Ésta es una película de terror, de estilo clásico, pero que no teme la polémica, que algo hay, pero no busca ser efectista, gratuita, superficial, intrascendente, momentánea, sino por algo es una de las grandes obras de la historia del cine polaco. Remite a un hecho real, una histeria y venganza en un convento francés del siglo XVII, que quedó bien retratada en la excesiva y muy libre, pero al mismo tiempo muy interesante The Devils (1971). La presente película se ubica poco tiempo después de los sucesos que narra el británico Ken Russell, si lo vemos desde el punto de vista histórico, pero la película de Jerzy Kawalerowicz lo ambienta en alguna zona rural o desértica de Polonia en el mismo siglo, y hace lo suyo, se toma sus libertades también. El relato muestra un convento que está dicen poseído por el demonio. La madre superiora del lugar, la madre Juana de los Ángeles (Luzyna Winnicka), confiesa cuando está ecuánime que la poseen 8 demonios, hasta uno llamado Cola de Perro. Es una película donde se luce austeridad en cuanto a los espacios, pero de aquella que se ve lograda, buscada, construida, habiendo un cierto aire de desolación, de abandono, de cierta miseria, incluso moral, de los pobladores algo ignorantes, como la gente que representa el tabernero Wolodkowicz (Zygmunt Zintel), que trasmite cierta perversidad y sarcasmo con lo que viene pasando. La mujer de la posada, Antonisa (Maria Chwalibóg), también tiene ese corte, esa mirada afilada, algo vulgar, algo pérfida, si bien puede ser también a ratos noble. El entorno como que se burla de la situación del convento, parecen divertirse con el padecimiento de la iglesia católica y que no puedan contra los demonios que habitan acá, o que los padres sean proclives a ser incorrectos sexualmente con las mujeres, viendo su voto de abstinencia. Un caballero llega a seducir a la única monja que se ve no está poseída, a la hermana Malgorzata (Anna Ciepielewska). El filme hinca, pero lo hace contando una gran historia, haciendo arte, trascendiendo cualquier banalidad. La película empieza muy de realismo común, las monjas se ven infantiles y danzan, hacen performances de tipo de ballet, aludiendo las posesiones. Todo también pasa porque muchos creen que se trata de un truco, mentira. Pero el filme va evolucionando y mostrando que efectivamente estamos ante una película de terror, de exorcismos y posesiones. Lucyna Winnicka tiene mucha expresividad y emotividad en su rostro. Ella hace una gran interpretación de posesión, a lo natural, con el sudor, con la ansiedad, con la exaltación. Las escenas son sencillas, pero hablan de una puesta en escena conseguida. Es un ejemplo de gran uso de la austeridad, no como carencia, sino como verdadero talento. Así vemos a la Madre Juana tras unos barrotes o en una zona de lavandería. El momento de pasar una posesión es también muy sutil, muy de uso de lo mínimo, sugerente, cuando el padre cae por las escaleras tras un breve e intenso beso. El padre Jozef Suryn (Mieczylaw Voit) igualmente es todo un espectáculo, en el buen sentido de la palabra. Mejor que Diario de un cura rural (1951), sin por ello ser un espectáculo predominantemente visual, de fuegos artificiales, como El Exorcista (1973). Se coloca en el espacio perfecto entre éstas dos célebres películas. Es así que es intelectual y también un gran disfrute del entretenimiento. El padre Jozef desde el inicio yace con muchas dudas, muchas inseguridades, muchos miedos, mucha fragilidad para lo que se le ha encomendado. Es como el Jack Torrance que sabe que va rumbo a lo prácticamente inevitable, sobre todo porque estamos ante una película de terror. El padre