lunes, 1 de junio de 2015

White god

La presente película ganó Un certain regard 2014, segunda sección más importante de Cannes detrás de la palma de oro, pero dejó a mucha crítica descontenta con el veredicto, por lo que me acerqué a ella con cierta duda esperando algo desastroso, sin embargo me he encontrado apreciándola a contracorriente de lo leído, viendo que es una obra de alguna forma convencional, quitando la crueldad y lo explicito (la sangre) que suele pulular por el cine europeo de mayor austeridad; y no ser tanto propio de un cine de autor exigente, pero ostentando otras virtudes, como un notable realismo en la performance de una gran cantidad de perros que llegado a un punto presentan una rebelión sangrienta por las calles, tras un líder natural llamado Hagen, un perro cruzado, chusco, al puro estilo del fondo de las secuelas de El planeta de los simios en que el resentimiento genera una reacción violenta, sistemática y de emancipación, luego de ser constantemente maltratado. Es (de forma muy detallada) entrenado como perro de pelea, perseguido por autoridades de sanidad pública (con gran dominio de la puesta de escena, o del realismo, en la comunicación entre canes y la huida), capturado y vendido por un pordiosero o a punto de ser muerto por un carnicero. Emprende una lucha mortal que solo su dueña, una niña de unos 13 años llamada Lili (notable debut de Zsófia Psotta) puede detener con el recuerdo de la entrega bondadosa hacia su antigua mascota.

De cierta forma podemos estar viendo un Disney corrompido, tergiversado en buena parte, en cuanto a lo descarnado y sórdido, pero seamos honestos éstas definiciones son muy relativas, y finalmente todas las historias son fáciles de reducir a lo esencial, a lo común, y eso es un inocente y cálido animal perdido por el mundo, solitario, abandonado y desprotegido, herido física y sobre todo emocionalmente, mientras busca salir ileso, librado de tanto mal y solamente volver a casa, no obstante en la película del húngaro Kornél Mundruczó se trata de mucho más que esto y en otro tono, en emprender ya no una dolida y sensible supervivencia, sino un intenso y furioso contraataque, rememorando aunque de forma menos superficial aquellos ataques de plagas, de catástrofes naturales, como las películas de insectos gigantes, solo que con una mayor seriedad y profundidad, más allá del entretenimiento, lo que brinda mejor alcance artístico, sin perder su cualidad narrativa de cautivar al espectador, pero dándole un producto desprovisto de ñoñería o sentimentalismo barato, aunque no le falta una cuota de empatía con el (“seco”) sufrimiento canino, luego desligado a un punto (pero también comprendido) con su enardecimiento brutal.

Hagen busca cierta redención, venganza, hacer pagar a los malos, a los desalmados, como clamando por una esquiva o inexistente justicia, de quien yace desprotegido frente a los abusos de los poderosos, un perro (inferior) frente a los hombres (amos), y ahí se puede ver una lectura sobre el abuso hacia el marginal, a los desfavorecidos, o pensar seguramente en algún contexto especial de Hungría o de los desposeídos del mundo, pero no volemos tan alto, y disfrutemos más de una pequeña ficción, sin buscar auscultaciones sociológicas y políticas, a la instancia de la revolución. Esto incluso se ha visto parodiado (el maltrato a los animales), en Los Simpsons, en un ataque total de delfines, entonces en lugar de buscar grandes representaciones pensemos literalmente en lo que vemos y seamos únicamente más humanos con los animales. Perdonen si soy parte de aplaudir algún mensaje humanista en el ecran que no sea contado a lo Adieu au langage (2014) con una mano en la cadena del inodoro y la otra en el trasero, como filosofando/enseñando sin supuestas pretensiones, evitando el señalamiento de pedantería (pero con oscuridad) o (peor, a cierto ver) la exhibición de altruismos que la sobrada autosuficiencia de cierto público/crítica suele rehuir. Es un buen mensaje, aquel simple y directo, tierno en su final, en humanizarnos y hacer acto de naif humildad, al son de una simbólica trompeta y el reflejo del desarme/gesto animal.

Aparte de Hagen (el verdadero protagonista) comparte Lili alguna sub-trama, primero en ser parte de padres separados, habiendo algunas carencias afectivas y de adaptación que pueden verse demasiado enfatizadas y que no coge mucha relevancia artística; y segundo otra mejor trabajada, a un punto, en pasar de niña a mujer, atraída, y atractiva (contrastada con alguna amiga más femenina y desarrollada), siendo pequeña aun, lo cual cambiará más adelante con unos zapatos en especial, en una cierta discreta sensualidad, muy del tipo japonés.

White God (Fehér isten, 2014) me recuerda a Perro blanco (1982), un primer trabajo con la mucha exigencia del protagonismo de un perro donde se dibuja a una bestia racista, que tiene algunos defectos de realismo (recalcando, haciendo la salvedad, que no resulta fácil hacer que un animal refleje todo lo que queremos de un historia), pero aun así termina siendo loable, seductora e interesante en su recreación sin ser tampoco ninguna maravilla, aparte de ser Samuel Fuller muy entrañable. White god mejora mucho el arte de trabajo con los canes, y aunque no sea una película espectacular, como la mayoría en realidad no lo es, tiene sus atributos, y es una buena ganadora de Un certain regard, que hace de Kornél Mundruczó un director bastante inesperado, sobre todo viendo su anterior trabajo que estuvo por la palma de oro y que poca fe brindaba hacia él, Tender son (2010), que únicamente se salva de la quema absoluta porque es una adaptación libre de la magnífica Frankenstein, de Mary Shelley, y genera algo de curiosidad. Espero que Kornél Mundruczó en el futuro consolide aquel gran premio por White god.