firme y obediente de la Comunidad Europea, pero el ciudadano de pie sigue padeciendo de crisis económicas y quizá no yace ni enterado de tanto supuesto apogeo. El documental se dedica a entrevistar a diversa gente, mucha persona joven con distinta óptica, y también gente que relata cómo fue 1992, gente que estuvo donde las papas queman inclusive. El filme hace contrastes políticos aunque favorece la ideología del socialismo, pero hay hasta alguien que defiende a Franco, otros menosprecian los sindicatos, pero escuchamos a un sindicalista en particular que se expresa muy bien y habla de la importancia de su trabajo, de la necesidad de socialismo en todo país y gobierno, frente a un capitalismo todopoderoso y avasallador -dueño del mundo hoy-, justificando que el capitalismo puro y duro hace que mucha gente padezca frente a su inclemencia. Oímos a gente joven debatiendo sobre política y pensamiento social -trabajo e ingresos, palabras claves-; presenciamos posturas distintas, hay quienes se sienten contentos con mil euros al mes, otros se quejan de abuso de parte de los jefes por ese sueldo, acotando que estos patrones yacen nadando en dinero. El mismo Carrasco hace las entrevistas, junto con otros colaboradores, como también a ratos los diálogos fluyen entre los invitados y entrevistados, ellos mismos debaten entre sí; en otros se hacen preguntas, como a algunos intelectuales. Hay un historiador que cuenta de Aníbal Barca y de la fuerza de Cartagena, ya desde su época. Franco dicen reprimió mucho a Cartagena, ciudad símbolo de España que Carrasco usa muy bien para auscultar toda la realidad española, y al representante que cree define mejor al ciudadano español quizá. Cartagena tampoco olvida, como se ve por quien suele votar siempre y por quien no en las elecciones nacionales. Las entrevistas se dan en un café bar, entre cerveza y comida, con los asiduos clientes del lugar. Es un filme interesante para conocer el pensamiento del hombre común español sobre la realidad que les toca vivir en la actualidad y que tiene vasos comunicantes con muchas otras naciones, como la nuestra también en algo. Tómese la idea de la minería y la contaminación, se dice que muchos se benefician de las empresas, hacen que construyan cosas, sacan dinero, inversión, para su ciudad o pueblo, pero porque saben que van a destrozar el medio ambiente, el mar, la tierra. Esto suena algo un poco tonto o muy vivo desde distinta perspectiva, pero es la realidad mundial. Es un documental de más de 3 horas de duración, que yace con la pantalla dividida en dos todo el tiempo y que hace uso de poco material de archivo -pero que tiene una textura visual que busca plasmarse en antaño-; es dialogar con el hoy, pero haciendo uso también del ayer. Es momento de descubrimiento, de ver y entender la realidad política y social, más que de celebración, más que de bombo y platillo, nos dice. 

La Restauración

 


