miércoles, 23 de diciembre de 2015

Star Wars: Episodio VII - El despertar de la fuerza

Se trata de una de las sagas más queridas (si no la mayor) del séptimo arte, siendo parte de la cultura popular del mundo, que despierta admiración y fanatismo en todo el planeta, con lo que era una de las películas más esperadas del año y que ha obtenido el respaldo de la crítica y del público, pero que tal recibimiento (me) sorprende en buena parte, fuera del goce cinéfilo que significa volver a un lugar reverenciado, que aunque menos original, argumental y atrevida que la trilogía de los Episodios I, II, y III de George Lucas (una innecesariamente completista de background) es paradójicamente apreciada como más lograda y mejor por mucho, y en lo personal la veo muy próxima en alcance a la nueva trilogía de Lucas, salvo que El despertar de la fuerza (2015) posee mayor entretenimiento, fluidez y algunos aciertos discutibles, como que Kylo Ren (Adam Driver) es novedoso a un punto como tipo de enemigo, aunque sea bastante pobre en combate a fin de cuentas fuera de las falsas apariencias, mientras luce engreído y tan dubitativo, que exageradamente humanizado merecía la dignidad de desbarrancarse y desaparecer, o más bien enfrentar a Luke Skywalker, que ser agredido por Chewbacca, o lucharla contra un stormtrooper renegado que antes fue vencido -en, sea dicho, una pelea interesante- por otro stormtrooper con una especie de tonfa.

Lo que se dice que engrandece el producto es la llamada nostalgia que imprime en el esqueleto y las acciones determinantes del filme, más allá de lo evidente, de los nombres consagrados, el director y guionista J.J. Abrams, con la ayuda de Lawrence Kasdan en el guion (que se encargó de la escritura de El imperio contraataca, 1980, y El retorno del Jedi , 1983), que es cierto que está trabajada con potencia en sus tantos supuestos especies de homenaje o mayoritarias repeticiones fáciles de identificar, que hasta Yoda se esconde tras Maz Kanata (Lupita Nyong'o), una especie de Edna Moda alienígena, guía y guardiana más pedestre que antes. Se ve que parte de lo bueno del filme se debe al grato entretenimiento de sus combates aéreos, a sus aventuras espaciales con monstruos y caza-recompensas (donde observamos a los protagonistas marciales centrales de The Raid, 2011, Iko Uwais y Yayan Ruhian) o en el desierto del planeta Jakku (similar a Tatooine), a las persecuciones, luchas y contundente y trepidante acción, apreciando nuevamente al halcón milenario, los TIE Fighters y a los X-wing fighters mejorados, que junto con la banda sonora del referencial y famoso John Williams genera varios ratos de suma emoción. No obstante la lucha cuerpo a cuerpo o con los sables rayan en lo básico, a un gran punto lo arbitrario y absurdo, y a todas luces se siente menor que antaño.

Sorprende tanta celebración porque el filme está plagado de errores, incongruencias, destrucción de cierta mítica y obvia explotación negativa para su leyenda, como por un lado el propio Han Solo (Harrison Ford) representa en su presencia, que tiene bastante participación, donando su legado en un quehacer lento como narrativa, típico de su edad, pero con éxito de héroe joven, que solo por sentimiento funciona aunque se ve endeble, anexado a un sacrificio que luce todo menos glorioso, a cierto punto banal, si bien ayuda a definir ambigüedad y tiene su gracia. También abundan los facilismos y hasta cierta ociosidad y autolimitación lógica vista la elección de repetición de lugares determinantes de la trilogía original, evitando imaginar verdaderas novedades, teniendo trabas al volver a lugares del pasado tratados antes laboriosamente, con lo cual se esquiva la recreación detallista, al igual que la construcción de un background lógico consigo misma (aun en una fantasía) durante momentos claves en la historia (la destrucción de la “nueva” arma destructora de planetas, y el legado del gran Akira Kurosawa en la trilogía original, el camino del samurái transformado en la fuerza y el entrenamiento jedi), y es que todo apunta a un remake notorio y en parte reboot, donde todo se repite, en el regreso sin mayores precisiones del imperio con la ahora llamada primera orden tras la base y poderosa arma the star killer (antes la Estrella de la Muerte), mientras un mapa (como en la trilogía original) con el paradero de Luke Skywalker tiene que llegar a la resistencia en el nuevo R2D2, BB8 (que realmente es igual de simpático y quizá más que el anterior). El Líder supremo Snoke no tiene la más mínima originalidad física ni argumental, como si lo tiene su predecesor el emperador y canciller Palpatine, y luce como un simple holograma de un extraterrestre del montón, como aquellos salidos de la cantina de Maz Kanata o antes de la similar cantina de Mos Eisley.

En la lucha interior de un Kylo Ren que teme no ser tan grande como Darth Vader, en la moralidad y parentesco familiar de la luz contra la oscuridad, aunque viéndose pusilánime, un cry baby, hay novedad y encanto, pero también le pesa mucho la debilidad que asoma de distintas maneras, como con el combate con la heroína que se ata a la empatía del feminismo por sobre la lógica, al hallarse sin entrenamiento, pero con un legado en la fuerza, y sin embargo yace a la altura de las circunstancias, contentando al público más básico, aun haciendo imaginar la obviedad de otra de esas ya típicas revelaciones de Star Wars, de: ¡yo soy tu padre!, con lo que crear coherencia, cosa que le falta en estos momentos a la película en general y se espera tome justificación en las próximas obras de ésta tercera trilogía, que supuestamente se inscriben como secuelas tras 30 años que han pasado, pero más huele a remake por todas partes, con solo algunos cambios menores con tres nuevos héroes que combinan las habilidades y aventuras de antaño en la princesa Leia, Han Solo y Luke Skywalker, en las características de piloto, jedi y fiera feminista, independiente y de armas a tomar, dentro del nuevo trío heroico, un stormtrooper denominado como FN-2187, llamado más tarde Finn (John Boyega), a poco de decidir su libertad, individualidad y distinción “gratuita” (o revelación de su humanidad); la chatarrera Rey (Daisy Ridley) que se hace sola ante el abandono y le sigue su destino, tan semejante a la historia de Luke Skywalker; y el más secundario del trío en Poe Dameron (Oscar Isaac) como el mejor piloto de la resistencia. Mientras la Princesa Leia y el famoso actor Max von Sydow hacen de ornamento, en una película llena de puntos en contra, pero divirtiendo a costa de todos ellos, aunque mañana no nos acordemos con tanto entusiasmo de Star Wars: El despertar de la fuerza, tan fagocitadora de sus orígenes.