Introducción: La filmografía
El cineasta americano Nicholas Ray es popular y mundialmente
conocido por Rebelde sin causa (1955), una película de la que oímos siempre,
incluso antes de verla e intentar ser cinéfilos hardcore. Es muy popular por el icónico James
Dean que la protagonizó y ser su película por antonomasia, aunque no participó en muchas propuestas del cine,
fueron solo tres. James es un grande, por iluminado, prometedor y por su muerte prematura. También porque Rebelde sin causa es el filme símbolo de una época y guía para otros cineastas.
Ray además fue idolatrado
por La Nouvelle Vague y los famosos Cahiers du Cinéma a los que también inspiró
como cineastas. Nicholas Ray tiene una filmografía bastante buena. Desde luego, no sólo se trata de la maravillosa Rebelde sin causa. Dentro de su filmografía sobresalen dos
títulos más en especial, el western Johnny Guitar (1954) con los duros Joan
Crawford y Sterling Hayden; y In a Lonely Place (1950), un noir con dos iconos
del género, Humphrey Bogart y Gloria Grahame (casada con Ray de 1948 a 1952).
In
a Lonely Place me recuerda a otra película maravillosa, Sospecha (1941). Pero
en la de Ray la duda no es por poder ser un asesino serial de mujeres ricas, por
interés económico; es por la sinrazón de la locura y la violencia incontrolable
de la personalidad, el descontrol de las reacciones. Bogart levita con su
naturalidad en el papel, y Grahame está igual de sublime.
Otra película a tener
muy presente, que en particular me parece gloriosa es The Lusty Men (1952), que
retrata la vida del rodeo, y cuenta con otro tipo duro del cine, Robert Mitchum,
que aparentemente no es el protagonista del filme, o no lo es a la usanza, no
tiene a la chica brava y bonita (Susan Hayward) ni es la luminaria del momento
en el rodeo (Arthur Kennedy); es un solitario y viene de capa caída, pero es un
enriquecido personaje guía. El arranque del filme, el retorno al hogar, es una
de las grandes escenas históricas del séptimo arte.
They Live by Night: Debut y gran película
La ópera prima de Nicholas Ray, Los amantes de la noche (1948),
es otra excelente película, con todo lo que hace sublime al cine clásico; se
brinda entretenida, con buen ritmo, precisión, claridad y profundidad emotiva.
El filme es más romance que noir, aunque yacen fusionados.
La trama nos habla
de un joven ladrón de 23 años, Bowie (Farley Granger), junto a Chickamaw y T-Dub,
dos experimentados, mayores, curtidos compinches quienes no dudan en matar a
los que se les interpongan; se esconden donde un viejo grifero rural aficionado
a la bebida y al despilfarro. En el lugar el viejo vive con su hija
adolescente, Keechie (Cathy O'Donnell), ella y Bowie se enamoraran con
inocencia y mucho romance.
Bowie intentará escapar de la policía y formar una
familia, anhelante de tener una vida común, apacible, lejos del pasado de
cárcel que empezó a los 16 años por matar a un hombre y que lo persigue, está prófugo.
Bowie roba pensando gastar el dinero en un abogado que lo limpie de sus delitos,
pero sus relaciones criminales con Chickamaw y T-Dub lo arrastran.
El filme presenta a Bowie como una buena persona más allá de
su situación, aunque la naturalidad con la que yace adaptado al crimen hace
pensar más bien en una dualidad. Tiene maneras amables, y es sensible con
Keechie, la que tiene carácter pero le falta mundo. Son una pareja humilde. La propuesta
tiene escenas breves, diáfanas y muy potentes, como un matrimonio improvisado; o suspenso, especialmente cuando asecha el paredón, la sombra del final a lo Bonnie
and Clyde (1967).
La pareja predomina, y se van dando destellos de noir, se va
cerrando el círculo, va quedando lo esencial, pensando que se trata de escapar
del crimen y lograr vivir libres una vida sencilla. La pareja tiene química y
son dulces, hay una agradable sensibilidad, ilusión y como se valoran los
pequeños detalles juntos. Nicholas Ray maneja bien la acción; y jamás agobia con lo
romántico (aunque tiene buena cantidad, tiene encanto).
Doble función: otra versión de la obra de culto de Edward Anderson
Lo ideal sería una función doble, junto a la otra adaptación
de la novela Thieves Like Us, del americano Edward Anderson, de título homónimo en la
dirección de otro director de culto, Robert Altman, hecha en 1974. No se parecen; Altman hace una película distinta a la de Ray.
El romance entre Keechie (Shelley
Duvall) y Bowie (Keith Carradine) tiene modernidad, es decir, merma la belleza
de las formas, empieza a verse el mundo más notoriamente vulgar, aunque en la
de Ray Chichamaw era tuerto y medio bruto.
Altman maneja otra manera de ser
dulce e inocente, la nueva pareja son algo bobalicones, juguetones y bromistas,
son una novedosa composición de pareja. En esta Chickamaw y T-Dub tienen más
presencia, existen más aventuras en general y hay menos de los jóvenes enamorados. Una curiosidad es que Keechie es aficionada a la Coca
Cola, y vemos mucha publicidad de la gaseosa, expuesta casualmente por los
alrededores.
Altman otorga a su película media hora más que la de Ray. Se
pueden ver los mismos lugares pero expuestos de otra manera. Esto es estupendo, porque es ver el mismo magma pero dos películas muy distintas. Ray
hace una obra ágil, redonda, no se hace problemas en nada, construye una obra completa sin
demasiado; mientras tanto, Altman es extravagante y original, aunque un poco lento y a
veces tonto. Ambos directores son propios de su tiempo, ambos ostentan personal
genialidad.