La restauración (2020), de Alonso Llosa, es una muy buena película peruana. Tiene su originalidad, y encima es una buena comedia, cosa rara, no somos de buenas comedias, menos de comedias con originalidad. El filme se enfoca en el boom del movimiento inmobiliario limeño, es decir, cuando se compraban casas antiguas de familias pudientes de larga herencia para hacer edificios para -según dice el filme- nuevos ricos -o arribistas, dicho despectivamente-. La película tiene a una mujer mayor, a la señora Rosa (Attilia Boschetti), postrada en cama, dueña de una casona, perteneciente a una familia rica venida a menos, con un hijo de mediana edad, Tato (Paul Vega), viviendo con ella, aficionado a la coca, divorciado y desempleado. Lo de la afición a la droga es lo menos interesante, pero aunque es reiterativo, como broma de clase alta, hagamos como que no importa, para no malograr las tantas virtudes del filme. Una de las grandes virtudes del filme, fuente de originalidad, es que a ratos es bien surrealista, como ir todos a parar a un cuarto de cierta elegancia interna construido en un pampón, casi a un asentamiento humano. Ese cuarto hace de cine dentro del cine en un momento, poniendo a funcionar la magia del séptimo arte para lograr coger la nostalgia de Rosa y su gran anhelo de vejez. Cada elemento es esa arte que hace posible que el cine sea tan grande, partiendo del detallismo y el plasmar lo más real que pueda ser una película en lo visual, sensorial y racional en nuestro reconocimiento. La película de Alonso Llosa resuelve con sencillez y bastante inteligencia cosas complicadas. Otra virtud de la propuesta es justamente ponerse retos, hacer que las historias recorran caminos complejos y exigentes, esto se traduce en el engaño de Tato. El presente es un filme amable, simpático, entretenido, es un filme para todos, aun cuando puede ser algo zanahoria (demasiado sano, más allá de la broma tonta y recurrente de la coca, que en realidad no es nada del otro mundo), con ese final expuesto como película familiar, a lo buena onda naif. Éste filme está lleno de actores notables, secundarios de oro, bien orquestados, con buenos momentos todos, desde la actriz Delfina Paredes, hasta el chofer Eladio o el curioso dealer entrañable (Ismael Contreras). Paul Vega también es un muy buen actor, Tato está muy bien, igualmente Boschetti. El filme descree un poco de la modernidad, prefiere lo clásico, Rosa representa eso, es el afecto por la restauración y preservación en lugar de la modernidad, lo cual es una opinión tolerable, aunque uno no la comparta. El filme es efectivo, te saca risas, y sobre todo sonrisas, es una historia sólida, sencilla y clara, pero con su ingenio. 

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Lina de Lima

 


Lina de Lima (2019), de la chilena María Paz González, es una película que parece homenajear al Perú -Perú es co-producción, dígase de paso-, desde que la protagonista es la peruana Magaly Solier, aun cuando haga de empleada del hogar, típico trabajo de emigrante a Chile en la clase trabajadora y en busca de mejores oportunidades, sobre todo en años pasados, hoy es Venezuela quien emigra al Perú más bien, son otros tiempos. Chile pues representa aquí el poder adquisitivo, no las revueltas sociales que comparten espacio en la actualidad y definen su contraste sociopolítico. Paz González es ciertamente respetuosa con el papel de Solier, más allá de una que otra escena, como esa en que un tipo guapo prefiere ver otras mujeres que a Solier. No obstante Magaly interpreta a una mujer con personalidad, y su papel lleva también mucha sensualidad y erotismo. El filme se distingue un poco porque cada vez que algo le fastidia a Lina (Solier) ella fantasea con el musical. En ese lugar no hay música chilena, es música peruana, nuestra riqueza musical, la que se explota. El musical tiene su atractivo, aun cuando no es tampoco nada del otro mundo. El filme es decente, pero ahí no más. Magaly Solier es una buena actriz, no será una Venus, pero tiene fuerza interpretativa y seguridad, tiene variedad expresiva, se mete en el papel, es interesante. El filme es muy respetuoso con la condición de empleada, Lina está llena de matices, escucha rock, tanto como chicha. Le duele que su exmarido se haya reinventado y sea feliz, pero se manda su sexo casual de lo lindo. Hay la participación de un africano que es extremadamente endeble, pero que Lina se meta un polvo con un tipo que no sabe el idioma español y que parece esclavo sexual -aunque baila- puede hacer mención de algún tipo de feminismo. Definitivamente no es una gran película, pero se deja ver, sobre todo porque Magaly tiene talento para sostener retos como dibujarla muy sexual. 