Jozef, como las mismas monjas, se echa en el suelo como un ángel, como una paloma. Hay tremenda lectura sobre la idiosincrasia de los ángeles, a los que se les llama de indescifrables, difíciles, en lugar de su consabida bondad y vacuidad natural. Tiene además la obra una extravagante argumentación sobre la maldad, el demonio e incluso el amor a esa vera, lo cual no sólo se piensa o se exhibe de discurso, sino que se llega a ejecutar en la propuesta (con una hacha de leñador). Es algo retorcido, pero de manera sutil, sin por ello tener cierta lógica, como son manifiestas las grandes ideas, con sostenimiento. Esto tiene una excelente puesta en escena, con una duplicación, que se llega a decir, como quien hermana a todas las religiones. El cine por la puerta grande se hace presente con el padre Jozef descubriéndose en un espejo, tras una visita de consulta, oyendo el terror, lo que no ha querido oír desde el inicio, lo que tanto temía, que ya lo veía venir cuando le narran la historia del anterior cura que estuvo en la misma misión antes que él, y fue quemado en la hoguera. ¿Cual es el pecado? Es que el cura se enamore de una mujer, que es como aceptar el demonio, y que rompa sus votos religiosos. Así el filme induce a creer de manera dogmática, que a continuación vendrá la tragedia, el castigo. Como repite Jozef, amor es igual que muerte. El padre Jozef pasa de flagelarse con una fusta en penitencia a hablarse a sí mismo literalmente en el espejo, en otra pequeña formidable puesta en escena como si estuviéramos avanzando y retrocediendo un disco, rayándolo en un tocadiscos de vinilos. El momento de la confesión con el objeto homicida en la mano es de la misma manera glorioso, un poderoso momento de horror. Así el filme cumple perfectamente con el género, sin ser explícito. Lo que pasa también habla de la injusticia existencial, como cuando un peón o un muchacho humilde cuenta de su padre alcohólico y abusivo, y le responden que simplemente debe rezar por la salud/bienestar de éste en lugar de pensar en como detener la maldad que ocasiona tan libremente. Es decir, se juzga la inactividad, pasividad, dejar discurrir, sin por ello aludir una venganza o un ojo por ojo. Menos los falsos romanticismos. Pero sí, para vencer el mal, hay que estar preparado para combatirlo. Se expresa que las mujeres (los ángeles) son en realidad demonios (dicho hoy en día como pop). Así mismo se dice algo machista, un lugar común, déjenlas sufrir, o que se exprese que suelen padecer por malos hombres, como llegamos a ver, si bien buenos hombres se queman también muy simbólicamente. Muchas historias nacen de esto, que es la naturaleza en sí misma, nuestra compleja humanidad. La verdadera historia puede leerse un crimen pasional. Una monja se enamora de un cura célebre y al ser rechazada se enfurece y hace que lo maten, adjudicando que era una fuente de pecado. Aquí, en una segunda parte, se puede ver como otro crimen pasional, un cura se enamora de una monja, accede a su amor y halla de manera similar la muerte (no puede con su consciencia, o cae en la espiral de su premonición; el cura dice mucho que no conoce el mundo ni a las mujeres), donde unos pueden ver el castigo de Dios que para ello, según la película, ha creado al demonio. Puede sonar a simple irreverencia, pero es parte del cine de terror, así como de la literatura, puesto que ésta es la adaptación (1961) de una novela (1946) del polaco Jaroslaw Iwaszkiewicz. Es parte de la libertad creativa, refiriendo a la que busca hacer arte real, la que es seria o deja un pozo con respecto a auscultar el mundo y nuestra humanidad, aun trabajando el cine de género.
