viernes, 9 de octubre de 2015

The Wolfpack

Unos chicos, siete hijos, 6 varones y una mujer (a la que vemos apenas), con nombres de dioses indios o propios de su mítica, y largos cabellos como de cola de caballo, vivieron encerrados por largos años de crecimiento y formación emocional por su extravagante padre de origen peruano (uno que se reveló no trabajando, ante la sociedad americana que llama de sojuzgamiento, encerrándose  del mundo y haciendo su pequeño paraíso en un hogar que rinde culto a la música rock y al cine, donde la madre proveniente del sur americano solía ser una hippie de ideas parecidas a las de su marido, empero se le culpa solamente a él de decidir ese encierro tan radical) en un pequeño apartamento de una zona pobre de New York, en el Lower East Side de Manhattan, producto de querer protegerlos del entorno de drogas y homicidios que vive el barrio en que viven, provocando un ambiente que como dice en un diálogo de entrevista uno de los hermanos Ángulo puede volver loco a cualquiera, ya que ver el exterior tan solo un par de veces al año no suena para nada saludable.

Dicha historia documental tiene 2 partes, una, el inicio, en que los hermanos carismáticos y buena onda cuentan sobre sus particulares vidas, que está plagada de cinefilia, viendo como ellos recrean guiones de películas de Hollywood, en especial las de Quentin Tarantino, como Reservoir dogs (1992), que adoran, en que se presentan de traje y con pistolas de utilería que ellos mismos fabrican, ya que las recreaciones que hacen son pormenorizadas, que hasta vemos un impresionante traje de Batman adornado con cartones de cereal. En dicha familia hay, sin duda, talento para el séptimo arte, llegando uno de los hijos a ser ayudante de producción y otro a plantearse hacer su propia película que vemos en el cierre de la propuesta. En la primera parte escuchamos de las locuras de su progenitor, y de esa forma de vida rara que han llevado, todo entre sonrisas, y uno que otro quiebre emocional, ya que siente alguno algo de rencor hacia su padre, quien yace relajado pensando que como Jesús dijo, se deben perdonar todos los pecados y errores de los seres humanos, por lo que el arrepentimiento no asoma por su lado ni se punza en la ópera prima de Crystal Moselle, sin embargo se ha transformado en permisivo, viendo como los hijos son totalmente libres ahora, y en ello presenciamos como dan sus primeros pasos hacia el mundo impredecible que su padre solía temer para su familia. Al respecto hay una gran anécdota, uno de los Ángulo se rebeló saliendo a la calle por su cuenta portando una máscara de Michael Myers,  en su inocencia infantil de esconderse de ser reconocido por el patriarca, y fue arrestado ante la extrañeza de su acto, con lo que pasó a un hospital psiquiátrico por un tiempo. Y es que algo de locura o extrañeza ha quedado de rezago en la familia, no obstante los hermanos lucen dentro de la particularidad de vivir en New York digamos que normales. Pensemos que su educación entera fue impartida en un hogar encerrado en sus raras ideas y cuatro pequeñas paredes.

La segunda parte del filme es mucho menos interesante, hay un lado más de estudiar los cambios de forma de vivir, superficialmente, al igual que la relación directa con el padre, que interviene tras ser criticado por su vástagos y que, en realidad, es poco carismático, pero tampoco antipático, aunque llega borracho a veces, con su cara sonriente, su relajo existencial; tanto como ver su adaptación a la reciente descubierta normalidad, en una visita a la playa o a una sala de cine, hasta verlos pensar al vuelo su vida romántica. Avanzado el metraje disminuye cierto interés en su historia, se vuelve en parte anodina, pierde narrativa, la normalización y falta de curiosidad le cobra cierto alcance, aunque se agradece que Moselle no se desespere en cautivar, en forzar novedad, de lo que presentan simplicidad. Surge una llamada con la abuela distanciada y el sentir de llevarlos al ambiente idílico, abriendo paso al fin de la locura. También en esta segunda mitad se deja de lado su lado cinéfilo o merma considerablemente. Como aquella visión casera de sus recuerdos grabados que dan un cariz amateur al filme, pero interesante, porque es revelador, vemos al padre besando en la boca a sus hijos que repelen relajados su extravagancia o a éste en calzoncillos adornados con la bandera americana fomentando una banda musical con utilería. En el que es un buen documental, ganador del gran premio del jurado en el festival de cine de Sundance 2015, en un hogar que tiene de familia Addams, exudando en los diálogos y explicaciones suma coherencia y simpatía que sostienen muy bien la atención y el entretenimiento, y que muta de una cierta extrañeza formal a un entendimiento completo que hablan de habilidad argumental, pero que hubiera estribado un poco más en propiciar más audacia en su manera de narrar, de exponer, aunque sin perder su virtud de claridad. De lo que posee mucha austeridad y humildad autoral, basando más su potencia en la propia naturalidad de sus entrevistados y en su curioso relato, en un trabajo que logra destacar, a pesar de los reparos.