Whisky

 


Whisky (2004), de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, es una película importante en mi cinefilia, una película que me fascinó cuando la vi en el cine Arenales hace como 15 años atrás. Esa vez me pareció una película triste, con esa frase símbolo tan en ese sentir, hasta mañana si Dios quiere. Vista nuevamente, he notado que tiene mucho de comedia, como que también busca poner momentos ridículos en pantalla. No obstante creo que la mayoría de las personas temen dar lastima a los demás, por ello prefieren lo ligero, el relajo, la broma, la ironía, para tapar el dolor íntimo. De esa manera veo Whisky, me sigue pareciendo una película triste, pero encubierta de cierta manera con la broma. Tampoco es un filme propenso al chiste fácil ni a ser una comedia notoria, tiene momentos serios. Es una tragicomedia, y una película aunque entendible compleja de cierta manera, especialmente por su tono. Es un filme que no es como esos filmes que no dicen absolutamente nada, ésta película se halla llena de momentos. Es una película con la que te puedes reír un poco, y a la vez sentir pena. Jacobo Koller (Andrés Pazos) es un hombre seco, aburrido, metódico, también mediocre y un poco tonto, está tranquilo con su rutina, aun cuando es muy solitaria. Su hermano, Herman (Jorge Bolani), es distinto a él, es astuto, despierto, algo pícaro, medio aprovechado, pero buena onda, conversador, entrador. Mientras Jacobo es sumamente correcto y al mismo tiempo cuadriculado, Herman busca sacarle jugo a la vida, aun cuando más allá de cierta apariencia de progreso y éxito están en situaciones similares con sus empresas (monotonía, poco tiempo de libertad). Como están por poner la lápida de su madre después de 1 año de espera, Herman vuela de Brasil a Uruguay a ver a Jacobo y hacer el trámite. Jacobo le tiene resentimiento a su hermano, pero trata de disimular un poco, aunque se le nota. Jacobo también se da cuenta que luce medio loser frente a su hermano, y le pide a una trabajadora, a Marta (Mirella Pascual), que se haga pasar por su esposa. Marta yace en soledad y yace en el mismo engranaje de Jacobo, pero a ella el aburrimiento crónico le fastidia, quiere una relación con su jefe, con Jacobo, pero éste anda enfrascado en su rutina y en sus modales apáticos. Sin embargo Marta acepta con fe. En todo esto Stoll y Rebella ponen cinematográficamente en juego una rutina, cosas que se repiten pero se vuelven a actuar, abrir el portón, saludarse, dejar el portón medio abierto, prender las máquinas, que Marta lleve un té a su jefe, que una persiana siga cayéndose a pedazos. Todo esto no fastidia, por el contrario te mete en el filme. Jacobo, Herman y Marta viajan al balneario de Piriápolis. Stoll y Rebella hacen puestas de escena sugerentes, así vemos a los hermanos frente a frente jugando hockey de máquina de mesa con Marta en medio, los tres comiendo churros mirando el patinaje con una inscripción que señala no levantar a los caídos (a los maltratados por la vida), alguien llama del cementerio a Jacobo (un muerto en vida, nos parecen decir), así surgen pequeños momentos bien ubicados, bastante pensados, pero que se sienten frescos. En el balneario, Herman se pone mosca con Marta, aun estando casado y creyéndola su cuñada; Jacobo que la tiene fácil prefiere dormir en el sillón y salir por un vaso de agua y volver tarde. Esto deja en claro que Jacobo solito deja pasar sus oportunidades, quiere estar igualito. Marta pues fuma como chino en quiebra, sugiere estar harta de ir sola en el ómnibus oyendo música triste. Jacobo, aunque bobo, le tiene aprecio a Marta, como se nota con el regalo que le entrega al final del viaje. Es un filme que tiene ratos ridículos a propósito, como ver a una niña cantarle a tres viejos, fuera de lugar; o cuando Marta recita las palabras al revés, emparentado con un medio de conquista. Pero también hay momentos que duelen, sobre todo si leemos todo en conjunto, aun cuando Jacobo ponga a Marta a empujar su carro viejo que no arranca. Es una película notable, muy buena realmente, y además muy entretenida. 

lunes, 16 de noviembre de 2020

Relaxer

 


