martes, 12 de enero de 2016

La gran apuesta

¿Cuán importante puede llegar a ser el éxito o volvernos ricos?, es una pregunta capital,  y a esa vera ¿cuán importante es ser un tipo moral, preocupado por la decencia y el buen obrar de nuestras acciones?, y yendo hacia un quehacer argumental más complejo ¿cuánto nos costaría sacar provecho del mal colectivo para conseguir ese éxito y opulencia, aunque sea legal? Esto es parte trascendental de lo que encierra La gran apuesta (The Big Short), donde unos outsiders de Wall Street en tres líneas narrativas separadas en sus propias argucias y mirada del mundo hacen justamente eso, sacar beneficio de la futura crisis financiera del 2008, de la burbuja inmobiliaria, de las hipotecas entregadas a diestra y siniestra sin soporte económico coherente, entregadas por los ambiciosos y poco meditativos bancos americanos sueltos en plaza, que cada vez empeoraban la situación sin pensar en ninguna verdadera solución sino mantener un ciclo vicioso con rumbo anunciado a la caída, tan claro como con esa ilustración de ese juego de sacar bloques, extrayendo torpemente los de soporte, tirando abajo la torre, es decir, la economía nacional. Los protagonistas visionaron esa debacle y apostaron en contra del mercado inmobiliario y la estabilidad, haciéndose ricos, a costa de no tener consciencia, ganar con la crisis, esperarla y hasta celebrarla, como no tener remordimientos con la ingente cantidad de desempleo y pérdida de casas del ciudadano y compatriota promedio. 

Es una película harto interesante e inteligente, tomando mucho en cuenta que tiene de protagonistas a tipos que son potentes enemigos de las empatías. El director Adam McKay, experto en comedias (todas con Will Ferrell), adapta el bestseller de no ficción “The Big Short: Inside the Doomsday Machine”, de Michael Lewis, escritor del libro que inspiró la película Moneyball (2011). Hace uso de todo su ingenio para mostrar éstas figuras sin que a uno le provoque mandar al diablo la película, de lo insoportable que puede resultar ver la felicidad y gloria de unos cuantos contados con los dedos tras el mal ajeno masivo, porque toda rata tiene la “salvedad” hasta que es descubierta, hecha pública, y aquí lo vemos con pelos y señales, como iba movilizándose el proceso hacia la crisis y no se decía nada, de lo que el filme arranca enseñándonos a un tipo antisocial, quizá con asperger, que viste casual tipo hawaiano en el trabajo y es aficionado al heavy metal y a tocar la batería, interpretado por Christian Bale como Michael Burry, sujeto que fue el primero en apostar en contra del mercado inmobiliario.

Otra línea narrativa la tiene un segundo avispado en la performance de Ryan Gosling como Jared Vennett quien descubre la inusual apuesta de Burry y se lo comunica a Mark Baum (Steve Carell), líder financiero que entra en el negocio contra la burbuja inmobiliaria tras mandar a su equipo de allegados a averiguar si es verdad lo que informa Vennet. Carrell, la mejor interpretación del filme (seguido de Bale), demuestra que es un actor talentoso, más allá de estereotiparlo en la comedia, tiene en su papel el deseo de demostrar que el sistema abusa del ciudadano ordinario, teniendo un trauma psicológico a cuestas y una cierta deficiencia de sociabilidad; apunta a ser un tipo particular, por lo que es como ganar una causa, hacer valer su pensamiento y exponer digamos que al capitalismo más duro de su país, más que deseo de volverse rico. Esto hace de cierto balance para paliar algo la gran carga negativa de la calidad humana de los protagonistas, como que el  personaje de Brad Pitt, el frío y calculador pero “consiente” Ben Rickertun, un lobo de Wall Street, le haga ver el daño gigante que conlleva su estado de fiesta a la dupla de la tercera línea narrativa y parte algo floja del filme, donde unos inteligentes y afanosos arribistas que empezaron en su garaje y en trabajos humildes quieren seguir creciendo y entrar por la puerta grande a Wall Street y no importa casi el cómo lo logren. Baum tiene dudas morales en escuchar y apoyar a Vennet que es justamente lo contrario a él, un tipo ladino y frívolo que rompe la cuarta pared a cada rato y nos explica abiertamente la podredumbre que lo hará adinerado, siendo el que más se acerca a recordarnos cierta influencia del cine de Martin Scorsese y a The Wolf of Wall Street (2013).

El filme tiene bastantes ratos de respiro y mucha ocurrencia, como con los referentes de averiguar si es cierta o no la burbuja, comercializadores de hipotecas yuppies, una casa abandonada con cocodrilos o mujeres strippers clientes inmobiliarias, cosa que hace de distinción en formas, no hay ese sentido de juerga o fiesta que había en The Wolf of Wall Street, a lo sumo Gosling luce cool dando check con la palma a unas chicas en un gimnasio, pero vemos en realidad como Pitt frena en seco más bien a sus pupilos, los llama al orden y al perfil bajo como él mismo actúa. También se destaca la música hip hop o rock que acompaña irónicamente, como que los protagonistas son extravagantes y con algo de carisma a pesar de todo, siendo, además, claro, muy famosos, con lo cual se crea entretenimiento y mayor curiosidad, que vence un posible fastidio y agotamiento ante la ardua y densa temática.

La propuesta tiene de comedia (un éxito y audacia cuando podría generar incongruencia), pero no en demasiada cantidad, porque el filme es realmente serio y profundo en su análisis, como también resulta un llamado de atención a que haya habido impunidad con los culpables, los bancos, y que solo haya pagado y aguantado el ciudadano común, y puede hasta repetirse otra crisis si se cree en un capitalismo impoluto/perfecto, y no hay fiscalización y ojos abiertos, como bien representa el sentido del personaje de Baum, incrédulo y desconfiado pero trabajando dentro del sistema, en pos de su mejora.

La terminología –como bien dice algún diálogo- y el sentido de conocer a fondo la crisis financiera del 2008 es sumamente complejo y difícil de coger para un espectador y ciudadano común, es una temática de comprensión completa para especialistas, no nos vamos a engañar, si no para los más valientes y tozudos tienen Inside Job (2010). Pero Adam McKay y el magma de su filme, hacen algo realmente entendible, en lo posible, y eso es maravilloso e ingenioso, teniendo figuras como al famoso y carismático chef Anthony Bourdain, a la estrella juvenil Selena Gomez o a la preciosa actriz Margot Robbie (en una bañera) hablándole y explicándole al público de forma fácil y directa de que va toda la burbuja inmobiliaria con ejemplos prácticos y cercanos como un juego de apuestas en el casino o qué se hace con el pescado que no se vende en un restaurante. Es un filme poderoso argumentalmente y llevadero, que tiene la gracia de explicarnos un tema de gran interés en medio del placer cinéfilo y artístico.