miércoles, 29 de octubre de 2025
lunes, 27 de octubre de 2025
Night train (Pociag)
El autómata tiene más suerte que quien busca picos de entusiasmo, porque el autómata mira un millón de películas igualitas y se mantiene contento, sigue en lo mismo, de cierta manera es como si le fuera igual, no se le mueve un pelo. El que busca picos de entusiasmo busca películas que lo muevan, no quiere ripio, no quiere banalidad, es quien quiere ver siempre algo espectacular, algo especial, algo original, novedoso, algo realmente bueno. El autómata acumula millones de lo mismo. El que busca picos de entusiasmo piensa mucho que ver antes. Busca la gloria. Se toma su tiempo, disfruta el momento, le saca el jugo a cada experiencia, el IGB. El autómata es el cinéfilo eterno, el que no pide mucho, el que se conforma. El que busca picos de entusiasmo es el cinéfilo apasionado que un día puede decir adiós. Muchas veces pensar en películas pasadas quita magia a las presentes que estamos viendo, porque parece que todo fuera imitación, y la copia siempre es la copia, tiene siempre mucho menor valor. El filme presente es original, puedes ver a Hitchcock pero aquí como que le saca la vuelta. Es bueno verlo como un thriller porque eso te engancha, pero en realidad son cosas cotidianas la que veremos, es realismo común lo que vemos, desde un cine clásico, elegante, inteligente. Hay es cierto un asesino en el tren (tras un sugerente asesinato matrimonial, que tiene que ver mucho con el drama familiar y la libertad de pareja que presenciamos de manera muy dinámica, relajada y cautivante), lugar donde se contextualiza el filme, pero el tratamiento es totalmente otro al de una película de acción o suspenso. El filme maneja muy astutamente el misterio, sobre dos personas que suben al tren. Un hombre de lentes de sol que busca desesperadamente un compartimento doble en el transporte. No trae documentos. No pudo comprar el boleto afuera. Parece que escapa de algo. No oímos mucho su nombre pero dice llamarse Jerzy (Leon Niemczyk). La otra persona es una rubia muy hermosa. Lleva falda larga y tacos altos. Se llama Marta (Lucyna Winnicka). Ella anda llorando todo el tiempo, pero se nota que tiene carácter aun así. Le cambió el boleto a otro pasajero y no pasó el chequeo. Parece también que se esconde de algo o alguien. Ambos terminan juntos, en el mismo compartimento del tren. El filme tiene un aire fresco, levemente cómico, con la gente que va en el transporte. Son todos como vecinos curiosos. Muchas de las tomas son con gente que está literal muy pegada entre sí, o que van saliendo con el zoom out puesto muy sutil. Hay una sensación de aglomeración, de poco espacio. En el tren va incluso una peregrinación católica. Puede que hasta un sobreviviente judío. El filme es en mucho sobre relaciones afectivas, sobre romance, buscar al verdadero ser amado. Hay una mujer bella, también, que pretende ser infiel (Teresa Szmigielówna), que está buscando amante. Está casada con un abogado robusto que está muy pendiente de su intelecto, de sí mismo, cuando ella pretende más acción, más aventura, menos narcisismo. El filme va de difícil en hallar o sentirse realizado con alguien. No obstante hasta la boletera o la guardiana tiene su momento romántico. El filme tiene una gran escena de persecución, muy dramática, donde se incluye hasta un cementerio popular. Ésta propuesta tiene sus ratos irónicos, es una historia en mucho de derrota. Es también ansiar aventura romántica, que cotidianidad aburrida. De esto que tener un asesino en el tren sea todo un espectáculo, un circo, una aventura que todos quieren tener curiosamente, más que algo que temer o no querer que pase. Es claramente una ironía, como quien apuesta por la/el amante, que por la esposa/o. El filme es sobre lo común y corriente pero está tratado con cierta novedad, como cuando un joven persigue terco a una mujer columpiándose por fuera del tren a riesgo de lanzarse o caer. Hay un flirteo entre Marta