Relaxer (2018), del americano Joel Potrykus, es una cinta independiente y se nota, pero con su originalidad, distinción y personalidad, no es una película tan notable, pero curiosa, atractiva en cierta manera. El filme trata como un loser y slacker llamado Abbie (Joshua Burge) es retado por su hermano constantemente, por Cam (David Dastmalchian). Cam lo humilla y lo minimiza siempre; Abbie que no quiere dar pena, no ser visto como un inútil y vago, aunque ciertamente lo es, acepta todos los retos absurdos y ridículos, propios de adolescentes, que Cam le pone encima. Para empeorar la imagen que se tiene de sí mismo Abbie no cumple con terminar los retos de Cam por lo que encima se le subraya de fracasado. El filme pone a Abbie a aceptar batir el récord de más triunfos en el Pac Man, pasar el nivel 256, que dicen que no se puede. Abbie acepta el reto de Cam, sin poder moverse de su sillón. Cam promete volver, como que abandona a Abbie. Abbie no quiere rendirse por nada del mundo, siente que es su última oportunidad para no quedar definitivamente relegado al papel de perdedor. Mientras Abbie yace ejecutando el reto recibe visitas, metido en un lugar muy desordenado y sucio, parece un lugar público que él ha invadido. Al lugar llega gente que lo conoce, incluso aparece un conserje extranjero que quiere fumigar el lugar. El conserje trata de hacerse entender, hablando otra lengua; Abbie ruega porque no lo boten. Es una película bastante extravagante, a ratos muy sucia, no es el caso de lo cool, sino de lo marginal, pero con personalidad propia, buscando conquistar uno su pequeño espacio en el mundo. Para ponerle mas potencia al filme, ponerle una nota más rara, más atípica, más swing, Abbie empieza a creer que puede hacer cosas sobrenaturales con el poder de la mente, todo desde lo espontáneo, nacido casi accidentalmente de un momento muy casual y coloquial, una conversación llana, de un poco de tonteo. Intenta mover con la mente un vaso de gaseosa tirado de días en el suelo sucio y se mueve para sorpresa de todos, pero luego se ve que es por una cucaracha que sale debajo. Tiene el filme, sin duda, de humor grueso, burla grande con un infaltable toque chacra, pero son chistes sencillos, sin maltrato. El hermano de Abbie, Cam, curiosamente, se ve de lejos, se nota que es el antagonista, el enemigo de Abbie, aun cuando es su hermano y tiene con él una relación íntima, próxima, de todos los días, crecieron juntos. Abbie cada vez más abandonado en su reto, en su no querer ser un loser eternamente, sigue sin moverse del sillón por más sediento y hambriento que esté, aún no teniendo mucho a la mano; parece que desvaría y sigue creyendo en tener poder mental, persiste en buscarlo, en ello hay escenas algo hilarantes, como lo señala su aspecto físico y su disfraz a días de seguir en el limbo -con tono musical de por medio-, mientras afuera se espera el anunciado apocalipsis del año 2000. Finalmente a lo Scanners (1981) o Los Bastardos (2008) veremos una escena gloriosa de terror, y un reto entre retos finalmente cumplido. El remate no se entiende bien, ¿le habla al demonio, al espectador dejando de ser también un loser o al despertar de una alucinación? Es un filme de aspecto básico y faltoso, pero cargado de imaginación y cierta originalidad. Potrykus se distingue, aunque no sea todo lo elogiable que uno puede esperar, tiene fuerza y se ve que ostenta verdadera cinefilia. 

sábado, 14 de noviembre de 2020

Possessor

 


