El cine minimalista y de lo cotidiano, de lo pequeño y
sutil, de la directora indie Kelly Reichardt adapta 3 cuentos de su compatriota
la escritora Maile Meloy. En la primera historia Laura Dern es la abogada Laura
Wells, mujer solitaria que tiene un affaire con un hombre casado. Tras el
encuentro sexual, mimos femeninos y mucha despreocupación, ella se topa con un
terco cliente, Fuller (un estupendo, muy natural, Jared Harris), que necesita
dinero para curar consecuencias de un golpe que tuvo en el trabajo, pero le han
dicho que no tiene chance de demandar a su empresa. El hombre no entiende y le sigue
exigiendo ayuda a la abogada. El problema termina con una acción desesperada,
poco inteligente. En la segunda historia una pareja de esposos –interpretados
por James Le Gros y Michelle Williams- quieren la arenisca –rocas- de un amigo
suyo para construir su casa; el hombre en cuestión, un anciano, sintiendo el
paso del tiempo luce melancólico entregando lo que desean. En la tercera
historia, la mejor del grupo, una joven cuidadora de caballos (Lily Gladstone) siente
fuegos artificiales por una muchacha profesora nocturna de derecho (Kristen
Stewart) que descubre casualmente al pasar por su lugar de trabajo. Ambas traban amistad y
se suelen reunir terminada la clase a comer en un restaurante. Luego de la cena
y la conversación la profesora debe manejar 4 horas de regreso a su hogar, y la
cuidadora volver a su solitaria y humilde labor.
En la primera historia Fuller pasa de un hombre insoportable
para Laura a un tipo con virtudes; de un ser extremo –impotente con su problema
de salud; problema que más tarde nadie recordará- a un hombre coherente y
simpático. Fuller brilla hasta en lo romántico. Caer bien hondo extrañamente lo
recupera. En ese sentido las historias pueden ser bastante ligeras pero nunca malas. Éste relato hace hincapié en las apariencias, en conocer más a las personas.
Fuller se describe tonto en un momento importante, pero sensible y muy humano y
eso seduce a Laura. El resto es una elipsis matrimonial, al punto que uno puede
imaginar escucharlos hablar de ésta anécdota –la primera historia- como un
recuerdo muy romántico.
En la segunda historia un marido sintiéndose culpable pero
mostrándose muy autosuficiente trata de contentar a su mujer (Williams), la que
muestra carácter. La película es todo un canto femenino; en ésta realización la
mirada les pertenece a las damas, pero dan cabida a pensar el comportamiento
masculino (ante ellas). La talentosa Michelle Williams en su personaje también
muestra sensibilidad, y no se enfoca -en principio- en el hombre que tiene al
lado, sino medita la tristeza, soledad y silencio del anciano. Pero la vida es
difícil y tiene ciclos. Otra lectura, con el marido que no es un personaje maniqueo
(aunque simple), pero está más pegado al tipo poco empático a fin de cuentas,
es que deben lidiar con la felicidad de su matrimonio, se entiende
distanciamiento e indiferencia, de esto que la arenisca –sumada una hija típica,
de espíritu rebelde- sea tan sugerente.
En la tercera historia todo es más emocional, solo que medio
secreto, se vive mucha intensidad y sentimiento –aunque no es que exista mucha
acción, todo es muy romántico, pero estando pegados a la realidad, a la timidez
y a la personalidad sencilla y práctica- con aquellos encuentros que tienen de
seducción silenciosa pero muy sugerente (escuchar, mirar atentamente con ojos
embobados, mostrar una sonrisa perenne), viéndose a través de los detalles;
preocuparse por la persona, no por la clase; plantear algo tierno y curioso,
pero muy lógico y simbólico; y ya cuando la fuerza de amar –de mirar- surge gigante
llega el arrebato y la pasión mayúscula –sin contacto físico sexual o alguno amoroso-.
El filme puede verse muy poco para un ojo distraído,
enérgico o demasiado fijo en lo espectacular, pero las historias beben de los detalles y aunque no se trata de mucha argumentación
sí de una gran proyección, de la potencia de lo esencial y diáfano. Es la
fuerza además de la imagen, con momentos claves, pero delicados.