y Jerzy que está muy bien. Ambos son muy seguros de sí y eso lo hace interesante. Hay atracción en el ambiente pero el misterio domina, los tiene ensimismados. Marta es coqueta, pero nunca fácil. Jerzy es algo sobrado. La gente está expectante de que algo pase en el tren. El filme cumple, a su manera, se apoya del periódico, como si fuera algo superficial, y así se trata al homicidio, sin grandilocuencia. Más es el deseo de participación del asunto de la gente común y corriente, como si todos quisieran heroísmo en sus vidas, y asome algo más vulgar al intentarlo. Incluso el abogado improvisa un discurso donde discute que matar puede ser menos de lo que en realidad es, como quien hace alusión a esa ironía que tenía también Hitchcock en sus películas. Las tomas del tren en sí mismo también son bastante buenas. Se siente que no sólo el transporte es un mero adorno o un lugar exótico para contar una historia. En sí es una película bastante curiosa, de las que te sorprenden sin alardes, lo que ves es lo que es, dándote sustancia, qué pensar. Te muestra con sutileza, pero sin dificultad, con delicadeza. Maneja la explosividad del hombre ordinario, no del tipo violento por costumbre. Ésta película es hacer de lo común algo extraordinario. La aventura del hombre promedio. No por nada es un tren que va a la playa, es un tren para tomar vacaciones, esperar lo excepcional, salir de la rutina. La lectura es de un universo donde amar es complicado para todos. Todos quieren que los amen (o los idolatren), no se ponen a pensar que (quizá) es otra la idea, según el filme. Es que tú muestres amor, que tú ames, antes que todo. Como quien dice que lo otro vendrá sólo o un causa-efecto fijo, aunque la vida suele ser más perspicaz o más rata que esto, como un guionista que siempre quiere ser más vivo que todos. Como decía el Nicolas Cage de El ladrón de Orquídeas. Yo soy lo que amo, no lo que me ama. Pero el filme se escapa de un lado y de otro. Vemos mucha desilusión, aunque hay también de la justa. Muy bien escenificado cuando el novio ve al hombre salir por la ventana del cuarto de la amada. Escena con mucha arte, cine puro, a la vena, que capta en pleno muchas ideas y emociones. Un poco de comprensión de un panorama, un poco heroico, un poco ruin, distintas perspectivas. Trasgredir está ahí y es cierto, depende de uno. Aquella mirada solitaria y melancólica rumbo a la playa, donde tampoco faltará pretendiente. La habitación que se descubre nido alegre de amor cuando ya todos se fueron. La mujer inquieta de amante soltando un quizá, quizá, quizá..., como el célebre bolero, y así. La mujer que feliz recibe a su marido, quien no sabe y ha podido perderlo. Éste es tremendo filme, del polaco Jerzy Kawalerowicz, porque esperas un thriller, que algo hay, y finalmente es otra cosa, de la que no esperas mucho, y da cátedra.
jueves, 16 de octubre de 2025
Sirat
Ésta propuesta es una película de aventuras, de entretenimiento, pero con su pequeña sustancia, con su mensaje humanista de unidad, de velar por la gente más humilde, y de paso habla de especies de nuevos hippies, punks modernos, amantes de la música electrónica, pacifistas, aficionados a las drogas laboradas/consumidas con/por hierbas. El ambiente es de raves hechos en el imponente desierto marroquí, en el mismísimo desierto. Hay mucho baile en medio de raves (lo cual se ve muy bien, te genera empatía, y así hay muchos momentos de complicidad de diferente tipo), con gente que recuerda a la contracultura, pero aquí sin mucha política de por medio, o apuntando a la libertad máxima, a la libertad total, en sí misma, en su mirada más pura, sin tanto argumento, sin formular sexualidad (la que muchas personas en la vida la tienen por ubicua) ni corrupción de liberalidad. Es como entrar en el goce de la vida con el baile, inducido por hierbas. El filme habla de europeos con aspecto punk que yacen en el desierto, bailando, viviendo como en medio del campo, fuera de los sistemas muy