Aunque el empaque es otro, la verdadera historia de ésta película, la segunda que dirige Brandon Cronenberg, es la de una psicópata que quiere destruir el mínimo de conciencia que le queda. El filme nos muestra a una corporación que hace que asesinos profesionales tomen la mente, personalidad y voluntad de otras personas para ejecutar sus planes de homicidios bien calculados. No se dan muchas señas de ésta corporación, pero esto da para generar todos los movimientos. Hay misterio sobre a quién le pertenece la corporación, a quien le rinde cuentas y con qué objetivo, aunque se sabe que es el de tomar control de empresas de mucho poder, matando a su dueños principales. La corporación puede entenderse -si usamos la imaginación- como un servicio secreto o propio de un grupo de privilegiados, no se sabe en realidad, sólo se conoce a su administrador, Girder (Jennifer Jason Leigh). La asesina top de la corporación es Tasya Vos (Andrea Riseborough), asesina fría, despiadada, mata de manera atroz, aquí el filme recurre al gore más descarnado y violento. Tasya más que tener ataques de conciencia, sufre de fallas en el proceso que la tiene en la mente ajena. Para salir de las mentes dominadas la asesina debe de suicidarse o que la maten, pero no puede hacerlo -ahí está la falla mental central-, con lo que queda atrapada, hecho el asesinato perseguida por la policía, lo cual le dificulta su trabajo, obtener su promoción (tan sencillo como esto). Tasya rememora a cada rato los asesinatos horribles que ha hecho -como un martirio, un fastidio que siente-, también a través de esto volvemos a vivir una y otra vez escenas impactantes, cargas de terror, como el cuchillo que se hunde en la garganta de un hombre corpulento que sangra de manera profusa. Hay una escena poderosa de horror que uno recuerda mucho, bastante perturbadora, cuando una mente dominada despierta (Christopher Abbott, quien comparte protagonismo con Riserborough, ambos harto talentosos) y se da cuenta que tiene un parásito en su psiquis manipulando su voluntad y su imagen; metido en una pesadilla literalmente arranca una cara de un cráneo y se la pone como máscara, la cara de Tasya. Ésta es la escena símbolo del filme. Abbot con la mente controlada por Tasya se dispone a cumplir el plan asesino de la corporación, a él lo vemos mucho en pantalla, interactuando con 2 grandes y ricos personajes y actuaciones, un padre y empresario, el target, John Parse (Sean Bean), que tiene de sujeto déspota y engreído de sí mismo, y su hija, esposa de Colin (Abott), una hermosa y sensual Tuppence Middleton, que casi fijo se convertirá en una actriz muy popular. El filme tiene escenas de homicidios de alto impacto, muy sádicos, muy explícitos, no se escatima detallismo ni cierta extensa exposición. Igualmente se muestran partes íntimas en toda pantalla, el filme tiene su pequeña trasgresión con esto, aunque no sea ya original por nuestros tiempos tan explícitos y desenfadados. El filme no mide asesinato, todo vale. Pero el filme se rige a su historia, no es tampoco gratuito, aunque algo hay. Es una película perturbadora y emocionante, no es tan rara, juega con historias un poco típicas de locura. Tiene su parte de preguntas que resolver, tiene de película algo misteriosa, pero se puede interpretar en mayoría. Surge una dialéctica entre Colin y Tasya en pugna por el control mental del primero, ésta escena es curiosa, cargada de sustancia como cuento y tiene un desenlace de los más brutales, si bien toda la película es para estómagos fuertes y mentes abiertas, para con el terror hedonista y cinéfilo pero exigente en presentar tolerancia en varios sentidos. Brandon Cronenberg con su segunda película fortalece el legado de su progenitor, el cambio generacional, lleva bien la herencia de un padre cineasta de culto en el género. 

viernes, 13 de noviembre de 2020

Ming of Harlem

 


Ming of Harlem: twenty one storeys in the air (2014), del americano Phillip Warnell, es la historia de Antoine Yates, un afroamericano que en un 21avo piso de un edificio de Harlem tenía un tigre y un cocodrilo como mascotas. Yates habla a la cámara muy seguro de sí, explica su razonamiento, se le oye inteligente, a ratos poético, un total animal lover, pero por otra parte también lo que ha hecho es propio de locos. Al tener estos animales en su apartamento pudo poner en peligro de muerte a la gente del lugar. La historia se supo cuando el tigre llamado Ming lo atacó, y llamaron a la policía. La historia de Antoine es curiosa, él sin duda es todo un personaje, además se expresa muy bien. El documental luce muy atractivo en sus primeros 20 minutos; luce convencional, pero con una historia muy rica entre manos. Luego Warnell a los 24 minutos de metraje pone a un tigre a vagabundear por un apartamento, quizá el mismo de Antoine. Durante 19 minutos veremos simplemente al tigre moverse muy tranquilo por el espacio reducido. Se acerca mucho a una bañera a tomar agua. Durante éste tiempo uno siente aburrimiento, estás a punto de abandonar el filme, aún cuando el tigre aunque bastante relajado y lento luce majestuoso. El tigre aunque es un animal salvaje y muy peligroso se ve como un animal poco intimidante frente a la cámara, esto es una falsa realidad, pero uno lo ve medio como un gato gigante. Luego a los 43 minutos de metraje escuchamos al filósofo francés Jean Luc Nancy recitar un especie de poema. Éste poema se entiende, no es como esa filosofía e intelectualidad de la que hay que ser mago para atrapar una palabra. Nancy es claro, y profundo, también tiene un lado lúdico y un poquito divertido. Es un poema que ostenta belleza y no fastidia, aun siendo un poco largo. Más tarde aparece Al, un cocodrilo, sólo por su lado en el apartamento. Éste cocodrilo si es atemorizante, es un animal que luce muy frío, la cosa cambia, se siente claramente la locura que ha perpetrado Yates en éste 21avo piso. Yates en cierta forma, hasta quizá directa -con la presencia de una niña-, compara tener animales salvajes a su cuidado con tener un hijo, invocando harto amor pero también mucho sacrificio, aunque desde otras coordenadas. Yates habla de la magia de tener estos animales como mascotas, igualmente es consciente del peligro que representan. Esa mezcla entre peligro, osadía y buscar controlar lo salvaje es lo que definen ésta personalidad exótica, pero coherente con uno mismo, aun cuando Yates tiene ciertamente de hombre raro, no menos interesante, fascinante. Yates inclusive agrega cierto misticismo a un lugar como Harlem. Yates es positivo, ve belleza donde uno puede tardar en observarla. Menciona la calle, y la cámara le es cómplice, enfocan a unos niños jugando, aun cuando un hombre pasa muy serio, asomando también un mundo duro ahí afuera. Yates está como pez en el agua en Harlem, es un hombre culto, pero a su vez de barrio, y esto es una curiosidad en cierta manera, más que una aparente contradicción. Yates es, como Al y Mink, un hombre salvaje, pero también es un hombre con maneras, educado, capaz de razonar su extravagancia. Por todo esto éste filme es una propuesta con sustancia, no solamente llamativa como pudo quedarse solamente.

domingo, 8 de noviembre de 2020

Sin señas particulares

 

Ésta ópera prima, perteneciente a la mexicana Fernanda Valadez, es casi una película de terror. Sin señas particulares (2020) ha ganado un premio por guión en Sundance, fue la mejor película latinoamericana en San Sebastián y la película mexicana del año en Morelia. Es una propuesta que intenta explicar la violencia en la frontera mexicana, tanto como las misteriosas desapariciones. El filme pudo ser tranquilamente peruano, teniendo en cuenta que el terrorismo es un tema que se le presta mucha atención en nuestro cine; el filme de Valadez nos retrata la violencia que produce las guerrillas. Lo interesante del filme, aparte de una búsqueda muy humana, la de una madre de su hijo, es justamente que coquetea mucho con el cine de género, con el cine de terror. Vemos al diablo en sombras en medio de fogatas, mientras se mata gente. Esto es también la perspectiva de una mirada, la de un sobreviviente indígena, quien absorbe la brutalidad que observa mediante la racionalidad de la mitología. Es así cómo puede sostenerse en pie y explicar tanta maldad, sin perder la cordura. La participación del demonio además tiene una segunda explicación, cómo tienta, manipula y finalmente domina a ciertos hombres, poniéndolos frente a un callejón sin salida. La escena que retrata el control y entrega hacia el demonio es simbólica, claro, pero además posee una escenificación atroz, con el uso de un machete, que bien se le podría adjudicar de cine de horror. El viaje de Magdalena (Mercedes Hernández), en busca del hijo, es atractivo, está cargado más que de melodrama de suspenso -pero es emotivo-, el camino que recorre está plagado de amenaza, de miedo, de tentar a la muerte. La protagonista responde muy bien a una amenaza velada: ¿ud tiene hijos?, esto la describe por entero y a muchos. El filme también tiene una particularidad formal, estética, hay muchos desenfoques, se hace hincapié visual en la figura de Magdalena y la de un chico deportado de EE.UU. Es una obra que intenta tener personalidad, salir un poco de lo convencional, y lo consigue, sin ser una propuesta de ruptura. Ciertamente es un buen filme. En la escena en que Magdalena se topa por primera vez con el chico deportado, ambos yacen en la misma toma en medio de un pastizal, la imagen fotográfica del encuentro se ve hermosa. En ese momento se vive mucha desconfianza. Es una película que retrata a una mujer valiente, que humildemente se justifica como una como muchas. Magdalena es intachable, cuando se hace difícil ser así, en un mundo tan cruel. 