reglamentados. Ahí vemos aparecer a militares que son el clásico orden contrario a esa libertad que proponen estos (nuevos) hippies, quienes solo quieren vivir tranquilos al margen, en un territorio que como todo tiene un gobierno. Un padre, Luis (Sergi López), está en busca de su hija, una jovencita hippie, que dicen está melancólica, y se ha ido, aunque ya es mayor de edad, pero su padre quiere ver que esté bien, y la va a buscar, con su hijo pequeño, Esteban (Bruno Núñez Arjona). El desierto es peligroso, no es un lugar para cualquiera, y eso quedará claro en el filme, en esa aventura que emprenden Luis, su hijo, y sus nuevos amigos hippies (todos excelentes como interpretes). Hay escenas muy dinámicas, que producen adrenalina, hermosas de paso a la vista, junto a la fotografía de Mauro Herce, que llevan muy buen acompañamiento musical. Se exhiben escenas puras y duras que están excelentes, cine en esencia, que deleitan a la mirada, que son aventura a la vena. Cine, imágenes poderosas. Y no caen en lo innecesario porque son parte de esta película de aventura, de la aventura. Los guionistas son el argentino Santiago Fillol, que ya ha trabajado en varias oportunidades con el director de éste filme, y el mismo director Oliver Laxe. Es como si hubieran tomado por una parte en cuenta los errores y virtudes del filme Sobre todo de noche (2023). Hay momentos de shock, totalmente impredecibles, que se justifican plenamente, que dejan en claro que estamos ante una película de aventura (de entretenimiento, dígale aquí con su toque a lo europeo, si bien se siente universal), un relato de mucho peligros, donde no faltan en éste tipo de películas. El desierto marroquí es como el gran dominio (o "demonio") donde el hombre osadamente trata de atravesarlo, de vivir donde la naturaleza es poderosa, pero también ese peligro es producto del mismo hombre, de lo autodestructivo que es muchas veces. Así el filme remite un poco al mundo de Mad Max, pero en los comienzos de lo apocalíptico. Se llega como a asumirse en un sci-fi de bajo presupuesto, de los a medio camino realistas, o de pocos elementos futuristas. Se deja volar que ha sucedido la tercera guerra mundial, y que el mundo está en el caos, en su etapa de destrucción y estamos viendo a los sobrevivientes (que en sí puede referir actualmente a los que vagan austeramente por el planeta), como en aquel tren como con polizontes. En cierta manera lo que vemos se puede leer como algo postapocalíptico, pero al mismo tiempo identificable contemporáneamente, una dualidad del mismo desierto marroquí, una capacidad para hacernos pensar en ese momento bíblico, bastante utilizado en el cine, en el arte. Es una película sencilla, pero muy competente. Es la búsqueda de alguien, crear una caravana con un tipo de gente especial, una especie de tribu, expuesto en un lugar algo extravagante, y pequeñas aventuras, que recuerdan a la obra maestra del genial Henri Georges Clouzot, El salario del miedo (1953). La música electrónica está muy bien integrada, no solo desde lo más específico, sino como planteamiento de cine de aventuras y sci-fi. La luz tipo holograma de los raves, las cajas de resonancia frente a las minas militares. Es una obra lograda como película de aventuras, con una austeridad que funciona plenamente, estética, de nivel, no sólo audaz. Los que ven una película misteriosa, parece que han visto otra película, es una película de aventuras con pocos elementos, un viaje por el desierto, por lo peligroso que puede ser, sin demasiada grandilocuencia argumental. Lo sencillo puede ser muy potente y eso es justamente éste filme. Tiene una parte que puede hacer de la obra algo espiritual, donde vemos a musulmanes orando/rodeando la sagrada piedra negra en la Meca, como los trances de atravesar la vida, y que puede verse como la búsqueda de un mesías/profeta (o gente que de verdad mejoren a la humanidad), o el desierto (la existencia) como posible trascendencia de la gente común.