miércoles, 4 de noviembre de 2020

Habit

 


Ésta es la película favorita de terror de la directora Karyn Kusama. Habit (1995) ganó el premio Someone to watch -Alguien a quien seguir- en 1997 en los Independent Spirit. No obstante no es una película muy conocida por muchos y es tremenda película, muy bien hecha, notable dentro del cine indie, el cine de terror y el cine de bajo presupuesto. La dirige, escribe el guión y es el protagonista Larry Fessenden, la produce él también, tiene una productora propia indie, Glass Eye Pix, productora que ha producido películas de Ti West y Kelly Reichardt. La propuesta versa sobre alcoholismo y vampirismo, se basa en una relación apasionada, un romance que va de la mano del vicio del alcohol, cosa que se maneja de cierta manera como un poco velado, aunque notamos que Sam (Larry Fessenden) como un neoyorquino cool para bebiendo y fumando, tiene también la particularidad que le falta un diente frontal y esto en lugar de quedar mal le otorga hasta personalidad como personaje y a su película. El filme tiene escenas sensuales, eróticas, muy buenas, perfectamente fusionadas al relato. La historia está integrada en más de una lectura -real y fantástica-, aunque una queda clara al final. Es un filme potente en su retrato de cierta vida bohemia y relajada en New York, a la que se suman escenas de terror sobre vampirismo, pequeños momentos intensos, a razón de la mujer que le apasiona a Sam, Anna (Meredith Snaider), que es pequeña de estatura pero es una mujer de fuego. Hay un momento donde Sam debate con su mejor amigo sobre la locura de creer a Anna un vampiro y queda una conversación sublime, sumamente memorable. Es un diálogo extenso pero magnífico. Anna es tan intensa que hasta tiene de bisexual en un momento, teniendo en cuenta que justamente los vampiros representan la transgresión absoluta de lo sexual, representan lo prohibido -lado conjugado con lo satánico-, el extremo simbólico desde luego es la muerte. Sam llega a decir que está a punto de quebrarse, hasta ahí llega esa compañía que representa Anna, que en realidad es el propio Sam el culpable. Ella como que le advierte a Sam bajo una sonrisa, cuando le da dos boletos para un juego mecánico y él dice sufrir de cierta acrofobia. Desde ese momento Sam es partícipe del vértigo de la relación. Primero la goza en grande, luego empieza a asustarse -vampirismo incluido-. Todo hombre desea una mujer fogosa nos dice el filme -hay una conversación entre Sam y otro amigo celebrando el hedonismo que produce una mujer fuertemente erótica-, así como tantos otros filmes, pero ésta intensidad puede llegar a destruirnos; mantener el pedal acelerando inevitablemente tiene que terminar en un impacto violento, un desbarrancamiento, sin ponernos blandengues. En pocas palabras es el exceso el destructor de todo. La bebida entra a tallar, claro está. Es una historia genial de ver como drama indie, tiene una perfecta contextualización, desde la música en vivo en el apartamento en el hallazgo de la mujer peligrosa, aunque en primera instancia no lo parezca, y al mismo tiempo es una obra ingeniosa con el vampirismo, desde que vemos una garra de Anna sobre el hombro de un Sam distraído. Las escenas de muerte también lucen notables.