domingo, 5 de octubre de 2025
Jota Urondo, un cocinero impertinente
Lo primero que va a llamarle la atención a mucha gente, a muchos argentinos, es que el protagonista, Javier Urondo, es hijo de Paco Urondo, poeta y guerrillero, pero el filme es otra cosa y es una buena película. Javier habla un poco de su padre, es inevitable, pero como él mismo dice, menciona su lado íntimo, no su participación como personaje público. No le importa que habría escogido ser Paco, incluso desmitifica su muerte. Paco Urondo era su padre, y eso es todo lo que le importa. Javier se crio con su abuela y su madre. Cuando su padre fue guerrillero ya estaba separado de su madre. Su hermana mayor si tuvo un acercamiento político con su progenitor. El filme se centra en que Javier es chef y tiene su restaurante, uno que tiene la particularidad de que no lleva afuera cartel de identificación. Javier es un hombre inteligente, tiene sus propias ideas, y los directores, Juan Villegas y Mariana Erijimovich, las exponen muy bien, con total claridad. Es un documental sencillo, pero siempre interesante, así como el mismo Javier. Dentro de sus ideas personales o definición de su labor es que la comida sea rica y honesta; no exótica, industrial o sólo una mercancía. Vemos a Javier cocinando, desde lo humilde, pero a quien se le ve conocedor y apasionado a su modo. Son de aquellos que no pretenden venderte una publicidad para desfalcarte el bolsillo y servirte muy poco de paso. A Javier se le ve un poco cansado. Él mismo lo dice indirectamente. Lo oímos hablar bastante. El filme es sobre él, sobre su cocina. Éste documental se presentó en la sección Culinary Cinema del festival de San Sebastián 2025. Javier es un tipo que está realmente en el asunto, que lo vive desde lo más pragmático, y lo de él es vocación en toda la palabra. El dinero siempre es importante, que nadie te engañe diciendo lo contrario, pero no es lo principal (tampoco para él). Se ve que ama cocinar, sin ponerle demasiado rollo. Es hacer y ser de verdad, sin banda sonora, más allá del papel, aunque es duro muchas veces (como se percibe de Javier), porque es más fácil cuando eres popular (más allá de si eres realmente bueno). Javier conjuga la música, que el produce a computadora por placer, con cocinar, y se puede ver que también exhibe, con sus explicaciones, muchas semejanzas con el séptimo arte, y el arte en general. Javier se expresa de manera simple, amable. A su argumentación sobre saber aprovechar al máximo los alimentos (con las fermentaciones), desde la sabiduría culinaria coreana, se le puede rescatar -aunque no es una intención directa- una esencia social, en valorar más. En Javier se puede leer una cosmovisión espiritual, tampoco dicha literalmente, el de ser agradecido con la vida. Javier deja ver ideales. Pero no es dejarse arrastrar por los tontos romanticismos, los que muchas veces los inventan otros para anclarnos al masoquismo. Lleva una vida tranquila. Tiene lo suyo y no quiere pelear con nadie. Conversa con amigos de vinos, mientras tienen opinión propia, sustentada, inteligente. Se ve su relación con el mundo coreano, que es sinónimo de integración multicultural, y con su barrio. Lo observamos en el clásico ir al mercado por insumos. Su mirada, en muchos sentidos, es la de ser un buen economista. Otra idea suya interesante es su valoración del pan, más que alucinar con algo grandilocuente lo suyo es ver la genialidad en lo minimalista, en las pequeñas variaciones, en los detalles que rechazan la falsa intelectualidad y señala donde encuentra la verdadera sustancia (he ahí su impertinencia). Expuesto sin revoluciones ni alardes. El pan es rico en matices con pocos ingredientes. El sencillo detallismo de Javier se ve por mencionar algo en usar el caldo de las empanadas en la saborización de las papas doradas. Él experimenta también, como observamos en la película, desde su mirada. Lo suyo es igualmente ser bien argentino, servir provoleta y trozos abundantes de carne. Su restaurante se llama como él, Urondo, como está impreso en la carta del menú, como está estampado en los polos que lleva, aunque también lleva uno de Metallica.

